Lunas de plata

CAPÍTULO 34

—Bien, has mejorado.

Me dejé caer en el suelo, rendida y jadeando. Mag se rio al verme tan agotada.

Los entrenamientos con ella no habían dejado de ser fuertes y agotadores, más que todo mentalmente. Una semana más había pasado, poco a poco todo volvía a su cause mientras yo intentaba controlar la magia que Serene me había dejado y el poder que obtuve de la antigua protección. Eran días extraños, no podía negarlo. Los humanos volvían a la normalidad, por lo que ya algunos lugares abrían, supermercados y restaurantes. Agradecía con una fuerza asfixiante eso.

Quizá lo que no progresaba tenía que ver más con nosotros. Braham, por ejemplo, seguía intentando recuperarse y adaptarse a su nueva vida. Los Lee lo habían vuelto a acoger, Mag era quien le proporcionaba la sangre para su supervivencia mientras Belén se encargaba de hacer unas clases de ejercicio con él. Su corazón aun no latía como el de un humano normal, casi podría decirse que tenía un corazón perezoso, aunque todos le aseguraban que era por el reciente cambio. Iba mostrando mejorías, sin embargo. Solo lo había visitado una vez esa semana. La mayor parte del tiempo estaba con Mag, entrenando mi magia con ella y luego volvía a casa para descansar. Muchas veces me quedaba dormida en el sofá así que Alan debía despertarme para comer e irnos a la cama. A él lo veía estresado y con poco tiempo para hablar por todas las reuniones que estaba teniendo con Rich y los demás encargados de la manada. No se había decidido por hacerlo, aunque en realidad presentía que ya su decisión estaba tomada.

Mag se encargó de organizar y dejar todo como estaba. Mis manos dolían, en especial la punta de los dedos que también se sentían calientes por la magia que salió de ellos. Mag me enseñaba a controlar cuerpos, comenzando por animales pequeños porque no me podía dar el lujo de comenzar con un humano y quizá volverlo loco. Eso sería un problema. Días anteriores me había estado enseñando sobre hechizos permanentes y el uso de la simbología. Había llevado un par de hechizos que quería probar, en especial de protección. Mag me había acompañado en cada proceso.

—Creo que pronto estarás lista para marcarte. —De inmediato la miré.

—¿Marcarme? —Mag se giró para verme de frente. Asintió una sola vez, cruzando sus dedos frente a sí.

—Sí, ya eres una hechicera, necesitas tener el símbolo para que tu magia se potencialice más y sepa que solo te pertenece.

Quise darme una cachetada cuando recordé que ellos tenían en sus pieles el símbolo de le hechicería. ¿Cómo pude haberlo olvidado?

En mi defensa, debo decir que ellos escondían el símbolo, por alguna razón.

—¿Dolerá?

—Es un tatuaje —respondió como si nada—, luego tendrás la oportunidad de esconderlo, como solemos hacer todos a menos de que requiramos mucha energía.

—¿Un tatuaje? Pensaba que sería algo así como la marca con Alan, que solo aparece y ya. —Mag negó.

—La marca con tu compañero no es un símbolo, solo ayuda al reconocimiento, pero en todo aquel que la tenga será diferente, en cambio, el símbolo nuestro sí que es de ayuda y es único.

—Pero entonces cualquiera podría usarlo.

—No cualquiera tiene magia. El símbolo de la hechicería es un símbolo que actúa para la magia, así como los símbolos de protección actúan sobre elementos materiales. Podrías tatuártelo, sí, pero no te serviría de nada más que llamar la atención sobre ti, por eso lo ocultamos.

—¿Y cuándo debo hacerlo?

—Le avisaré a Hem para que te lo haga en dos días, así tendrás tiempo para prepararte.

—¿Dolerá mucho? —Mag sonrió, divertida.

—Tienes magia, la creas, Abril, está en ti no sentir el dolor de la aguja.

—¿Dónde me lo harán? —Ella no perdió la sonrisa. Suponía que todas mis preguntas le divertían.

—En el lugar donde tu magia se concentra. Al igual que Serene, tu magia se concentra en tus manos, podrías hacértelo en cualquier parte, pero es mejor hacerlo en donde está el mayor cúmulo de poder.

—Tu tienes el tuyo en el cuello, ¿no?

—Mi magia está en su mayor parte en mi cabeza, pero para obtener el tatuaje debía raparme y amo mucho mi cabello como para hacerlo, por lo que opté por un lugar cercano.

—¿Y Hem? —Se señaló el pecho. No pregunté por qué lo tenía ahí, me podía hacer una idea.

Bostecé, cansada del día. El cielo ya se estaba oscureciendo; mi señal para saber que debía de irme.

—Tómate el día mañana —dijo cuando ya me había despedido y tenía un pie dentro del auto. Sonreí, asentí y con pocas palabras me despedí.

En el camino por poco me duermo al volante. No demoré mucho en llegar al apartamento. Las luces estaban encendidas y el aroma de carne salteada inundaba el piso. Se me hizo agua a la boca con solo el olor

Alan estaba de espaldas a mí cuando entré a la cocina. Se movía de un lado a otro, con su camisa remangada hasta los codos y su cabello todavía organizado. Había estado trabajando, en la constructora porque su padre había levantado los días de «descanso» al ver que los humanos ya podían retomar gran parte de la normalidad. No todas las mentes de los humanos se habían «organizado», pero sí la mayoría del pueblo y gran parte de la ciudad. Era una ventaja que entre esos dos poblados estuviera el mayor cúmulo de seres que en el resto del mundo, según lo que sabía, así el trabajo se había adelantado bastante por la cantidad de hechiceros que habitaban la zona.

—Huele rico —dije, sorprendiéndolo al abrazarlo por detrás. Era cierto lo que me había dicho: sus sentidos se tranquilizaron al saber que no había un riesgo presente. Si no estuviera el tema del liderazgo de la manada y nuevo vínculo, apostaría mi vida a que hubiera estado más relajado que otros momentos del tiempo que lo llevaba conociendo.

—Quería sorprenderte. —Sonreí cuando se giró hacia mí. Besó mis labios con mesura y por poco tiempo, aunque no me quejé. Reí, recordando una conversación que habíamos tenido tiempo atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.