El silencio dentro de la casa debería haberme tranquilizado. El único sonido que se escuchaba provenía del exterior, del viento al pasar por una pequeña rendija de la vidriera que no debería estar abierta.
Me dolió el cuerpo cuando me senté. Mi cuerpo no estaba cubierto por ninguna sábana, solo por un vestido que no recordaba haberme puesto. Me quejé, tocándome la cabeza para descubrir un enorme bulto en mi cráneo. Recordé todo de golpe, justo en el instante en el que Mag entraba apurada a la habitación, su capa ondeando detrás de sí.
—Mag…
—Debes levantarte ahora, tienes que entrenar —me interrumpió, apurada. Dio unas palmaditas al notar que no me movía de mi sitio—. Vamos, Abril, el tiempo apremia.
—¿Qué pasó? —pregunté con genuina curiosidad—. ¿Dónde está Serene?
—Ella está ocupada haciendo su trabajo. Desde ahora entrenarás conmigo, pero debes darte prisa, Abril, porque has estado inconsciente por días y la luna sangría estará en pocos días sobre nosotros.
—Pero…
—Abril… —advirtió. Suspiré, pensando en todo lo que había sucedido. Me levanté como pude, aun con mi cuerpo doliendo y mi alma cansada. Debía aceptar que ese era mi destino, lo había aceptado y debía llevar todo hasta el final, pero primero debía saber una cosa.
—¿Qué pasó con Faith? —Mag suspiró.
—Serene está con ella, ese es su trabajo ahora.
—¿Y Braham? —pregunté, recordando que debía pedir a Hux un gran y enorme favor—. Debo hablar con Hux, por favor.
—Podrás hacerlo luego del entrenamiento.
—¿No comeré algo siquiera?
—Hemos estado alimentándote durante todos estos días, sé que no tienes hambre y solo buscas una excusa. —Suspiré al verme descubierta. Ella siguió el camino fuera de la casa, saliendo por el ventanal luego de haber quitado todas las enredaderas que tapaban la luz del sol. La seguí, porque supuse que eso era lo que ella quería.
El viento me pegó en el rostro. Parecía haber mucho más ese día. Sentí la necesidad de preguntar qué había pasado en la protección, con los vampiros e intentar poner en orden todos los fragmentos en mi mente, pero sabía que Mag no haría nada hasta que no hubiera entrenado.
Se giró hacia mí en determinado momento. Extendió sus manos, y el paisaje a nuestro alrededor se diluyó hasta vernos en una atmósfera rojiza que se me hacía conocida. Di una vuelta sobre mi propio eje. La casa había desaparecido, en su lugar había un bosque extenso, en el cual se podían ver pequeñas luces parpadeantes… Ojos, rojos y fríos.
Di un paso atrás, un tanto asustada y me volví a Mag, pero en su lugar estaba el hombre que me había intentado atacar cuando estaba en el auto.
—¿Por qué te volviste él? —pregunté, odiándome cuando mi voz tembló. Me sobresalté cuando alguien puso una mano sobre mi hombro.
—No me convertí en él. Tendrás que ganarle en un par de días, mi deber es mostrarte cómo sería una verdadera guerra, prepararte para ella.
—Los ojos…
—Sí, también son seres a los que tendrás que enfrentarte. Comienza a usar tu magia, Abril, usa tu deseo más profundo para ganar esta guerra.
Sin verlo venir, un rayo de luz pasó por mi lado antes de que comenzara a sentirme ahogada. Bien, el entrenamiento ya había comenzado y debía defenderme de un ataque invisible.
Por defensa propia creé una protección a mi alrededor. El brujo, frente a mí, usó su magia para tirarla abajo, aunque yo volví a crearla. Un golpe de magia me asustó. Miré a Mag, quien también intentaba derribar la protección, aunque yo la mantenía, con esfuerzo, sobre mí.
—Es buena la protección que creaste, pero no puedes esconderte por siempre, Abril, debes pelear.
—No tengo tanta magia para enfrentarme a un brujo tan antiguo.
—Robaste la magia de la protección, Abril. Tienes tu poder casi a su tope, Serene pensaba que debía darte de su fuerza antes de la última guerra, pero ya la está utilizando en algo más, mientras tú tienes una magia antigua que había cubierto por siglos a los licántropos. Usa esa magia dentro de ti para luchar, Abril.
—No sé hacerlo.
—Si no lo sabes, es porque deseas no saberlo. Dile qué quieres y ella te responderá al instante.
¿Cómo le decía qué quería?
Recordé a mi padre, a mi deseo de que recordara los momentos con mi madre y el uso de una magia que no supe que estaba utilizando hasta que no le hizo daño a él.
Lo que más deseaba era mi de vuelta, a Alan despertándome a besos en las mañanas, mis momentos cocinando con él, su sonrisa de comillitas en las mejillas. La felicidad de mi hermana con mi sobrino, las risas confidentes entre mis padres… Quería que todos a quienes mi corazón quería fueran felices, pero para ello debía de ganar eso.
Deseaba ganar.
La resolución pegó en mi pecho y subió por mi garganta como espuma. La sensación determinada se instaló en mi vientre a la vez que mis dedos comenzaban a cosquillear y un zumbido eléctrico inundaba mis oídos.
Serene me había dado las bases para utilizar la magia. Lo primero eran los pensamientos, pero no conocía mucho de armas mágicas, ni del poder que se podía usar contra un brujo, así que tuve que ponerme creativa.
Utilicé el truco que le había visto a Mag contra Hem. Mi magia buscó el cuerpo de mi contrincante, pero lo esquivó. Lo volví a intentar, con el mismo resultado.
Mag me miraba atenta pero apartada. Por el rabillo del ojo noté un movimiento hacia mí. Me protegí, pensando que era algún tipo de magia, pero no fue así. Había vampiros a mi alrededor, buscando atacarme.
Me asusté, pensando qué podría hacer para alejarlos. Por mi mente pasó toda una lista de cosas que podrían dañar a un vampiro, pero todas se resumían a un material: el oro. Así como a los licántropos les daba la plata, el oro era mortal para los vampiros. Era lo único que podía usar que fuera por completo efectivo, aparte de la magia, pero ¿cómo haría para dirigir todo el poder a tantas cabezas diferentes?
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Editado: 14.10.2021