Lunas escarlata

CAPÍTULO 10

Muchas personas comprenden lo que sentía en ese momento mientras estaba acostada en mi cama, con los ojos chiquitos de tanto llorar y sintiendo la tristeza dentro de mí.

Mis ojos ardían, mi nariz goteaba sin dejarme la posibilidad de respirar por ella. Quizá para cualquiera que me viera estaba tranquila, pero por dentro era un revoltijo de pensamientos y emociones. Me había cansado de llorar, así que solo estaba recostada en el colchón, con una manta encima de mi cuerpo y mi cabeza reposando en una almohada que sentía ajena porque no era en la que me había acostumbrado a dormir.

Extrañaba a Alan, a su apartamento, su olor, humor y el amor con el que semanas antes me había tratado, pero no iba a hablarle.

Siendo sincera, no sabía muy bien si habíamos terminado o si era una pelea lo que estaba sucediendo en ese momento. No iba a ser yo la que iba a dar un paso para hablarle, sin embargo. Era desilusionante que él tampoco se hubiera puesto en contacto. Iban a ser dos días sin hablarnos, dos días en los que el dolor de cabeza había aumentado al igual que los mareos y los malos síntomas. Pensaba que me estaba enfermando, porque en algunas ocasiones también sentía que me falaba el aire a momentos.

Lotty me había escrito para invitarme a salir en esos pocos días, pero no me iba a prestar para eso cuando mi ánimo estaba por los suelos. No le había comentado que Alan y yo estábamos en un momento muy frío —congelado, a mejor decir—, de nuestra relación. Al fin y al cabo, era su hermano, en algo debía afectarle que le comentara lo que sucedía. Alice, por otra parte, ni siquiera había notado mi estado, ni siquiera me había mensajeado en ese día que no había ido al instituto. Mis padres, por otra parte, sí que me hablaron, al igual que Clara y Lance, mis nuevos amigos, pero no quise decir nada.

Esperaba solucionar algo con Alan.

Sin embargo, horas después, mientras me decidía sobre levantarme de la cama para obligarme a comer algo, o quedarme ahí, me entró su llamada y yo dudé contestar. Pero lo hice.

Suspiró aliviado cuando lo hice, a pesar de no haber escuchado mi voz, porque no había dicho palabra alguna.

—¡Abril! Lo siento, amor, de verdad que… —Suspiré e hice un sonido que dejó en claro que no quería que siguiera.

En ese momento necesité un chico que le dijera que estaba con él, para que sintiera lo que yo había estado sintiendo cada que me dejaba por Evoleth.

—¿De nuevo con lo mismo? Si mal no recuerdo me dijiste algo parecido hace poco… y volviste a hacer lo que dijiste que no harías. No quiero escucharte ahora, Alan.

La línea se quedó en silencio.

—Mañana cumplimos un mes más juntos, Abril. No pasemos por lo mismo de hace dos meses, por favor.

—Eso debiste pensarlo antes de dejarme plantada sin decirme nada por Evoleth.

Volvió a quedarse en silencio por unos segundos que se me hicieron eternos.

—Hoy es la cena con mi madre, habías quedado en acompañarme. Supongo que eso se cancela. —Hice un sonido afirmativo con mi garganta. Suspiró al otro lado. De pronto mi tristeza se aumentó—. ¿Aun te sigue pareciendo el plan de ir al mar?

¿Me seguía pareciendo un buen plan? Sí, por supuesto, pero no para llevarlo a cabo cuando las cosas estaban tan tensas. No podíamos pretender hacer como que nada sucedía y luego volver a lo mismo, tal como había pasado unos días atrás con la escapada de fin de semana.

—No, no creo que sea un buen plan para este momento.

—Abril, dame otra oportunidad, por favor —susurró casi desesperado al otro lado de la línea. Lo pensé, pero terminé por suspirar.

—Mañana te veo aquí, a las seis.

—¡Genial! ¿Podría ir a verte hoy? Aunque sean unos minutos.

—No —contesté de inmediato—, no quiero verte hoy, Alan.

No dijo palabra alguna por unos instantes, luego susurró:

—Supongo que verme mañana no es algo que quieras con todas tus fuerzas, ¿me equivoco?

—No. —Suspiró.

—Está bien, aun así, gracias por permitirlo. Te veo mañana, hermosa, te amo.

—Adiós, Alan. —Colgué, sin responder a su «te amo», aunque esperó por ello antes de que yo colgara.

No dejaría ir las cosas sin más. Estaba dolida, dolía mucho más de lo que cualquiera se pudiera imaginar. Era increíble que su llamada, en vez de mitigar el dolor, hubiera logrado lo contrario.

Al día siguiente me obligué a mí misma a levantarme de mi cama. Era suficiente de conmiseración. El mundo no se había acabado e iba a hablar con Alan ese día. Eso no quitaba el hecho de que me sintiera cansada y aburrida, pero no podía quedarme de brazos cruzados solo llorando.

No estaba de humor para estar con mis compañeros que veía como mis amigos. No quería amargarles el día con mi actitud pensativa y lejana. Terminé por comer en mi árbol, sola, porque Alice había tenido que ir a la biblioteca por algunos libros. A mí, para ese instante, se me había olvidado ir a buscar el libro de los símbolos.

El instituto acababa a las tres, así que al finalizar el día fui con mi amiga más antigua al centro comercial. Tenía poco tiempo antes de encontrarme con Alan en mi casa, así que intenté ser rápida, pero Alice solo me llevaba de tienda en tienda para ver cosas que en general no me interesaban. Pasamos por una perfumería, tiendas de calzado y ropa, hasta por joyerías. Al final fui yo quien la arrastró a una tienda en donde me había llamado la atención un vestido en el escaparate.

—¿Sucede algo? Te noto decaída —Me hizo gracias que lo notara luego de tantas horas y días.

—Sí, solo unos pequeños problemas, nada de qué preocuparse —respondí sin ganas de decirle lo que estaba sucediendo con Alan, el cual, había estado enviándome mensajes durante toda la tarde mientras él estaba en clase. Obviamente evité pensar que me estaba buscando porque Evoleth no tenía tiempo en su agenda para él.

Y como si lo hubiera invocado, mi móvil vibró en mi bolsillo. Al sacarlo descubrí que se trataba de otro mensaje de él.




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