Lunas escarlata

CAPÍTULO 3

 

Alice:

Estaba tan nerviosa! Todavía me duele el dedo por el pinchón, pero te juro que fue tan sexy ver que lo lamía… Uff.

Alice:

En fin, me siento bien.

Alice:

Me siento especial y estoy llorando de la felicidad porque estoy sintiendo lo que siente él

Alice:

Supongo que me comprendes, aunque nunca me has dicho qué puedes hacer con Alan. Ya probaron la sangre del otro, cierto?

Sí, ya lo habíamos hecho y ese era el maldito problema.

Aguanté las lágrimas, mirando hacia abajo, hacia mi vientre.

Alan estaba dormido, abrazándome como si fuera su almohada. No resistí al impulso de echar su cabello hacia atrás para ver mejor su rostro relajado.

Hacía meses habíamos tomado la sangre del otro, pero no había sucedido nada en absoluto. Alan decía que era un caso aislado, pero toda la situación me creaba dudas en cuanto a nuestra relación.

¿De verdad yo era su compañera? ¿Cómo podía serlo si no teníamos ningún lazo luego de probar la sangre del otro?

El ejemplo estaba claro en todos sus amigos y en Alice con Trevor: todos tenían algo especial con sus parejas, algo sobrenatural que confirmaba que el destino los quería juntos.

Suspiré, intentando concentrarme en la tarea de diseño y arte, aunque se me complicaba por estar pensando.

Yo amaba a Alan con todo mi corazón y mi alma. De solo pensar que me dejaría y se iría con otra chica se me hacía un nudo en la garganta y mis ojos se encharcaban. Necesitaba una confirmación, pero hasta habíamos probado con tomar la sangre del otro de nuevo, por si el lazo se había debilitado cuando Alan enfermó por tenerme distante de forma emocional, pero no sucedió nada.

Y todos los licántropos tenían algo con su pareja. Todos.

Dejé, de nuevo, la libreta a un lado para mirar a Alan.

Había sido su primer día en la universidad y se encontraba cansado. Sus horarios en ese momento no estaban establecidos por completo, así que algunos días tenía clases hasta tarde, como en esa ocasión.

Mi novio era universitario, pero el pensamiento en vez de alegrarme logró entristecerme.

La universidad era un mundo nuevo, y, por lo que me había contado, varios chicos de su antigua manada estudiaban ahí. Tenía sentido, sabiendo que la universidad quedaba en la ciudad, justo donde había nacido Alan. Me preocupaba que sucediera algo similar a lo de Kirian, o que incluso el tiempo nos alejara y nos demostrara que no éramos el uno para el otro.

Alan abrió los ojos cuando acaricié sobre su ceja. Le sonreí, pero sabía leerme tan bien que de inmediato frunció el ceño y se sentó a mi lado.

Suspiré, sin mirarlo, sabiendo que se aproximaba una conversación que no quería tener en ese momento. Me maldije a mí misma en mi mente por no poder eliminar el pensamiento que el mensaje de Alice había dejado en mi cerebro, por no poder ocultar los sentimientos amargos que me generaba la situación.

Las pocas veces que había sacado el tema con Alan había resultado en una pelea. Solía guardarme esos pensamientos para mí, esperando que él no se diera cuenta de ellos y se enojara como la última vez, pero había momentos, como ese, en el que nada se podía postergar.

—¿Sucede algo? —preguntó mientras se acercaba a mí. Dejé la libreta aun lado para hacerle espacio cuando se puso sobre mí, entre mis piernas. Mis brazos no demoraron en ir hasta su cuello mientras negaba.

—Me quedé seca de ideas para diseño —mentí. Sentí una caricia en mi costado.

—Abril… mírame. —A regañadientes lo hice. Sus ojos ambarinos me recibieron con una mirada analítica—. Sé que estás mintiendo, preciosa; no sabes decir mentiras.

—No pasa, en serio, Alan. Solo… estoy pensando en qué hacer y ya.

Siguió mirándome, pero esa vez no quité mis ojos de los suyos.

—Puedo ayudarte.

Sonreí, negando.

—Aprecio tu ayuda, pero lo haré sola. Estás cansado y no te molestaré con un simple trabajo de instituto.

—Es tu clase electiva, Abril, no es un simple trabajo. Has dejado que te ayude con ideas cuando dices no tener, pero hoy no. —Suspiré, mirándolo. Él asintió—. Sé que sabes que hacer, por eso sé que estás mintiendo.

Cerré los ojos, acercándolo a mí. Su aliento chocó con el mío y las ganas de besarlo se hicieron presentes, junto con una pequeña verdad a medias.

—Pensaba en ti —admití, abriendo los ojos. Una sonrisilla hizo que sus mejillas mostraran las comillitas que tanto me gustaban de él.

¿Cómo me sentiría si Alan me dejaba?

Mal. Mal en demasía.

—¿Y puedo saber qué pensabas?

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Que te amo mucho y de una manera increíble.

Presionó sus labios con los míos durante un microsegundo.

—Yo te amo igual o más que tú, hermosa.

Cerré los ojos para que no notara mis lágrimas, alejando mis manos de él.

—Tengo que terminar mi trabajo, si quieres te duermes ya… —Él comenzó a negar.

—Quiero estar contigo, aunque sea viéndote dibujar.

Contrario a lo que dijo, su mano subió más por mi cuerpo. Exhalé una risa que logró alejarlo para mirarme.

Su mano, que antes había llegado a mi pecho, paró en mi mejilla. Me incliné a su toque mientas lo miraba con ojos entrecerrados.

—Saca lo que tengas en esa cabecita tuya. Me preocupa cuando te pones así. Abril.

—Lo siento. Solo leí algo que… me afectó un poco. Eso es todo.

Juntó nuestras frentes.

—Ay, Abril… ¿Quieres salir a comer para que te despejes un poco?

Negué, abrazándolo e incitándolo a tirarse a mi lado en la cama. Cuando estuvo acostado pasé mi pierna por las suyas, acurrucándome contra él. Su mano se posicionó de inmediato sobre mi piel, beneficiado por la falta de tela gracias a tener un short de satén.




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