Lunas escarlata

CAPÍTULO 27

América llevó un montón de dulces y chucherías a la habitación.

—¿Tienes algo con ese chico? —La pregunta de mi hermana me cogió desprevenida. Fruncí el ceño, girando para mirarla.

—No, solo es un amigo… Si se le puede llamar así.

—Creo que le gustas —dijo, metiéndose a la boca un caramelo. América tenía poca paciencia con la comida, así que no solo dejó que las capas del dulce se fueran derritiendo en su boca antes de morderlo.

Solté una risa entre dientes, pensando en la imposibilidad de ello.

—Si supieras lo que yo sé, no estarías diciendo eso.

Busqué entre mi ropa un pijama cómodo, olvidando, por un segundo, que no podía mostrarle mi brazo a América.

Cuando caí en cuenta de ello, ya era muy tarde.

—Guau, Abril, ¿te hiciste un tatuaje? —Me cubrí con rapidez, aun sabiendo que ya había visto lo suficiente—. No sé cómo es tu vida ahora, pero llego, tienes un ojo lleno de sangre, resultas con un tatuaje, con un amigo que parece peligroso, con síntomas de embarazo, sin Alice a tu alrededor y despechada por tu novio. Tienes mucho que contar.

—No es un tatuaje. —Fue lo único que logré decir. Ella alzó una ceja, incrédula.

—Oh, vamos, no mientas, hermanita. No naciste con eso, y es como demasiado definido para decir que es una mancha.

Resoplé.

—Es difícil de explicar, por el momento no lo menciones, ni se lo comentes a nadie. —Cerró su boca, haciendo como si la sellara con candado.

—Pero tendrás que contar el chisme luego ¿Eh? —Asentí, sin estar muy segura de cumplir mi palabra.

Me acosté a su lado, preparada para dormir tarde por ver la película.

Una media hora después y al ver que estaba un poco aburrida, ella habló:

—¿Crees que estén felices por la noticia? —preguntó mientras acariciaba su vientre. No me costó entender que se refería a mis padres.

Puse mi mano en su vientre.

—Claro que sí, Amer. Llegas como toda una vida con Max, aunque terminaran seguiría siendo parte de la familia. Sí, papá se enojó con ambos cuando decidiste seguir a Maxon a la universidad, pero es cosa del pasado, estoy segura de que estarán más que felices.

—¿Y si te digo que pensamos mudarnos al pueblo? —Me erguí, reflejando su emoción.

—¡Eso es aun mejor, Mery! Si ya papá estaba lo suficiente emocionado por poder quedarse en casa, lo será mucho más sabiendo que podrá tener a su primer nieto consigo casi cada que quiera.

Ella se rio, como una niña pequeña emocionada.

—Me lo van a malcriar entre todos ustedes. —Sonreí.

—¿Tan segura estás de que será niño? —Ella volvió a reír.

—Solo es un presentimiento: Ya sabes, así como los dones de bruja que tiene mamá con nosotras.

Fruncí el ceño, recordando, de pronto, que hacía semanas me había propuesto buscar el libro de los símbolos, pero no lo había intentado de nuevo.

Aunque terminé la película, América se quedó dormida luego de otros minutos más. Yo tuve que levantarme a apagar la luz, luego de haber dejado el sobrante de frituras en la mesa de noche.

Me acosté en el lado desocupado de la cama, dándole la espalda a América. Era la una de la madrugada cuando vi en el teléfono antes de bloquear la pantalla.

La respiración de América casi no se escuchaba, aunque sí sentía su cuerpo contra el mío. Agradecí a Maxon por dormir con ella durante tantos años, porque lo cierto es que de pequeña había tenido un muy mal dormir.

Unos minutos después, aunque estaba cansada, no lograba quedarme dormida. Suspiré, girándome para mirar el techo en la oscuridad. El silencio podría ser relajante, pero el mal presentimiento no se iba.

Aunque en algún momento de la noche tuve que haberme dormido, porque no iba a admitir nunca que alguien entró a mi casa, con un vestido largo, rojo sangre con una capucha gigante que cubría el rostro de la persona.

Lancé mi mano hacia mi lado, sintiendo el cuerpo de América… sintiéndolo, no solo pretendiendo que ahí estaba.

—Déjala dormir. No despertará hasta que yo no lo quiera. —Bueno, esa voz no podía de ser de alguien malvado, pero aun así me asusté cuando se acercó a mí y me tendió una mano. Me asusté mucho más cuando noté un símbolo que nacía en su palma y subía por su mano en líneas disparejas unidas entre sí. Ese símbolo lo reconocí—. Lamento haber tenido que frenar tus deseos, necesitaba que entendieran el poder que tienen juntos.

—¿De qué habla? —Mi voz se quebró a medida que hablaba. Ella seguía con su mano estirada.

—De que es hora de que te muestre todos los detalles que pasaste por alto, Abril, y que quite de tu mente la barrera que te permite sentir. Dame tu mano, te prometo que no te haré nada malo.

Aun dudando lo hice. Me estremecí cuando sentí su piel en la mía. Era, de una forma muy literal, electrizante.

—También siento que tengas que olvidar esto por un tiempo. —Dejé de mirar nuestras manos para mirarla a lo que creía eran sus ojos. Pero ante de hacerlo, como cuando estuve en casa de Braham, algo pareció derrumbarse dentro de mí, aunque, a comparación de ese día, pude sentir como por medio de mi brazo subía una especie de energía.

Caí de nuevo en la cama, sin poder salir de mi mente.

Fue en ese momento en el que pude ver la realidad de lo que pasaba.

No era que estuviera enferma, lo pude saber cuándo por mi mente pareció desarrollarse una película en cámara rápida y me vi a mí misma y a Alan. Comprendí que en realidad los sueños que parecían alternarse entre mi punto de vista y uno que creía era mi mente imaginando era en realidad el recuerdo de Alan, también que lo que sentía, todo el malestar, era el malestar de él, que aquel día con los vampiros no me había desmayado por otra razón más que por el esfuerzo que había hecho mi mente de llegar a la suya… y lo había logrado.

También, me di cuenta de que el sueño del hombre y la mujer mordida sí tenía un significado que había pasado por alto: la marca de la mujer también la tenía el hombre.




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