Lunas de plata

CAPÍTULO 42

La música llenando el espacio fue lo primero que escuché cuando desperté. Estaba abrazando uno de los cojines como si fuese mi compañero de cama. Mis ojos pesaron al abrirlos y también ardieron, como si no hubiera dormido por una eternidad, aunque suponía que sí lo había hecho.

Hice un análisis de cómo me sentía: mis huesos dolían poco, mucho menos que mis músculos. No sentía nada atrofiado, así que supuse que podía levantarme sin problema alguno, solo me sentía un tanto rígida y perdida en el espacio, aunque sabía que estaba en casa, en el apartamento que compartía con Alan, en mi cama, rodeada por su olor, no solo por las sábanas, sino porque estaba vestida con un jersey suyo.

Me levanté con un poco de lentitud, sin querer que me fallaran las piernas o algo por el estilo y tuviera que llamar a alguien para que me ayudase. No lo necesité, en todo caso, porque al parecer el usar la magia sí que ayudaba para no sentirme más débil luego.

Usé la pared para moverme por el apartamento hasta la cocina. Alan era quien estaba escuchando música mientras se movía por la cocina.

—¿Estamos esperando visitas? —pregunté al ver la encimera llena de platos de diferentes cosas. Alan se giró hacia mí, un tanto sorprendido, pero una sonrisa no demoró en aparecer en sus labios. Dejó lo que tenía en sus manos para caminar con prisa hacia la entrada de la cocina. Me sorprendí cuando me levantó del suelo mientras me besaba con fuerza. Estaba feliz, lo noté desde que lo había visto, pero lo comprobé mucho más con su beso.

—Hem me dijo que te levantarías con hambre —respondió. Mis ojos se abrieron, mis manos sin abandonar su cuello que antes había rodeado para sostenerme mejor. Sus brazos tampoco dejaron de levantarme, ni sus labios dejaron de sonreír.

—¿Todo eso es para mí? —Asintió. Me quejé, pero también me reí—. Amor, eso es como para toda tu familia. Quizá tenga hambre, pero mi estómago no se ensanchó por arte de magia.

Se rio, soltándome.

—Come hasta donde puedas, hay un poco de todo. Si sobra algo ya no tendremos que cocinar mañana.

—Ni durante todo el mes, al parecer. ¿Por qué estás de tan buen humor? —Se acercó a mí luego de que yo tomara asiento en la barra. Me sonrió, inclinándose para volver a besarme.

—Porque tengo a mi lado a una mujer maravillosa. Vives sacando la mierda de mí con tus desmayos, pero no puedo expresar lo orgulloso que estoy de ti, Abril.

Me sonrojé ante sus palabras. Rio, tomando varios platos y poniéndolo frente a mí.

Comencé a comer en silencio, mientras esperaba que él se uniera a mí. Al tenerlo a mi lado, me atreví a preguntarle lo que había sucedido.

—Los guardianes, en su mayoría, han despertado. Hem les ha estado ayudando con toda la transición, pero están bien. Mag sigue un tanto débil, pero está despierta y recuperando su energía. Me dijeron que despertarías pronto, por eso hice toda la comida.

—¿Cuánto tiempo dormí?

—Oh, solo una noche. No ha sido tan traumatizante como las otras veces.

—¿Cómo fue tu reunión?

—Lo mejor que pudo ir. Estaba preocupado por ti, esperando la llamada de mi madre o de alguien que me diera alguna noticia, así que estaba un poco desconcentrado, pero mi padre lo supo manejar. —Me sentí un poco mal por eso. Suspiré, bajando la papita frita que iba para mi boca.

—Alan, de verdad siento mucho que estés descuidando tu trabajo por mí. —Su mano voló hacia mi rodilla, apretando.

—Relájate, luego podré tomar de nuevo el ritmo. ¿Cómo te sientes? Te has preocupado por preguntar por todos, pero no me has dicho de ti. —Cavilé por un instante, masticando la papa que había dejado de lado solo un minuto atrás.

—Estoy bien, me siento cansada, sí, y un poco adolorida, pero me siento mejor que en otros momentos.

—¿Y el don de Serene? ¿No te sientes diferente por eso? —Fruncí el ceño y negué.

No, ni siquiera lo sentía como tal. Supuse que debía de activarlo o manejarlo más para poder hacer algo con él. Debía preguntarle a Mag sobre eso, pero decidí que no lo haría ese día. Me dediqué, entonces, a dormir y solo acurrucarme al costado de Alan. No salimos, Alan se había preocupado más por mi descanso que por mi distracción, así que solo nos quedamos en casa por un par de horas antes de que yo volviera a caer dormida.

Al día siguiente fuimos a casa de su familia, gracias a una invitación que nos había hecho Belén, sin embargo, de saber que ahí sucedería algo que me pondría un tanto mal, habría rechazado la invitación.

Quizá fue por estar rodeada de tantos enlaces y almas que el don que residía en mí se activó. Estábamos en el jardín trasero de la casa, Adrián asando una carne para su familia cuando comencé a sentirme mal.

Alan, no sé cómo lo hizo, pero lo notó, aunque yo intenté disimular el mareo que me embargó de repente mientras conversaba con Belén. Cuando mis ojos chocaron con los de mi esposo me levanté. Fue rápido para tomarme en brazos al ver que mis rodillas se doblaron luego de dar unos pasos.

Belén corrió hacia mí, al igual que Charlotte. Adrián intentó acercarse, pero mi suegra lo detuvo.

—Abril, ¿qué pasa? —preguntó Alan, ayudándome a caminar dentro de la casa para sentarme en un sofá más cómodo y amplio que los de exterior. Mantuve mis ojos cerrados, confiando en él para que me llevara.

—No lo sé, estoy mareada —respondí.

—¿Quieres irte? Te dije que era mala idea salir ahora, necesitas descansar. —Negué, tomando su mano y apretándola antes de abrir los ojos, sin esperar ver que lo rodeaba una clase de luz que se dispersaba en una línea hacia un lugar desconocido… pero no era la única.

Alan me preguntó qué pasaba cuando noté que miraba a Charlotte y a Belén con sorpresa y miedo, notando que ellas también se veían rodeadas de lo mismo que Alan, pero fue Belén y la entrada de Adrián junto con Kiona lo que me dio una idea de lo que estaba sucediendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.