Lunas escarlata

CAPÍTULO 15

—¿Te demoras mucho, Alan?

—Ya casi termino, Abril… De todas maneras, me mandaste a dormir al sofá.

—Sí, pero la luz no me deja dormir. —De nuevo, las voces no tenían una imagen que las acompañara, pero recordaba este día a la perfección. Había tenido una pelea, de nuevo, con Alan por el vínculo y su renuencia a hablar del tema. Me había alterado, nos habíamos dicho cosas no tan bonitas, pero debía admitir que cuando me llamó exagerada tenía razón, aunque nunca se lo dije.

—Entonces cierra la puerta. —Recuerdo que mis ojos se empañaron al verlo dar otra pasada de la cuchilla por su barbilla. La puerta del baño estaba abierta, por ella lo veía a él, dándome la espalda, pero su reflejo me mostraba lo que estaba haciendo.

Mi sueño estaba oscuro, pero mi mente tenía tan presente ese momento que dolía.

Yo me había levantado de la cama y me había apoyado en el marco de la puerta. Alan me había dado un vistazo por el espejo antes de seguir. Al ver que no decía nada me acerqué y tomé la cuchilla de sus manos con suavidad. Él dejó que lo hiciera y dejó que me pusiera en medio de sus piernas para seguir haciendo el trabajo yo.

Cuando estaba terminando él puso sus manos en mi cintura, mirándome a los ojos.

—Lo siento —murmuró, acelerándome el corazón.

—Yo también lo siento —respondí al igual que él. El silencio, mucho menos cargado que antes, volvió a estar en medio de nosotros. Puse mis manos en su pecho, alejando mi mirada de la suya con vergüenza—. Cambié de opinión: no quiero que duermas en otra parte, te quiero a mi lado.

Él medio sonrió.

—Deberías darme un beso para asegurarme que lo dices en serio.

No tuvo que decir más. Debía lavarse la cara, pero no me importó besarlo. Sobó mis brazos para darme un poco de calor antes de separarse de mí.

—Ve a la cama, iré en un momento.

—Creo que me quedó el sabor de la espuma en los labios —dije, estirándolos en indirecta para que me besara. Se rio antes de hacerlo.

—Nos vamos a casar ¿Recuerdas? Eso implica besarme en las buenas y en las malas, con o sin rastros de espuma.

Sin esperarlo me cogió a volandas para sentarme en a un lado del lavabo. Grité, pero también reí cuando sentí que mis pies dejaron suelo firme antes de que mi trasero chocara con la loza fría.

Su boca impactó con la mía y fue en ese momento en el que noté que mi sueño tenía una imagen difusa y borrosa, pero apostaba que quien se veía en ella era yo.

—Casémonos ahora, llama a tus padres, pero hagámoslo rápido. Quiero que seas mi esposa.

Me desperté de golpe en ese momento. Sabía lo que seguía y no quería pensar más en el compromiso que había terminado.

Tenía dieciocho años y ya había estado comprometida. Quizá me había apresurado mucho en mi relación con Alan, dejándome llevar por la promesa de pasar una vida junto a él que era respaldada por su naturaleza licántropa.

Nunca pensé que me fuera a dejar, mucho menos que iba a cambiar tanto por él. Me había entregado en cuerpo y en alma a él, pero en ese instante, acostada en mi cama con los ojos mirando a la nada y pensando mil cosas a la vez, me arrepentía de no haber esperado más.

Ya había amanecido, pero yo solo me envolví más en mi manta y puse alguna película romántica al azar. Si iba a llorar sería por una película, no por Alan, y aprovecharía que era fin de semana para eso. Mis padres ya se habían ido, así que la sensación de soledad se incrementó. Ellos habían demorado un poco más de lo que le habían dicho a mi hermana, así que tampoco pudieron quedarse por muchos días.

Quería a mis padres conmigo, en el pueblo, pero eso no sería posible hasta que las obras se terminaran y mi padre pudiera comenzar con su propio negocio. Era curioso que ni América ni yo nos hubiéramos interesado por el derecho cuando mis padres eran tan apasionados a ello.

América llegaría en los próximos días. Se me hacía un tanto increíble que hubieran pasado dos semanas sin Alan, pero llorando casi cada día por él.

Pasé todo el día sin hacer gran cosa, fue a las siete de la tarde cuando el panorama cambió al entrarme un mensaje de Braham preguntándome si alguna vez había estado en una carrera ilegal.

Me decidí a llamarlo.

—¿Una carrera ilegal? ¿De verdad crees que iré a una carrera ilegal? —pregunté en cuanto contestó.

—No te estoy diciendo que vayamos a ir a una, solo te pregunté algo, pero ya me respondiste. Arréglate, conocerás el verdadero lado oscuro de la ciudad.

—Braham no…

—No me hagas ir por ti, gatita.

Sin más colgó. Refunfuñé, saliendo de la zona de confort que eran mis mantas y mi cama para irme a poner algo decente. Al verme en el espejo me asusté; mi cabello estaba muy desorganizado, tenía ojeras bajo los ojos y los tenía hinchados.

Por mi propia cuenta me eché un poquito de maquillaje para mejorar mi aspecto. Al final Alice sí había logrado influenciarme con el tema del maquillaje.

Braham llegó por mí en un auto negro en el cual podía ver mi reflejo por lo brillante y lustroso que era. Era de la misma marca del auto de Alan, pero un modelo por complejo diferente.

—¿A dónde vamos?

—¿No te cansas de hacer preguntas? —Apreté los puños cuando escuché su respuesta. Me desesperaba, sentía que mi cabeza iba a estallar cada que respondía de esa manera.

—¿No te cansas de no responderlas?

—No. Si lo hiciera las respondería.

Comenzó a manejar, y yo debía estar muy loca para estar confiando en un vampiro hasta tal punto.

Manejó, ignorando mis preguntas y sacando solo el tema de conversación que a él le convenía, por lo que pareció ser una eternidad.

—¿Qué es esto? —pregunté en cuanto divisé varios autos, con las luces bajas encendidas formando una clase de círculo que encerraba a varias personas.

—Una redada. Estás conociendo cómo atraemos nuestras presas, todo legal.




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