Lunas escarlata

CAPÍTULO 33

Dolía pensar en Alan, pero no me quedaba de otra que hacerlo mientras me desahogaba con Charlotte en su habitación.

—Tu hermano tiene razón, Lotty. Quizá lo hubiera podido decir con más tacto, sin ser tan tosco, pero entiendo si llegó a un punto en el que no podía guardarse más las cosas conmigo. Me siento muy mal porque parece que dañé la relación con tu hermano aun sin darme cuenta de que lo estaba haciendo desde hace mucho más tiempo del que creía. —Sequé mis lágrimas con un pañuelo que ella me había regalado hacía unos minutos atrás.

Ya se había hecho de noche. La habitación solo era iluminada por las lámparas en los nocheros.

El cuarto de Charlotte era muy parecido al de Alan en cuanto a distribución, pero el de ella estaba más abarrotado de cosas y el color rojo predominaba. No era la primera vez que había estado ahí, pero sí la primera en la que nos habíamos encerrado por tanto tiempo para yo llorar y hablar una y otra vez de lo mismo: Ella diciendo que Alan era el que estaba mal y yo dándole la razón a su hermano; después de todo, era yo quién había estado en una relación con él.

—Bueno, pero no puedes negar que te dijo todo lo que tenía por decir una forma indelicada.

—Y no lo hago, es sólo que… hoy ha explotado. Creo que es mejor irme, ya está tarde y… no lo sé. —Volví a romper en lágrimas—. ¿Y si está hablando en serio? ¿Y si ya no quiere tener nada conmigo? —Tomé una respiración entrecortada gracias a los sollozos—. Nunca había peleado con Alan de esa manera y tengo miedo.

Charlotte volvió a abrazarme.

—Claro que Alan sigue queriéndote. Aunque quisiera odiarte hay demasiadas cosas que lo hacen amarte, cosas que no incluyen el vínculo, pero no hay prueba más grande de su amor que la vida los haya enlazado para crecer juntos.

—Debí saberlo. Debí saber que él no era así, que no me dejaría de esa manera…Debí creer en él.

—Todo esto solo les está ayudando a saber en qué fallan, ambos. Ya pueden trabajar en eso, pero les llevará tiempo. Alan debe comprender que no eres como nosotros, que ibas a tener tus dudas. Él debe recordar todo lo bueno y no solo lo malo. Como que estuvieras aquí, día tras día, hasta que se despertara.

La puerta se abrió con lentitud. Mi corazón esperaba que fuera Alan el que entrará para solucionar las cosas, pero en vez de eso, apareció Adrián y Belén.

—¿Niñas, pueden ayudarme a preparar unas cosas ya que Adrián no «puede» hacerlo?

Charlotte me miró. Yo asentí con la cabeza gacha para que no vieran mis ojos rojos e hinchados.

—Bajaremos en un minuto. —Belén le dijo algo a su esposo que no alcancé a escuchar. Él asintió antes de irse mientras ella se adentraba a la habitación, cerrando la puerta tras ella—. Mamá, se supone que estamos teniendo un momento de amigas.

—Solo quiero saber cómo está Abril.

—Está bien, solo necesita un descanso, ya bajaremos.

Miré a su madre con una pequeña sonrisa.

—Gracias, bajaremos en un minuto. —Me devolvió la sonrisa y sin demora salió de la habitación. Suspiré.

—Debería irme, ya es tarde —dije, mirando por la ventana la oscuridad del exterior. Charlotte soltó una risa burlona mientras se ponía en pie.

—Lo siento, pero te comprometiste a ayudar a mi madre, no te salvas de eso a menos que quieras perder su protección.

Reí un poco.

—¿Puedes prestarme el baño? Quisiera lavarme el rostro. —Gesticuló señalando toda la habitación.

—Bien, mi habitación es toda tuya. —Asentí en agradecimiento. Ella salió cuando yo entraba al cuarto de baño—. ¡Te esperaré abajo!

—¡Bien! —respondí a su grito.

Un trueno resonó lo que se podría llamar cerca. En ese mismo momento comenzaron a soñar goteras cayendo en el tejado y el vidrio de la ventana.

Bajé hacia la cocina donde estaban madre e hija cortando varias cosas para la cena.

—Te quedarás a cenar ¿Cierto? —Pensé en que no sería correcto, teniendo en cuenta que Alan también cenaría y lo que menos quería era dañarle su comida con mi presencia.

—Yo no…

—Claro que lo hará. No ha comido nada desde la tarde debe tener hambre —me interrumpió Charlotte, guiñándome. Belén tampoco me dejó poner réplicas.

—¡Entonces es un hecho! Charlotte ve a ver a Trevor, por favor. Mira si ya tomó todo el brebaje.

Ella se quejó.

—¡Pero si es como pelear con un niño! —A pesar de sus palabras salió de la cocina, renegando, pero sin desobedecer.

Belén y yo seguimos picando cosas. Ella hacía algo diferente a mí, porque lo que tenía en sus manos eran plantas y hierbas que no podía reconocer, mientras yo ayudaba a picar vegetales.

Me sobresalté cuando de un momento a otro las puertas se abrieron con un gran estallido. Belén suspiró, limpiando sus manos en su camisa mientras salía corriendo. Yo, en cambio, tuve que correr para limpiar la sangre que salía de mis dedos gracias a un corte que me había realizado con el cuchillo por el susto.

Se escuchó un gran alboroto antes de que Belén volviera a la cocina.

—Abril, sé que es mucho pedirte, pero estaba esperando a unos chicos heridos que llegaron peor de lo que pensaba y necesito atenderlos. ¿Puedes, por favor, servir una taza de la bebida que hay en el fuego y llevársela a Alan? Fíjate que se lo tome todo, con las pastillas que están en su mesa de noche, por favor. —Abrí mi boca para negarme, pero terminó por salir apresurada, sin dejar más opción que hacer lo que me había pedido.

Mis manos comenzaron a temblar cuando tomé la taza.

Al salir a la sala me sorprendí al ver como entraban personas demasiado ensangrentadas o desmayadas. Corrí hasta las escaleras, casi tropezándome con quienes ayudaban a los heridos a subir a las habitaciones.

Llegué a la habitación de Alan con rapidez. Atravesé la salita que había antes de verlo, acostado en su cama, en el televisor prendido, pero con sus ojos cerrados. Me sorprendí cuando vi a Charlotte ahí, hablando acalorada, aunque parecía que Alan no le prestaba mucha atención.




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