Me vi corriendo por un pasillo que no parecía tener final. Una presencia me acompañaba, aunque no podía verla, por más vueltas que diera, intentando buscar esa voz que me guiaba por el camino que debía tomar.
Mis pies no se veían, solo era consciente de la tela del vestido blanco y largo que llevaba; vaporoso, así como los que solía usar Serene.
Una luz apareció al final del pasillo. Corrí con más fuerzas, hasta que pensé que todo eso era extraño. Solo me tomó un segundo saber que estaba en un sueño, otro más. Me detuve en la luz, jadeando, aunque no podía sentir en realidad mi respiración.
—Hazlo —dijo esa voz que no reconocía y que apostaba que no hablaba mi idioma. Se escuchaba extraña, distorsionada, como si el viento me trajera su susurro de muy lejos.
—¿Qué haga qué? —pregunté al cielo.
—Sal —fue la respuesta. Miré la puerta, asustada de estar muriendo y lo que estuviera viendo fuera el final del túnel. Sin embargo, di un paso al frente. De inmediato me vi engullida por la luz y despeinada por un viento que no retrocedió aun después de abrir los ojos.
Aparecí en casa, en el apartamento que compartía con Alan. La nostalgia me invadió al ver que todo se veía exactamente igual.
Estaba en casa, mi hogar con Alan, pero algo se sentía… mal.
Escuché un susurro proveniente de la habitación, así que corrí hacia allá. Frené mi impulso cuando me vi a mí misma en la cama, llorando con Alan a mi lado.
—Por favor, te lo pido, Abril —dijo él, aunque no sabía a qué refería.
—Hazlo —dijo la voz que me había estado acompañando.
—¿Qué haga qué? —repetí mi pregunta, pero en ese momento no obtuve respuesta.
—No hay nada seguro —dijo la Abril de la cama, mirando a Alan con temor—. No sé cómo hacerlo, y podría no ser yo.
Fruncí el ceño, acercándome.
—Eres tú, lo sé. Por favor.
—¿Qué está pasando? —pregunté al aire, pero seguí sin respuesta. Mis ojos se llenaron de lágrimas al presentir lo que estaba viendo. Me acerqué un poco más, hasta que una barrera invisible me cerró el paso.
—El destino no quiso que estuviéramos más juntos, te buscó otra compañera y…
—No —dije, intentando una vez más acercarme. Me llené de frustración al ver que no podía seguir.
—Hazlo.
—¡No sé de qué hablas! —grité, pero ni yo misma escuché mi voz.
Me desperté envuelta en sudor y sobresaltada. Era un sueño premonitorio, lo sabía y tenía miedo de qué podía significar.
Las mantas se deslizaron por la tela de mi pijama. Todo estaba en silencio, a pesar de que el sol se deslizaba por el cielo iluminando todo.
Me quejé cuando puse mis pies sobre el suelo. Un moretón, hecho el día anterior en el entrenamiento con Mag, se veía por toda mi pierna de una forma grotesca. Me sentía cansada, agotada tanto física como mentalmente.
Busqué mi teléfono antes de levantarme por completo. Salí de la casa por el ventanal de mi habitación, esperando no encontrarme con nadie, como los días anteriores. El primer día, de dos, me había encontrado con Faith. Las palabras intercambiadas habían sido pocas, pero gracias a ellas me enteré de que también se estaba quedando en esa casa. Luego me había encontrado con Serene, de nuevo, que iba apresurada a un lugar desconocido. Esos días casi no los pasó en casa, por lo que me decía Mag antes de los entrenamientos, no sabía qué hacía, y tampoco me interesaba tanto saberlo.
Caminé por unos minutos hasta que llegué al final de la protección. Me mordí los labios, dudosa sobre si salir o no para intentar recibir señal.
—Es un poco temprano como para que estés despierta. —Me sobresalté al escuchar una voz detrás de mí. Me giré, encontrándome a Hux, aun pálido por la materialización.
—Tuve un sueño y ya no sentía sueño —expliqué, como si tuviera la necesidad de hacerlo o si me lo estuvieran pidiendo. Hux miró detrás de mí antes de volver sus ojos a los míos.
—¿Estabas pensando en salir? La última vez que saliste me metiste en un problema con Serene, recuerda que debo acompañarte para cuidarte.
—Creo que ahora sí puedo cuidarme sola. No lo digo tanto por lo físico, porque no podría con ninguno de ustedes, sino con la magia y el entrenamiento que me ha dado Mag.
—Y nosotros no decimos protección a tu cuerpo, sino a tu alma.
—Mi alma no podría volver a mi cuerpo si me llegase a suceder algo. —No me contradijo. Bajó la mirada y dio un paso al frente, un poco más cerca de mí.
—Hoy llegaré a Braham con las almas —dijo de improvisto. Mi atención se volcó a él de golpe—, aunque no sé qué tan bueno será hacerlo hoy, pero no hay otra oportunidad para hacerlo. ¿Estás segura de querer exponer a tu amigo a eso?
—¿Por qué te escuchas tan nervioso? —pregunté, girándome hacia él y cruzando mis brazos sobre mi pecho. Señaló el cielo, así que lo miré, pero estaba tan bonito como cualquier otro día: azul, con pocas nubes y algún que otro pájaro que acababa de despertar y cruzaba el cielo en busca de comida. Alcé una ceja, interrogante.
—Hoy se corona la sangría y no sé cuál es su influencia en las almas.
—¿Hoy es la luna escarlata? —pregunté, exaltada. Hux asintió—. Pero hay una pelea fuera, los vampiros tendrás toda la fuerza para ganarle a los licántropos.
Hizo una mueca.
—Hoy todos estaremos ocupados.
Me tensé un poco más cuando a mi mente llegó el recuerdo del cielo envuelto en rojo. Era la luna escarlata, era obvio que hasta yo debía de estar preparada por si algo sucedía.
—Debo salir —dije, decidida. Debía llamar a Alan, saber cómo estaba. Cuando me giré hacia Hux, él ya no estaba allí, no en su forma material, pero sabía que sí estaba acompañándome.
Suspiré y traspasé la barrera de la protección. Fui hasta el punto en el que la señal cogía un poquito mejor. Llegaron pocos mensajes, pero los ignoré para llamar a Alan. El teléfono replicó, pero no la tomó, así que lo intenté de nuevo, con el corazón latiéndome fuerte en el pecho.
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Editado: 14.10.2021