Lunas escarlata

CAPÍTULO 2

Cuando apenas me estaba enterando del funcionamiento del mundo de Alan, me había sorprendido al descubrir que en realidad un noventa por ciento de los lobos que se decía que habitaban en el pueblo eran licántropos y no lobos normales. Dejando el diez por ciento, aun así pensaba que eran muchos lobos para nunca haber visto uno en lo que iba de mi vida, porque Alan no contaba, él era licántropo.

Lo triste de todo eso es que los verdaderos lobos vivían muy profundo en el bosque, lo suficiente profundo para no escuchar muy bien sus aullidos desde la periferia del bosque, a menos de que tuvieras un oído super desarrollado como el de Alan.

—En este momento están aullando.

—No escucho nada —me quejé acostada en el capó del auto. Mandé un manotazo desganado cuando escuché la risa de mi novio al burlarse de mí.

—Debería haber alguna forma de que los compañeros humanos se volvieran licántropos.

—No gracias, no quiero tener que meterme en medio de peleas con vampiros.

Él volvió a reír y se acomodó sobre mí, sus brazos a cada lado de mi cabeza sosteniendo su peso.

—Piénsalo, trae más ventajas que desventajas. Correrías más rápido, tendrías todos tus sentidos más desarrollados, incluso tu fuerza. Te ayudaría para poder defenderte mejor contra un vampiro o alguien de nosotros que te quiera hacer daño como Kirian lo intentó en su momento.

Suspiré, enredando mis manos en su cuello para sentirlo más cerca de mí.

—Prefiero que seas tú mi héroe, Alan. Vivo feliz como humana.

Una expresión cruzó su rostro con rapidez. No entendí la razón de eso, pero tuve que preguntarle, porque no creía que fuera por un pensamiento pasajero.

—¿Qué pasa? —Mi pregunta lo hizo suspirar y alejar sus ojos de los míos. Se volvió a recostar a mi lado, mirándome de costado.

—Solo… me frustra pensar que esa es la razón por la que no pasa nada. —Mi buen humor menguó al comprender lo que pasaba—. A mí no me importa tanto, Abril, pero sé que a ti sí.

Me molestó un poco que sacara el tema, porque cada que yo lo hacía él se molestaba y terminábamos en una discusión. Además, habíamos quedado en que no hablaríamos más de ello de no ser necesario.

—Habíamos acordado no hablar de eso, Alan.

Se quedó en silencio.

—Lo siento, tienes razón —susurró, levantándose.

Yo me quedé acostada aun sobre el capó del auto, pero dejé escapar la respiración con fuerza por entre mis labios. Todo estaba en calma, contrario a la situación que estaba a punto de desarrollarse.

—Alan…

—Quedamos con los chicos, Abril, deben estar esperándonos.

No hice nada, solo volteé la cabeza para mirarlo.

—¿Te enojas cuando saco el tema y luego lo haces por no dejarte seguirlo?

—No estoy enojado, Abril.

—Pero estás huyendo, Alan. La noche es demasiado bonita como para arruinarla con una mala actitud. Estoy intentando dejar todo de lado, pero no me ayudas.

De un salto quedé en el suelo. A mi paso tomé la manta en la que nos habíamos acostado y mientras caminaba hacia el asiento del copiloto la doble. La tiré a los asientos traseros, esperando que Alan se subiera.

Aun en la oscuridad lo pude ver. La luna llena estaba iluminando todo el claro en el que estábamos. Cuando lo conocí su cabello estaba más largo y aunque en ese momento no estaba corto, me gustaba más cuando tenía un poco más que acariciar. Se pasó las manos por el rostro, frustrado, al parecer, antes de caminar hacia el auto y meterse en él.

—Lo siento, Abril —dijo, encendiendo el motor.

—Yo también lo siento, Alan —susurré en respuesta. No pensaba que él supiera la verdadera razón por la que me disculpaba.

***

Pasar tiempo con mi familia siempre era relajante. En las fiestas navideñas la familia de Alan y la mía se juntaron algunos días especiales y lo celebramos juntos. Mi hermana, Maxon y Aaron habían venido, junto a la novia del último, así que todo se había visto un tanto complicado por la cantidad de personas presentes, aunque no dejó de ser divertido.

Me dio pena que mi hermana se tuviera que ir, pero tal como ella dijo, era casi una seguridad que volviera definitivamente al pueblo, o a la ciudad en su defecto. Su carrera estaba a punto de terminar, y no quería estar más tiempo tan separada de su familia. Maxon era otro cuento. Él seguiría a mi hermana al fin del mundo de ser necesario, teniendo por ventaja que no era tan apegado a su familia. Quizá solo a Aaron, pero el castaño siempre podía acomodar sus horarios para permitirse venir un par de veces. Era una fortuna que los problemas que habían tenido en el pasado con personas en el pueblo se hubiera solucionado y ellos pudieran volver.

Sin embargo, tal como lo había predicho, el calor corporal de Alan me hizo falta desde la primera noche que pasé en casa. Casi no dormí, más que todo porque me quedé al teléfono con Alan. También me extrañaba, como era algo obvio, así que habíamos recurrido a lo antiguo: las llamadas y mensajes.

A pesar de extrañar a Alan, pensaba que era lo mejor en ese instante. Mi mente estaba de nuevo confusa, y tener a Alan un poco lejos ayudaría con eso. O eso esperaba, porque no quería tener algún problema al terminar la semana con mis padres.

Ellos no sabían de mi compromiso. Mi anillo cada que estaba con ellos se mantenía guardado en mi cajón, en su estuche. Tenía miedo de decirles algo, aunque ya tenía la mayoría de edad para hacer lo que quisiera.

Recordaba que a mi cumpleaños Alan había esperado que les dijera a mis padres que estaba comprometida. Sabía que lo había decepcionado al decirle que prefería esperar un poco más a casarme con él y mucho más cuando no le dije un argumento razonable.

—Deja la ventana abierta para mí. —Me reí cuando me lo dijo.

—Solo llevamos dos días separados, Alan.

—¿Eso es una indirecta de que no me extrañas?




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