LIAM......
La batalla rugía a nuestro alrededor, el sonido de garras rasgando la carne, el crujir de huesos bajo el peso de nuestros cuerpos transformados miré alrededor, el campo de batalla estaba cubierto de cuerpos de nuestros lobos caídos teníamos tres días en batalla gracias a el cielo mi hermano estaba en nuestra tribu protegiendola y no aquí entre medio de cuerpos de amigos muertos.. pero yo, yo estaba en medio de ella, mi lobo tomando control por completo, la furia de la lucha haciendo eco en cada golpe. Al ser el alfa, mi presencia se imponía, mi forma era la más grande, la más imponente, una sombra oscura en el campo de batalla, mi pelaje negro como la noche y mis ojos dorados brillando como brasas.
Mis compañeros lobos luchaban junto a mí, un ejército dirigido por mi voluntad, pero no podía evitar sentir que todo dependía de mí. Era mi manada, mi responsabilidad, y no iba a permitir que el enemigo se acercara ni un paso más. El aire estaba cargado de tensión, los gruñidos de los lobos, los gritos de los humanos, y el choque de las armas entre los nuestros y los suyos creaban una sinfonía de caos.
Mi lobo se movía con una agilidad inhumana, saltando, atacando, derrapando por el suelo, desgarrando a aquellos que se cruzaban en nuestro camino. Cada enemigo que caía ante mí se sentía como una victoria personal, una reafirmación de mi poder, pero también de mi deber. No solo luchaba por mi manada, sino por el legado de mi tribu, por nuestra supervivencia. Sabía que esta batalla era solo el principio, y las amenazas que se cernían sobre nosotros eran mucho más grandes que cualquier combate físico.
Recuerdo el momento en que me enfrenté cara a cara con el líder enemigo. No fue solo un duelo de fuerza, sino de voluntad. Él también era un lobo, pero no era ni la mitad de lo que yo era. Cuando me lanzó un feroz ataque, lo detuve con una facilidad que lo hizo retroceder, y en su rostro vi el temor. Mi lobo no perdonó, y en un solo movimiento, lo derribé al suelo, mi garra atravesando su pecho con la misma facilidad con la que uno aplasta una hoja seca. Su vida se desvaneció ante mí, y su caída marcó el fin de su resistencia.
Sin embargo, el campo de batalla no se detuvo, y mi manada continuó su marcha. Mis lobos, coordinados bajo mi liderazgo, eran implacables. Cada movimiento, cada ataque, estaba guiado por la certeza de que, como el alfa, yo era quien marcaba el rumbo. Luchábamos como uno solo, y no había enemigo que pudiera hacer frente a la fuerza combinada de nuestra manada.
Con cada victoria, el suelo se teñía de rojo, pero la sensación de poder, de control, me envolvía. Sabía que la batalla era nuestra, pero había algo más importante en juego. No solo era una cuestión de honor o venganza; era la supervivencia de nuestra tribu, nuestra forma de vida. Y mientras mi lobo se erguía sobre el cadáver del último de nuestros enemigos, supe que había cumplido con mi papel.
La batalla terminó con la victoria de nuestra manada, pero el eco de las luchas no se disipó. En mi mente, la estrategia siguiente ya estaba en marcha. Sabíamos por un infiltrado que el norte y el oeste estaban forjando una alianza. Y que los hermanos de la tribu de el este estaban visitándolos ellos aún no conocían el alcance de nuestra victoria y nosotros si eran un nuevo enemigo, y si no lo eran estaban demasiado lejos, viajando por el oeste, mientras nosotros, en el sur, ya teníamos información crítica.
El sur y el este estaban en peligro. No podía quedarme de brazos cruzados, y mientras mi lobo regresaba a su forma humana, ya estaba pensando en el siguiente paso. Mandé a un emisario, uno de los más confiables de mi manada, para que se dirigiera al este y al sur, llevando la noticia de que mi tribu era ahora una fuerza imparable. La guerra entre nuestras naciones no había terminado, y la alianza de nuestros enemigos solo significaba que el verdadero desafío estaba por venir.
Mi misión estaba clara: debíamos ser más fuertes, más rápidos, más inteligentes. Era el momento de actuar, de prepararnos para lo que sabíamos que se avecinaba. Y con la luna llena brillando sobre nosotros, supe que lo peor venía.