Lunas de plata

CAPÍTULO 22

—¡Los lobos, Abril, protégelos a ellos! —gritó Mag, apoyando a Serene con su magia. Tenía una preocupación mayor por acabar con Lackasag, el brujo, pero alguien debía de proteger a los licántropos.

De un momento a otro mi pecho se vio rodeado por una clase de metal. Miré hacia atrás, hacia Hem, trabajando en protecciones para nosotros cuatro. Lo ignoré al saber que era él quien estaba detrás de las cosas que comenzaban a rodear partes importantes de mi cuerpo y me concentré en la batalla que se estaba dando entre los vampiros y licántropos. Los vampiros, con su poder aumentado por la luna, estaban derrotando a los licántropos que se les acercaban. Vi, por el rabillo del ojo, una cabellera negra que conocía muy bien, un ceño fruncido en concentración y a mi esposo luchando contra varios de sus enemigos.

Los guardianes hubieran sido un aliado especial, pero las corrientes de aire que me despeinaban el cabello me daban un indicio de que estaban muy ocupados con las almas. El aire era sofocante, con una energía extraña desde que habían aparecido las almas. Los puntos brillantes de luz desaparecían, pero luego volvían a aparecer. Los guardianes, comprendí, no las estaban pudiendo controlar.

Un movimiento a mi derecha me espabiló, reaccioné mandando un cúmulo de energía que impactó más allá de mí, en el cuerpo de un vampiro.

Al verlo intentar traspasar la barrera que había creado Hem a nuestro alrededor me hice consciente de la cantidad de vampiros que había, de los cuerpos caídos y lastimados. Caí en la realidad de que ese no era el único lugar en el que habría vampiros peleando contra licántropos, ni humanos siendo masacrados por esa raza.

Blackthorn podría ser la capital de los seres sobrenaturales, pero todos ellos estaban dispersos por el mundo, así que en todas partes debía haber terror, miedo e incertidumbre.

—¡Abril! —Me llamó la atención Mag. Parpadeé y me alejé un paso. Sabía qué hacer, había tomado una herramienta eficiente en los entrenamientos con Mag, aunque me costaba mantener todo al mismo tiempo, también necesitaba que los vampiros se alejaran de los licántropos y de las almas.

Me concentré, la tierra tembló de nuevo mientras las partículas de oro salían de la tierra antes de ser reemplazadas por burbujas de aire. Cerré mis ojos, concentrándome en mi respiración y en estar concentrada mientras sentía como el oro se iba envolvieron en mi muñeca. Hubo gritos, mucho más miedo con los movimientos de la tierra y con las partículas que no alcanzaban a llegar a mí porque primero se topaban con algún cuerpo, con algún vampiro.

Demoré un poco más que en los entrenamientos

Demoré un poco más que en los entrenamientos, pero al final tuve un largo látigo envuelto en mi muñeca y un pequeño puñal en mi otra mano, pero ese no era para mí.

Corrí, ignorando los llamados de Mag para que me mantuviera dentro del círculo protector que había hecho Hem, aunque luego sentí como otro me envolvía. Ellos tenían mucho más poder, el hechicero podría hacer miles de protecciones individuales si así lo quisiera.

Alan no tenía ninguna protección consigo, no como los demás licántropos que se habían vestido con una clase de armadura. Solo peleaba con lo que tenía a mano, ni siquiera estaba convertido, por alguna razón.

—¡Alan! —Ante mi llamado se giró. Le lancé la cuchilla de oro que no tenía ningún revestimiento para agarrarla, pero aun así la alcanzó. Asintió con su cabeza una sola vez, agradeciéndome. Lo miré, solo por un instante—. Te amo.

—Te amo —respondió él, pero yo ya me había dado vuelta y lanzado el látigo a mi alrededor. Notaba a los vampiros esperando por mí. Muchos esquivaron el filo de las puntitas, pero quienes estaban más cerca no lo hicieron, quedan muy debilitados por las quemaduras que les producía el oro en sus cuerpos. Alan aprovechó esto, junto a otros licántropos que se tiraron encima de los vampiros para enterrar en ellos dagas, algunas de oro, otras de madera.

No me dieron tregua. Había usado un arma contra ellos y buscaron venganza de inmediato, aunque no lo tenían tan fácil. Si bien los guardianes estaban ocupados con las almas, los puntos de luz estaban ocupadas intentando volver a sus cuerpos.

Días atrás Hux me había comentado que las almas se podían volver agresivas y lo comprobé cuando dejaron de ser puntos luminosos para convertirse en figuras traslúcidas de personas. La luna debía de tener alguna influencia en ellas también, porque por lo general una persona normal no podía verlas, ni sentirlas, pero ahí estaban, mostrándose al mundo y quizá esa era la razón por la que los guardianes no podían retenerlas.

Era un desastre. Mientras yo mandaba el látigo a varias direcciones los vampiros me atacaban. La protección que había hecho Hem a veces se debilitaba, dejando espacio para que los vampiros entraran y tuviera que defenderme o con el lazo en mi muñeca, o con mi magia que, gracias a los diferentes estímulos, no sabía cómo usarla porque no podía concentrarme en tantas cosas a la vez.

Grité cuando un vampiro se acercó a mí y con eso logró que su alma, intentando entrar a su cuerpo, se volviera contra mí, enojada por no lograr volver al lugar al que pertenecía. Se fue contra mí. Sus golpes no se sentían como tal, sino como una dolorosa corriente que atravesaba desde el punto en el que me tocaba hasta las puntas de mis pies. El látigo, por más que lo mandaba hacia ella, solo la atravesaba sin hacerle nada. Mis dedos cosquillearon cuando mi mente solo pensaba en quitármela de encima. Era el alma de un hombre, no tan atractivo, pero sí alto y fornido. Apunté mi mano como si fuera un arma, directa a mi objetivo, aunque estaba a ciegas por el ataque del alma.

La magia salió a raudales de mi cuerpo, directa a un cuerpo que esquivaba mis ataques. El alma de un vampiro no podía morir porque su cuerpo seguía «vivo», pero si él moría, ella también debía de hacerlo, así que mi magia buscó el cuerpo del vampiro.




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