Lunas escarlata

CAPÍTULO 8

Me arreglé mi cola de caballo con mis manos temblando. Mi sueño nunca hacía sido subirme a una motocicleta así que me había asustado al hacerlo, a pesar de que Alan no manejara como un loco en ella, ni se metiera entre los espacios más pequeños de los autos. De hecho, la carretera había estado más sola de lo normal, algo que agradecí.

Alan quitó su casco y al verme temblar como una hoja de papel tomó mis manos entre las suyas, frotándolas como si lo que tuviera fuera frío, aunque no fuera el caso.

—No es tan malo.

—Para ti —susurré dejándome guiar por él hasta la entrada de la torre. Tomamos el ascensor en total silencio, pero sin que él soltara una de mis manos.

Paramos en el piso dieciocho. La torre era más alta, pero me gustaba que estuviera en un piso lo suficientemente alto para ver el resto de la protección, pero no tan alto como para pensar que me iba a morir por caerme.

Entramos en el departamento, me senté en uno de los muebles de la sala mientras que él iba a guardar los cascos. Me quedé mirándolo, esperando que dijera algo, cuando se sentó frente a mí en el sofá.

—¿Vas a hablar? —Largó un suspiro.

—Lo siento, no sé qué estoy haciendo contigo. —Volvió a callar.

—¿Solo dirás eso?

—Sé que tengo más por decirte, pero no sé cómo hacerlo. —Se levantó y camino a la cocina—. Ven.

Lo hice solo porque quería escuchar lo que iba a decirme.

—Puedes continuar.

—Sé que estás enojada, que debes de estar pensando que soy un completo idiota por... —Se quedó en silencio, como si estuviera buscando en su mente lo que me había hecho enojar.

—¿Dejarme por Evoleth, por ejemplo? —dije al verlo sin saber qué. Se masajeó la frente, evitando mis ojos. En determinado segundo conectó sus ojos con los míos, viéndose arrepentido.

En ese momento sentí mi enojo menguar. Con Alan no podía mantenerme enojada por mucho tiempo, mucho menos cuando veía en su actitud que de verdad lo sentía.

—Te pido perdón por todo, Abril… Siento que me estoy volviendo loco y que eres el salvavidas que no me deja hundir. No puedo perderte. No sé cuándo lo entenderás, pero te amo, Abril. —Me sentí derretir por eso—. Ayer tenía la esperanza de arreglar las cosas, pero tenías planes y créeme que lo aprendí, no volveré a…

Negué con la cabeza y sintiendo salir una sonrisa me acerqué a él. Enredé mis brazos en su cuello en cuanto pude. Lo callé con un beso profundo y sin demora sus manos estaban en mi cintura mientras me seguía el beso. Soltó una clase de suspiro —o gemido— desde el fondo de su garganta, que se escuchó ahogado por mis labios sobre los de él.

Algo que tenía Alan es que no podía dejar sus manos quietas cuando de mi cuerpo se trataba, así que resulté con ellas en mi trasero, donde apretó antes de impulsarme hacia arriba.

Me sentó en la encimera, con él entre mis piernas y su cabeza entre mi cuello.

—¿Eso es todo?

— Soy débil ante tus palabras bonitas, lo sabes.

—Decía la verdad —Olisqueó mi cuello, causando unas pequeñas cosquillas.

Me sentí sonrojar porque sabía qué estaba oliendo él.

—¿Estás en…?

—Aún no. —Me adelanté a su pregunta sobre si estaba en mis días. Él aseguraba que mi olor iba cambiando durante el mes, así que se le era sencillo saber cuándo estaba a punto de bajarme. Sonrió con socarronería, sonrojándome más porque sabía qué significaba esa sonrisa, en especial cuando sus ojos se encendieron y su boca se entreabrió cuando sus manos comenzaron a subir por mi vientre, sobre mi vestido.

—¿Este mes te están doliendo? —preguntó, agarrando con suavidad mis pechos. Su sonrisa creció más cuando notó que mi respiración se agitó. Yo asentí a su pregunta, queriendo cerrar las piernas, pero su cuerpo entre ellas imposibilitó la acción—. Yo puedo ayudarte en eso, linda. —Su caliente mano se introdujo entre la falda de mi vestido; la otra desabotonaba los botones delanteros, abriendo uno por uno, dejando a la vista tanto mi sostén como mi vientre. Sus labios se estrellaron con los míos—. Pero te quiero en la cama, no en la cocina.

No había ido para tener sexo con él, pero lo necesitaba y quería, así que no me negué.

***

—Se suponía que no me iba a acostar contigo hoy —le dije mientras descansaba, bastante adormilada, en el pecho de mi novio.

—Soy muy persuasivo. —Presionó su boca en mi cabeza en un pequeño beso—. He estado pensando que nunca has acampado y… quisiera que fuéramos, este fin de semana, desde mañana hasta el lunes, aprovechando que es un día feriado. ¿Qué dices? Nosotros dos, solos por algunos días.

Hice la que me lo pensaba, aunque era obvio que iba a aceptar. Me encantaba la naturaleza, como al resto de mi familia, y quería ir con él.

—¿Por qué no? —Suspiró aliviado haciéndome reír. 

—Entonces mañana partimos… ¿Quieres comer o prefieres dormir?

—Dormir y luego comer, pero antes de cualquier cosa, me daré un baño e iré a hacer pis. —Apoyé la barbilla en su pecho haciendo un puchero decidido que lo hizo reír. Enredó sus brazos en mi espalda para deslizarme por su cuerpo hasta que tuvo su boca en la mía.

—Quédate en un rato más, puedes ducharte luego. —Negué: necesitaba limpiarme.

—También puedo dormir luego y tengo que lavarme… ya sabes —dije incómoda, haciéndolo reír un tanto. Me dejó ir.

—Te esperaré aquí, no quiero dormir ni una hora más sin ti.

Volví a mi antigua posición.

—Respecto a eso…, creo que es mejor que yo viva en mi casa.

—¿Qué? no —se quejó alargando la «o» y volviendo a retenerme con él en la cama.  

—Si lo piensas bien, si es lo mejor. Lo único que hacemos es quitarnos tiempo, tú estás con lo de la universidad y yo casi comienzo exámenes: tengo que estudiar y sería una distracción, una gran distracción. Mi familia desaprobaría esto, y no quiero decepcionar a nadie. —Hizo una mueca comenzando a acariciar mi cabello.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.