Lunas escarlata

CAPÍTULO 31

Intenté concentrarme en los libros frente a mí. La biblioteca del instituto estaba silenciosa y solitaria mientras yo estaba frustrada, intentando hacer mis deberes para poder descansar al llegar a casa.

No había tenido noticias de Alan en todo el día, así que suponía que no había un cambio. Lotty me había mensajeado, pero no para darme razón de mi novio. Había pasado un día más sin dar alguna señal.

Mi madre la noche anterior, o madrugada, cuando había llegado a casa, me había pedido, casi regañado, por pasar más tiempo en casa de los Lee, esperando que Alan abriera los ojos, o al menos moviera un dedo, una ceja, algo. Me había prohibido ir a casa de él esa tarde. La comprendía: estaba descuidando mis trabajos por estar pendiente de Alan, aun cuando Belén y Charlotte me habían asegurado que me darían actualizaciones cada que fuera pertinente.

Pero quería ver a Alan. Al menos tener su presencia a mi lado me tranquilizaba, ver su pecho subir y bajar con sus respiraciones me permitía respirar a mí también. Me había obsesionado un poco, pero necesitaba, también, sentir los latidos de su corazón.

Me sobresalté cuando alguien puso varios libros en mi mesa. Me sorprendí aún más cuando noté que era Amber quien había llegado.

—Los apuntes de lengua, biología e historia. Alice me dijo que has estado distraída por un accidente que tuvo Alan, así que recolectamos lo que se ha hecho esta semana y a los trabajos que ya entregamos nosotras les hicimos copia para que los entregues tú, que creo que te toca hacerlo mañana.

Me quedé patidifusa, tomando los apuntes.

—Me sigo preguntando por qué estás tan amable conmigo y por qué te estás hablando con Alice.

Se encogió de hombros.

—Yo tampoco lo sé. Si quieres te puedo cobrar por cada apunte. —Reí, sabiendo que era una broma. Ella sonrió, echando su cabello por detrás de su hombro con altanería antes de guiñar e irse.

La seguí con la mirada, enojándome y ofuscándome cuando vi entrar a un pelirrojo con el que no quería hablar.

Comencé a recoger mis cosas con premura, para no tener que hablar con él, pero por supuesto que iba a hacer uso de sus poderes para no dejarme huir.

—Te dije que no quiero hablar contigo —gruñí, dándole la cara.

—Oh, tu lobito sigue sin despertar, por lo que veo. —Entrecerré los ojos, frenando su intento de acercarse a mí.

—No te atrevas a burlarte de la situación, Braham, porque en ese caso, ni despertando volvería a hablar contigo. ¿Y por qué quieres que siga siendo «tu amiga»? Ese circo ya cayó, no tienes que seguir intentando acercarte a mí para nada.

—Ya te dije que no te había mentido cuando te dije que sí quería ser tu amigo. No quiero sentirme solo.

Restregué mis ojos, con frustración e ira.

—Braham, este no es el momento. No quiero hablar contigo, y no lo haré hasta que Alan no esté bien. Tengo muchas cosas por hacer, como para quedarme a hablar contigo, perdiendo el tiempo. Si tienes algo que resolver con los lobos, resuélvelo con Rich, lo único que quiero y voy a hacer son cosas por el bienestar de Alan, y hablar con quien debilitó su mente hasta dejarlo sin autonomía, no le ayudará en nada.

Mordió su labio, pensativo. Yo resoplé y seguí guardando mis cosas. Era inútil quedarme ahí, debía irme a casa, hablar un poco con mi madre y luego intentar concentrarme para pasar con mi letra las copias de los apuntes que me había dejado Amber.

Dejé a Braham solo en la biblioteca para irme a mi auto y luego a casa. Ahí estaría tranquila y segura, porque nadie tenía permitido pasar, ni mucho menos me atacarían ahí dentro.

América estaba en la sala, con un libro en sus manos, pero podía apostar mi pulgar a que no estaba leyendo. Sus ojos estaban distraídos, fijos en un punto de la página. También me sentí culpable de su estado, porque gracias a mí y a lo que había pasado con Alan, mis padres habían estado muy pendientes de mí como para ella animarse a decirles sobre su embarazo que a cada día que pasaba se notaba más y más.

Suspiró cuando me vio e intentó sonreírme. Me dejé caer a su lado, dejando mis llaves en la mesa ratona de la sala.

—¿Problemas con Maxon? —Sonrió y negó.

—No, o no del todo. Solo quiere que lo espere para decirles juntos, pero esperarlo sería quedarnos pocos días y no dejarlos disfrutar de mi barriga de cuatro meses, porque también debemos decírselo a sus padres, y no creo poder viajar luego… Ya vuelve a ser riesgoso tomar un avión.

La miré, avergonzada.

—Siento que por mi culpa hayas tenido que aplazar el decirles.

Ella me lanzó un vistazo, poniendo los ojos en blanco. Su brazo salió al encuentro con mi cuello. Me abrazó, tirándome hacia ella para besar la coronilla de mi cabeza.

—Tendré que conseguirte un psicólogo, hermanita. No todo es culpa, tuya, Abril. No lo he dicho porque yo también estoy preocupada por ti y sería egoísta llevarme la atención cuando tu también lo necesitas. Además, estoy tomando el tiempo para relajarme sin que Maxon esté siempre sobre mí. Ellos también están metidos en su burbuja de éxtasis. Más temprano me sacaron de casa, como si ya no estuviera grande para saber que la excusa de ir al super no era más que para hacer sus cositas sucias y papá al salir se llevó consigo una escoba, porque supuestamente quiere ayudar a dejar todo listo esta semana.

Reí. Mis padres estaban felices con la oficina, ya terminada, así que casi todo el día estaban fuera de casa, ultimando detalles. Papá había tenido su momento de agradecimiento conmigo por, como él dijo, tener privilegio al ser la novia de Alan. Gracias a eso tenían su sueño construido en lo que sería poco tiempo para una construcción.

—Abril, ¿acaso no te asusta que tu novio sea un… lobo?

—No, ni siquiera al principio, pero por favor, Mer, ni una palabra sobre ello a nadie.

—Bueno, no quisiera que me encerraran en un loquero por pensar cosas imposibles. Además, es el secreto de ustedes, no mío, no tengo por qué revelarlo. No puedo decirte que no es un poco traumatizante y abrumador saber que existen todos esos seres, pero creo que es algo que puedo llevar sin volverme loca. Ya me explicaste mucho de eso como para estar más tranquila con las personas a mi alrededor.




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