Lunas escarlata

CAPÍTULO 37

Luego de pasar todo un fin de semana con Alan me sentía en las nubes. Hacía mucho tiempo que no sucedía eso, y aunque me sentía un poco culpable por dejar a mi hermana embarazada sola en casa, de igual manera me sentía feliz, pero era momento de regresar a la normalidad.

Suspiré, volviendo a abrazar a mi novio, quien me devolvió el abrazo de inmediato. Había tenido que pasar por mi casa el día anterior para tomar algo de ropa. Seguía renuente a mostrar la marca que compartía con Alan, así que había vuelto a ponerme un vaquero y una camiseta de manga larga, por lo que Alan metió sus manos con tranquilidad y facilidad entre la tela y mi piel. Sus manos casi siempre estaban tibias, a comparación del frío del ambiente. Llevaba un abrigo abierto, mío, porque América me lo había pasado aun sin preguntarle. Había planeado que Alan me prestara algo suyo, pero en vista de que ya tenía mi propio abrigo, no tenía sentido.

—Pasaré por ti en cuanto terminen tus clases ¿Está bien? —Asentí—. Iremos por Adara y pasaremos un tiempo con ella, si todo sale bien, luego necesito que vayamos a una parte.

Saqué mi cabeza del lugar cómodo que era su cuello, porque ahí y en su ropa se concentraba su olor, el de su colonia y jabón de baño. Lo miré, confusa porque en ningún momento me había comentado sobre otro lugar. Acarició mi mejilla al verme confundida.

—¿A dónde quieres llevarme? —Suspiró, como si algo lo estuviera preocupando. Desde el día anterior lo había visto pensativo, pero pensaba que era por la situación con Adara. Al parecer me estaba equivocando.

Su pulgar llegó a mi boca. Sonrió cuando, juguetonamente, lo mordí sin llegar a apretar mis dientes en su piel.

—No comiences con esos juegos ahora, porque no podría hacer nada al respecto —dijo, regalándome un beso fugaz. Respiró profundo cuando se alejó—. Lo que sucedió no es solo una confirmación de que somos pareja, unidos, sino de otra cosa más grande. —Por un segundo no comprendí lo que quería decir, hasta que a mi mente llegó el recuerdo de la conversación hacía tiempo con Rich. No entendía cómo se me había podido olvidar la profecía cuando era algo que me preocupaba en demasía.

Jadeé, dejando mi cabeza caer en su hombro. Era consciente de que algunas personas que entraban al instituto nos veían. Al fin y al cabo, Alan cuando estudió ahí había sido conocido y, por lo tanto, muchos se fijaban en mí por ser su novia, así que no había pasado por alto el corto tiempo que me arrastré por los pasillos como un alma en pena, con el corazón roto por él y su bloqueo en redes sociales.

—Lo había olvidado… pero entonces a dónde me llevarás. —La sonrisa que había tenido por un segundo se volvió a borrar.

—Porque necesito saber qué pasó con la protección de tu cadena y eso solo puede decírmelo quien la creó.

En ese momento temí, porque quien lo había hecho era un hechicero, y nunca había visto, al menos que no lo supiera, a uno.

Me incliné más hacia él, ignorando la campana para el ingreso a las aulas.

—¿Me llevarás con un hechicero? —Asintió, besándome con rapidez. Dejé de abrazarlo, aceptando mi mochila en sus manos—. Está bien, te veo entonces en unas horas. Te amo.

—Te amo más… Abril —llamó cuando ya había dado algunos pasos lejos de él. Rebuscó en su bolsillo para luego tirarme un manojo de llaves. Mariposas volaron en mi estómago cuando vi el llavero con las llaves de su apartamento que había dejado en la mesa cuando peleé con él—. Eso te pertenece.

Sonreí, grande, y antes de poder arrepentirme volví a él para besarlo con rapidez, antes de irme corriendo a mis clases.

Me encontré con Alice en el aula, sin poder disimular mi sonrisa. Esperaba que nada pudiera cambiar mi humor esa mañana, aunque horas después, en el receso, ver a Braham esperando en mi casilla no me hizo nada feliz.

Debía guardar mis cosas, por lo que no me quedó otra opción más que ir donde él. Pretendí ignorarlo, pero casi corta mis dedos cuando cerró la puertecilla de metal luego de hablarme y ver que no iba a obtener respuesta.

—Tu pulgoso ya despertó, creo que es dijiste que solo hablarías conmigo cuando lo hiciera. Los vi muy cariñosos en el estacionamiento más temprano, imagino que ahora sí podrás escucharme.

Resoplé, dándole la cara.

—No quiero hacerlo, Braham —acepté, enderezando mi espalda con seguridad.

—Oh, vamos. No eres una persona de mal corazón, gatita, y hasta estoy extrañando el estúpido apodo que me pusiste.

—¿Eres consciente de que llevaste a mi novio a un límite, que me diste un susto de muerte con eso, que me mentiste, me engañaste y jugaste con nosotros? Creo que ya no eres un copo de nieve, ahora eres el gato que jugó con su presa hasta casi matarla.

El muy descarado se rio. Resoplé, volviendo a abrir mi casillero para sacar mi cartera. Debía comer, no perdería el tiempo hablando con Braham.

—Ya te dije que no lo hice todo yo. Solo debilité y te cuidé.

—¡Oh, me cuidaste! —dije con ironía, pero luego pensé que no tenía pruebas para pensar que no había sido así. Solo le di una mirada, callándome cuando me vi sin argumentos y me di la vuelta para caminar hacia la cafetería.

—Bien, lo siento, lamento todo lo que sucedió y lo digo de verdad, no solo para hacerte sentir bien. —Suspiré, deteniéndome en mitad del pasillo. Los estudiantes iban y venía, algunas se quedaban con sus ojos pegados a Braham y no podía culparlas: El vampiro era alguien atractivo, con su cabello rojizo y rostro angular.

—¿Quieres hablar? Bien, te escucharé, pero no hoy. Mañana te veo en la cafetería del pueblo, en la que no es una guarida de… murciélagos. —Supe que me iba a entender la refería. No podía hablar con normalidad en medio de un pasillo lleno de humanos que desconocían la realidad.

Asintió.

—Lo tomó. Nos vemos entonces, gatita.

Dejé escapar el aire cuando lo vi alejarse. No supe que estaba reteniendo el aire hasta que me di la vuelta y pude soltarlo.




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