Lunas de plata

CAPÍTULO 27

Alan me encontró en el jardín, aovillada en el tronco de un árbol, con las lágrimas saliendo sin medida de mis ojos. Estaba afectada por toda la situación, por Alan, por Gisele, por mí misma.

—Abril… —comenzó, pero yo me alejé de él cuando hizo el intento de acercarse a mí. Se había puesto su camisa y zapatos, la razón por la que no me había seguido hasta ahí en un principio. Suspiró, dejando suspendida su mano frente a mí—. No hicimos nada malo, Abril. Yo soy tu esposo, tú mi esposa. No es malo querer tener relaciones.

—No debería ser algo malo, pero eso dañó a una persona. ¿Sabes lo mal que me hace saber que algo que debería ser normal entre nosotros ya no lo es más? He estado contigo incontables veces, solo obteniendo buenas cosas, pero ahora resulta que al hacerlo obtengo a una persona con el corazón roto, sabiendo que tuve sexo con mi esposo. ¿Te das cuenta de la inmensa diferencia entre mi vida de antaño a la de ahora? Antes era una humana que lo único extraño en su vida era su novio licántropo, ahora soy una hechicera, o algo así, que ama a un licántropo que debería amar a otra persona, pero solo le hacen daño… no quiero hacerle daño a nadie, Alan, esa nunca fue mi intención.

—Lo siento. —Sollocé cuando se disculpó conmigo.

—No te puedo culpar de nada. Yo soy la responsable de todo esto. Entiendo el punto de haber roto el vínculo entre tú y yo, lo que no entiendo es por qué la vida te unió a otra persona. Quizá solo es eso: estás destinado a estar con ella, no conmigo, sin importar cuánto me ames o cuánto te ame yo a ti.

—No digas eso, por favor —susurró—, me hace pensar que ya no quieres nada conmigo.

La risa que salió de mi garganta casi me lastimó.

—Me he imaginado contigo recorriendo el mundo, he imaginado peleas ficticias para tener múltiples soluciones a ella, aunque solo sean hipotéticas. Me he imaginado organizando nuestra casa, decorándola junto a ti, organizando una habitación para un futuro bebé… quiero estar contigo, no me imagino otro futuro diferente a estar a tu lado, pero muchas veces no es lo que deseamos, lo que queremos. Yo no quería que mi vida diera este giro, no quería separarme de ti ni pelear una guerra que no me pertenece y que empezó hace mucho… Esto no es lo que conozco, Alan. Me siento una extraña en mi propio cuerpo, una impostora contigo y una traidora… Esto no soy yo.

—Acabará todo y podrás volver a ser tú, preciosa. —Comencé a negar en cuanto dijo la primera palabra, sabiendo cómo iba a continuar—. No volverás a sentirse así cuando todo acabe.

—No volveré a sentirme como yo nunca, Alan. Ya no soy la misma y no puedo pretender serlo.

Él se quedó en silencio, bajando la mirada y también la mano que había dejado extendida para mí. Lo observé sin decir más.

—Sé que no serás la misma. No eres la misma de hace casi dos años, ni la misma de hace cuatro. Has crecido, has madurado y esto solo es una prueba más, pero quizá la más grande que pasarás como persona y nosotros como pareja… La única diferencia es que no has podido procesar todo lo que ha pasado y no te culpo; yo tampoco lo he hecho, pero espero que puedas tomar esto para ti, para seguir siendo la chica de la que me enamoré, esa chica terca y testaruda que cuando me dio su corazón se convirtió en alguien dulce.

Las lágrimas quemaban mis ojos. Se dio la vuelta, no diciendo nada más antes de volver a la casa.

Sollocé al verlo lejos, sabiéndome sola. No sabía si él me podría escucharme aun dentro de la casa, pero no podía contenerme.

Era consciente de que me estaba desmoronando. La estabilidad mental que tuve antaño se había acabado. Necesitaba ayuda, si todo resultaba como debía de ser, necesaria ayuda.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que Serene me encontrara. Lo primero que vi de ella fueron sus pies, cubiertos por la tela de un vestido largo. Ella debía pelear, estaba segura de que con un vestido así no sería muy ágil, por toda la tela enredándose entre sus piernas… pero era una hechicera con el poder de convertir su cómodo vestido en una armadura de combate o un arma. Lo segundo fue su semblante por completo recuperado.

Mag la seguía a una distancia prudente, pero su aspecto cansado también se había desvanecido, mostrando el brillo que la magia les otorgaba.

Solo les bastó un día o menos que eso para recuperarse y mostraste tan fuertes y poderosas como cualquier otro día. La única diferencia iba en el cabello de Serene, el cual parecía haber perdido color y volverse un tanto cano, pero ni siquiera Mag, que se suponía no tenía tanto poder que la otra hechicera, se veía mal. Quise reír. Ellas estaban ya acostumbradas, nacieron casi sabiendo su destino, mientras que yo me estaba volviendo loca, me sentía cansada, sin ánimos u energía y con una motivación cada vez más desvanecida.

—La noche está pronta a caer —habló Serene con su voz suave. Sus ojos corrían de un lado a otro por mi rostro, repasando mi expresión, mis ojos hinchados y posiblemente mostrando toda la tristeza y vacío que sentía en ese instante. Sus manos se enlazaron frente a sí, su mirada ablandándose. Se giró hacia Mag—. Estaré ahí en el momento oportuno, puedes adelantarte.

Mag asintió una sola vez e hizo su camino de vuelta a la casa, aunque presentía que no iba hacia allá.

Para mi sorpresa, Serene se sentó a mi lado, en la tierra, sin importarle ensuciar su vestido o parecer muy mundana, algo muy impropio en ella.

—¿Tienes algo para decirme hoy?

—No, todo lo que tengo que decir ya te lo he dicho y presiento que Alan también te ha dado sus palabras… Hoy es la noche más importante de la profecía, solo espero que eso te haga sentir un poco mejor, quitar un tanto la carga que tienes sobre tus hombros. —Miré mis manos y jugueteé con sus dedos.

—¿Qué es lo que pasará hoy?

—Lo verás en unos minutos. Debemos irnos. —Negué.

—No estoy preparada para irme —susurré. Serene suspiró y se puso detrás de mí. Tomó mi cabello, sus dedos suaves entre las hebras.




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