Lunas de plata

CAPÍTULO 20

Al caer la noche, me escabullí fuera de la casa, aun dentro de la única protección que me mantenía a salvo. Toda la tarde, en los momentos en los que Mag me dio tiempo para pensar, recordé lo que había pasado con la protección. Mi ansiedad aumentaba a cada minuto, pensando en Alan, en si estaría bien, qué tan agotado estaría de estar luchando con los vampiros.

Mag me había dado un poco más de información. Serene no se había aparecido en todo el día por mi habitación, ni por el entrenamiento, contrario a Hem. Descubrí que él, siendo tan bueno para armar y crear cosas, había sido uno de los hechiceros que unió fuerzas en la construcción de ese muro que por tanto tiempo había mantenido a los licántropos y a algunos humanos, protegidos, así que prácticamente había robado la magia de Hem. Él sí se había pasado por la habitación, para hablar con Mag sobre algo que no logré escuchar. Ese fue uno de los momentos en los que había podido pensar.

Me abracé a mí misma cuando una corriente fría de aire me atravesó. Había salido con mi teléfono, por si se me presentaba la oportunidad de saber del mundo exterior. Según lo que Mag me había comentado, los vampiros se habían retirado en el momento en el que expulsé parte de la magia blanca que la protección me había otorgado, pero los licántropos seguían pendientes, oliendo a los vampiros escondidos. Gracias a la influencia de la luna escarlata saliente se estaban encontrando muchos más cuerpos de humanos desangrados. Toda la situación se estaba saliendo de control, los guardianes habían duplicado su trabajo para asegurarse de que las almas no se perdieran o que los brujos las tomaran. Esa era la mayor preocupación: el poder que tenían los brujos en ese momento.

Era de mi conocimiento de que, entre vampiros, lobos, guardianes, hechiceros y brujos, quienes tenían una menor población eran los guardianes, debido a sus episodios de inestabilidad mental que en algunas ocasiones se alargaban por muchísimo tiempo como para que pudieran formar una buena vida. Los brujos eran quienes le seguían, y quienes tenían una mayor población eran los licántropos. A los vampiros podía dificultárseles convertir un humano en uno de ellos, precisamente porque no lograban controlar su sed y terminaban matándolos antes de poder convertirlos. La línea entre la vida y la muerte era muy fina y si se pasaban de ella no había un punto de retorno, en cambio los licántropos podían reproducirse de manera natural y, según lo que sabía, solían ser bastante fértiles.

Tenía miedo de salir, de encontrarme con una guerra, con mi familia en medio de ella o a mi esposo malherido… o algo peor. Me tallé los ojos con las palmas de las manos, intentando borrar de mi mente la desagradable imagen.

Me sobresalté y quité mis manos de mi cara con rapidez cuando escuché un estruendo de vidrios rompiéndose. Un lobo café salió corriendo de la casa, rompiendo uno de los vidrios que pensaba que estaban siempre ocultos, pero que al parecer solo lo estaban para mí. Quizá esa la forma en la que Serene se encargaba de que utilizara la magia: escondiendo las cosas importantes, como puertas y ventanas, de mí.

Serene salió detrás del lobo y lo encerró en un campo que le hizo cambiar de forma de inmediato, dejando un cuerpo desnudo y tembloroso en su lugar. No hice ningún ruido, ni siquiera me moví, solo me quedé observando la escena.

La mujer se alzó en sus brazos temblorosos antes de volver a caer de cara en el pasto. Me sorprendí al entender que la joven era Faith y que el trabajo que estaba haciendo Serene era convertirla en un licántropo, pero ¿cómo? Yo había visto la herida, como la vida se escapaba de su cuerpo, su sangre corriendo por su piel.

Al recordar la sangre mi cuerpo reaccionó. Tuve que apoyarme en el tronco de un árbol caído cuando el mundo bajo mis pies se tambaleó. Jadeé por lo bajo, intentando tomar aire antes de que una película se desarrollara en mi mente. Casi que podía ver todo frente a mí, aunque tuviera mis ojos cerrados e intentara respirar con normalidad.

Un hombre gritaba y rompía unas cadenas. Podía sentir su sed y su enojo. Luego de un flashazo la imagen se adelantó hasta que el mismo hombre, en el mismo lugar oscuro y lúgubre, se alimentaba del cuello de otro, hambriento y sediento, sin importarle los alaridos de su igual.

Abrí los ojos, intentando alejar la imagen que ni siquiera sabía de qué iba, porque no creía que tuviera relación alguna con la profecía, pero la imagen solo cambió por una que ya había vivido, aunque no le conocía el final.

Braham corrió hacia Faith en cuanto ella cayó al suelo, desangrándose. Mordió su muñeca, tirando de su propia sangre en la boca de la castaña, pero la herida solo se cerró, ella no volvió en sí, de hecho, solo cerró sus ojos de todo, su mano lánguida, al igual que su cuerpo. Serene apareció en ese instante, le dijo un par de palabras a Braham para luego tomarla en brazos y desaparecer con ella, sin embargo, veía una presencia sobre su cabeza, una clase de nube azul que nadie parecía notar… también vi el alma de Faith, al lado de su cuerpo, siendo solo un resplandor blanquecino que desapareció cuando la nube sobre la cabeza de la hechicera se la tragó.

Un guardián recuperando el alma de Faith, pero ella estaba ahí, en el mismo patio que yo, a solo metros de mi cuerpo, muy viva. Hasta donde sabía, las almas de los vampiros no podían volver a sus cuerpos, no si un guardián la tomaba para sí.

Jadeé, de nuevo, parpadeando con rapidez para aclarar mi vista y mis pensamientos. La visión se diluyó poco a poco, así que pude enfocar de nuevo a Serene con Faith. La estaba calmando e intentando levantarla.

—Has mejorado, aunque espero que no quiebres mis vidrios de nuevo —decía Serene, su voz llegándome en un susurro. Las miré, confundida, porque pensaba que todo eso iba en realidad de un escape de Faith, no de una práctica de algo.

Me removí incómoda cuando se fijaron en mí, Faith antes que Serene. La hechicera desvió su camino y el de su acompañante para llegar a mi altura.




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