Lunas de plata

CAPÍTULO 26

Mag abrió la puerta al tocar. No parecía ser ella misma, sino una versión desmejorada de sí. Su cabello se apelmazaba a los costados de su rostro, que a su vez se veía cansado y ojeroso. Sin embargo, nos regaló una sonrisa y abrió la puerta más para dejarnos pasar.

—Ustedes dos deberían estar descansando —regañó con suavidad. Le intenté sonreír, pero el peso de Braham en mis hombros me estaba encorvando. Ella lo notó, así que tomó el control de la situación ella misma y guio al vampiro —ya no tan vampiro— a una silla cercana.

La habitación en la que estaba Serene parecía diferente, desprovista de mobiliario, solo dos sillas, una cama y una mesa de noche con un cuenco de agua. Serene estaba sentada en la cama, pero parecía estar a punto de caer dormida.

Tomé asiento también en la cama, sorprendiéndome al sentir el calor que emanaba la hechicera. Comprendí el porqué del cuenco con agua y los paños a los lados. Corrí a ellos, humedeciéndolos lo suficiente como para bajar la fiebre.

Ella suspiró cuando puse el paño en su piel.

—Se siente refrescante, pero creo que Braham es quien más lo necesita.

—Los hechiceros deberían ser un poco egoístas de vez en cuanto —respondí, poniendo otro de los paños, esta vez por sus hombros.

—¿Cómo estás, Braham? —preguntó, dejándose hacer. No me metí en la conversación, solo me dediqué a cambiar los paños. Serene me dio unas cuantas miradas, agradecida por lo que estaba haciendo. Yo le respondí con una sonrisa a medias.

—Bien, estoy vivo, eso es lo que debe de importar ahora ¿no? —Serene le sonrió también a él.

—El malestar pasará, solo necesitas esperar a que mi magia actúe en ti como debe ser. ¿Y tú, Abril? ¿Cómo estás?

—Solo un poco cansada —admití—. ¿Por qué quitaron la protección a la casa? ¿Cómo te sientes tú? ¿No deberías estar metida en una bañera, así como hicieron conmigo?

Ella suspiró.

—Lo tuyo fue diferente. Mi cuerpo está así porque es como si se tratara de un motor, entre más le pida, más se calentará, en cambio el tuyo estaba intoxicado por la magia, debíamos bañarte con aguas que te la quitaran de encima. En cuanto a la casa, ya no es necesario mantenerla oculta, podemos defendernos entre todos y presiento que a ti te hace falta la compañía de Alan… Deberías aprovechar para dormir un poco antes de que vuelva a caer la noche. Presiento que hoy será mucho más agitado que ayer.

Cerró los ojos, como si el mero hecho de pensar en lo que se vendría le cansara sobremanera.

—¿Lo presientes o lo sabes? —preguntó Braham.

—Lo sé… Hoy hay eclipse —soltó la información. En cuanto lo dijo imágenes rojizas acudieron a mi mente. Más muertos, sangre desconocida, manos enterrando estacas y puñales en carne.

Parpadeé y sacudí la cabeza para mandar todo eso lejos de mí.

—¿Y qué significa que haya eclipse?

—No te lo puede decir —me adelanté a la respuesta de la hechicera. Serene se rio, pero me dio la razón.

—No puedo arriesgarme a que cambien el rumbo de todo.

—Pero se la dijiste a Faith.

—Porque ella debe saberlo. —Braham resopló ante la respuesta que obtuvo.

—Cada vez todo esto tiene menos sentido.

—Lo más importante está pronto a acabar, no te preocupes… Abril, insisto: deberías ir a descansar un poco.

La miré a los ojos. La seriedad en ellos me decía que debía hacerle caso. Suspiré, dejando el paño a un lado y asentí una sola vez.

—¿Y tú cuándo descansarás?

—Estaré bien para la noche… Anda, Alan te debe estar esperando en tu habitación.

No pude negarme. No podía pretender que todo estaba bien, pero sí debía descansar y hacerlo con Alan sería lo mejor. Sabía que él estaba cerca, lo había dicho.

Salí de la habitación, un poco más tranquila por las palabras de Serene. Confiaba en que realmente sí fuera a estar bien. Llegué a la solitaria habitación. No esperé a Alan para quitarme el vestido y cambiarlo por un short y una camiseta, ni para meterme bajo las mantas, aunque solo pude quedarme con los ojos abiertos, intentando recordar todos los sueños, todas las imágenes que había tenido del futuro.

Nada llegó a mi mente. No sé cuánto tiempo había pasado antes de escuchar que alguien entraba. Mi esposo se deslizó como una sombra por la puerta. La cerró, aunque no tuviera un verdadero seguro. Lo miré desde la cama, aun perdida en mis pensamientos.

—¿Llegué tarde para una siesta con mi amada? —Sonreí. Lo invité a la cama con un gesto de mi mano. No demoró en acatar mi petición. Se quitó la camisa y también los zapatos antes de meterme a mi lado. La cama no era la más grande, pero eso solo logró que me gustara más por la cercanía que imponía entre mi cuerpo y el de Alan.

Lo abracé como antaño; él me devolvió el abrazo junto con un beso en mi coronilla.

—Saldremos de esto ¿verdad? —me atreví a preguntar luego de minutos en silencio.

—Quiero creer en la magia del amor y en que seremos capaces de todo por él. —No pude evitarlo: me reí.

—Un hombre lobo creyendo en el poder del amor. Me sorprende —dije, apoyando mis brazos en su pecho para poner mi barbilla en ellos y mirarlo más directo. Él me sonrió y corrió el cabello de mi rostro.

—Contigo confirmé que esa es la fuerza más poderosa del universo —susurró. Me sonrojé.

—Debería estar acostumbrada a tus palabras bonitas. Al principio de verdad pensé que solo las decías para conquistarme y creo que he estado esperando todo este tiempo a que dejes de decirlas, pero nunca lo haces. No es una queja, me gusta que me hagas sonrojar.

—Hay muchas maneras de sonrojarte, preciosa —insinuó con doble intención, metiendo su mano debajo de mi camiseta. Me estiré hasta tocar sus labios con los míos.

Bueno, Alan podría brindarme una buena distracción que me dejaría agotada y con ganas de dormir.

Me subí sobre sí. Me quité la camiseta antes de que objetara mi decisión. Su pecho se amplió con la respiración que tomó al verme desnuda de la cintura hacia arriba. Sus manos, como siempre, pararon en mi cintura para darle más estabilidad a mi cuerpo sobre el suyo.




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