Lunas de plata

CAPÍTULO 24

Siendo consciente de la realidad ya veía todo mecánico. Las personas a mi alrededor cuando salí con Alan parecían en un baile programado que de seguro no hubiera notado si no supiera que no era real. Lo único que parecía salirse de esa actuación y ser auténtico éramos Alan y yo

Mi esposo me abrazó por los hombros, pegándome a sí. Tenía miedo del momento en el que se acabara esa ilusión y la idílica vida que podría llevar ahí, aunque viendo a las demás personas actuar como si fuesen robots, solo anhelaba volver.

Íbamos camino al cinema, caminando desde el apartamento. Eso era algo que solíamos hacer: caminar en la tarde, cuando la noche ya estaba llegando. Añoraba esos momentos con Alan, los verdaderos, el pasear con él de la mano, sus besos en mi cabeza cuando estaba distraída, sus manos inquietas sobre mi cuerpo, siempre intentando tener algún contacto con mi piel… Y en ese instante estaba volviendo a tenerlo, pero no era real.

No podía explicar la sensación en mi corazón ante ese hecho. Me sentía mal sabiendo que estaba atrapada en un mundo irreal, quería vivir en la realidad, aunque ella me doliera, pero al mismo tiempo estaba tan cansada de todo que deseaba quedarme al lado de ese Alan, sin tener que luchar, ni verlo alejarse por otro amor.

Cerré los ojos un segundo, aun agarrada a Alan mientras caminábamos. Sentía frío, aunque llevaba puesta una chaqueta de mi esposo y una camisa de manga larga. No pensé en ese hecho hasta que no escuché el chasquido de la energía.

Abrí los ojos de inmediato, alejándome de Alan cuando volví a escuchar el zumbido.

—No, no —dije, agarrando el brazo de mi esposo cuando me di de cuenta de que todo estaba desapareciendo, como si hacer eso me ayudara a llevarlo conmigo, a mantenerlo real.

Pensé que iba a tener un poco más de tiempo con él, distraerme un poco más de la realidad. Si eso había sido un castigo no lo vi cómo tal.

Todo mi entorno comenzó a verse traslúcido, falto de color, aunque estuviera de noche.

Alan parecía no notar nada. Me miraba con confusión mientras él comenzaba a desaparecer también.

Bien, debía aceptarlo, aunque no supiera lo que estuviera pasando. ¿Iba a despertar? ¿O estaba muriendo en ese instante?

Lo comprobé cuando todo se volvió negro y tuve que abrir los ojos, tomando una bocanada de aire cuando me sentí sin él en los pulmones.

El agua se removió a mi alrededor. Estaba desnuda en una bañera con agua tibia y miles de hojas de diferentes tipos de plantas. El olor era rico, no podía negarlo, pero la temperatura del agua parecía no calentarme. Tirité.

¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba desnuda y quién lo había hecho?

La respuesta me llegó cuando la puerta se abrió, revelando una cabellera oscura.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Oh, ya estás despierta. —Alan corrió a mi lado. Se arrodilló para quedar a mi altura, le tendí una mano, como él fuera un polo a tierra y él no dudó en tomarla. Dejó besitos en mi muñeca y dorso, como si él también acabara de salir de un mal momento—. Tienes una costumbre de darme sustos de los mil demonios, Abril.

Cacareé una risa nerviosa que no salió del todo bien, porque lo siguiente que hice fue largarme a llorar. A Alan no le importó mojarse su ropa para atraerme hacia sí, intentando tranquilizarme.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto?

—Estás en casa de Serene. Al parecer te ganaste la ira de un brujo e hizo algo en tu mente. Parecías desmayada, no reaccionabas, solo sangrabas… Me asusté demasiado, hermosa.

—Lo siento. —Sentí cómo negaba.

—Me preocupo por ti, amor. Me preocupa tu estado, Abril, estás apagada, pareces preocupada en todo momento y parece que te rompes a cada oportunidad. Temo que todo esto esté acabando contigo.

—Lo está haciendo —admití—. No tengo ninguna seguridad, lo del brujo demuestra que en cualquier momento podría morir, tú te alejarás de mí y no sé cómo está mi familia, mis amigos, ni siquiera yo misma. Siento que tengo una responsabilidad muy grande, Alan, y no sé si la podré cumplir o no sé si quiero dar todo de mí para lograr mi objetivo.

Se alejó de mí, pero tomó mi rostro entre sus manos. Se dedicó a observarme por un minuto, en silencio, en donde yo me dediqué a tomar respiraciones largas para intentar bajar la ansiedad que sentía.

Luego se inclinó, tomando mis labios entre los suyos. Suspiré al sentir las llamadas maripositas en mi estómago cuando su boca entró en contacto con la mía.

—Te hice una promesa, Abril. Hasta que la muerte nos separe ¿verdad?

—Eso fue antes de que rompiera el vínculo contigo, y de que encontraras otra compañera.

—Pero no la quiero a ella, ya te lo dije.

—Alan… es tu pareja, debes quererla.

—No quiero tener esta conversación ahora mismo, porque ya la tuvimos, pero tú fuiste primero, Abril, te amo es a ti y contigo sí que tengo un enlace, uno legal y emocional. No puedes decirme que no te amo y que sí lo hago con otra chica que ni siquiera conozco. Que sea mi pareja no significa que sea lo que más ame, porque eso eres tú.

Mis ojos se enlagunaron. Recordé las palabras de Belén tiempo atrás, diciéndome que ella no era el primer amor de Adrián en su momento. Besé su brazo y recosté mi cabeza en su mano.

—Te amo, Alan.

—Yo te amo más, hermosa; una prueba de eso es que solo pensé en ti cuando vi que te estaban atacando.

—¿A qué te refieres? —Él solo me miró, avergonzado y lo entendí. El lobo moteado, golpeado también por la magia… era su compañera—. Oh, Alan, lo siento.

Negó.

—No lo sientas, Serene también la revisó a ella, es solo que… me siento un poco culpable.

—No fue tu culpa.

—Bueno, si me hubiera quedado en la regla de que tengo que ver por mi compañera, sí lo es, pero solo pude reaccionar cuando vi que una bala de magia iba a golpear a mi esposa. Si no tuviera corrido hacia ti, ella hubiera estado a salvo.




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