Alan esquivó mi golpe, pero yo también logré esquivar el suyo, agachándome.
—A tu derecha —dijo, y como tonta miré hacia allí. Aprovechó mi distracción para intentar mandar un golpe hacia mí, pero logré bloquearlo a solo unos centímetros de mi hombro.
Sonrió, alejándose. Yo me dejé caer en la colchoneta, exhausta.
—¡Bien! Has progresado mucho, linda. —Me sentía bien por sus halagos, en especial porque sabía que eran ciertos.
Alcé mi puño, triunfante. Me dejé levantar por él.
—Sé que estás cansada, pero te llevaré a desayunar antes de ir al apartamento ¿Está bien? —Asentí, abrazándolo.
—América ya consiguió los pasajes para irnos —avisé, caminando a su lado. El campo de entrenamiento estaba solo ese día por ser domingo a las nueve de la mañana. Alan insistía en ir temprano. Habíamos entrenado casi todos los días durante toda esa semana, solo dejando mi cuerpo descansar por un día antes de seguir. Mis músculos dolían por no haber descansado por tres días seguidos, pero eso me llenaba aun más de satisfacción porque, aun adolorida, Alan no me había tirado al suelo tantas veces y mis reflejos sí que estaban mejorando.
—Está bien. Ya hablé con mi padre, así que tengo todo asegurado para poder irme por unos días sin descuidar el trabajo.
Le sonreí con los labios apretados mientras me sentaba. Lancé un suspiro de alivio en cuanto lo hice. Alan me sorprendió con un beso en mi cabeza.
—Me siento orgulloso de ti y tu progreso en los últimos días.
—No he podido golpearte ni una sola vez —recalqué. Él me volvió a besar, pero en esta ocasión yo lo miré, buscando un beso en mis labios y no en mi cabeza.
Puse mi mano en su mejilla cuando juntó sus labios con los míos, sin embargo, se separó muy rápido para mi gusto.
—Me basta con que sepas evitar que te golpeen a ti. Cuando volvamos prepararé un ejercicio para que no seas capas solo de defenderte de una persona, en un enfrentamiento en la realidad suelen ser más de dos quienes te atacan.
Estuve de acuerdo.
Estaba sudorosa, cansada y adolorida, pero en cuanto Alan se distrajo miré mi teléfono por si tenía alguna notificación en el grupo de la preparación de su cumpleaños. Todos se habían levantado temprano porque querían hacerle algo a mi novio, yo incluida en el plan, pero Alan le había revelado a Kiona que me llevaría al hotel al que no habíamos podido ir al cumplir ocho meses, así que debíamos apurarnos porque Alan y yo partiríamos al atardecer, aunque él no me había dicho nada.
Alan llegó poco después de haber guardado todo en su lugar y, como era costumbre, me llevó en su espalda hasta el auto. Iríamos a desayunar, tal como él había dicho, y luego a su apartamento. Kiona llamaría para ir al bar en el que se reunían siempre, con alguna excusa para hacerlo salir.
Todos hubieran deseado celebrar su cumpleaños a la noche, con alcohol y mucha comida, pero era todo lo que podía hacer.
El café era el mismo al que me llevaba cuando apenas se daba la tarea de conquistarme. Sonreí por los recuerdos que tenía de ahí, pero no pedí una magdalena como hubiera hecho antes. Pedí un sándwich y mi amado café, aunque Alan no se fue sin haberme comprado tres magdalenas solo para mí y para el resto del día.
Sí, el me consentía mucho más de lo que pedía que lo hiciera, pero eso me encantaba.
—A la ducha —dijo, sacando su camiseta en cuanto entró al apartamento.
—Ve tú, iré en un momento —dije, haciéndome la loca para poder tener tiempo y terminar de ultimar los detalles por el grupo.
Mientras Alan se duchaba y yo hablaba con los demás, me comí una de las magdalenas. Me di cuenta de que había salido del baño cuando tomó mi cabeza para besarla.
—Pensaba que estas muy llena para comer algo más —dijo, abriendo el refrigerador para sacar agua. Me giré en la butaca para observarlo mejor. Solo llevaba puesto un vaquero, dejando en descubierto su torso.
Alejé mi mirada de él porque no era momento de ser lujuriosa.
—No pude aguantar la tentación, amor —contesté. Me puse en puntillas para alcanzar sus labios—. Dormiré un poco ¿Sí? Estás invitado a hacerme compañía al otro lado de la cama.
Su mano libre se deslizó hasta mis nalgas, en donde dio un pequeño apretón.
—¿Solo a dormir? —Sonreí, coqueta.
—Tú eres el cumpleañero, hoy tienes la palabra. —Se rio, pero sus ojos brillaron cuando me miró.
—Hace un año estaba con tus mis ánimos por el suelo por tu decisión de no asistir a mi cumpleaños y por tu nula respuesta… Hoy te tengo conmigo y a punto unir tu vida por completo a la mía, no sé a quién debo agradecerle, pero lo hago.
Sonreí, dejando que me abrazara.
—Lo siento por…
—No te disculpes, hermosa. El año pasado lo hiciste, y también me diste una sorpresa demasiado gratificante. —Me sonrojé, sabiendo a qué se refería. Lo alejé de mí para irme a duchar y dormir un ratito antes de que Kiona llamara.
Alan no me acompañó mientras dormía, se quedó en su estudio, adelantando trabajos que su padre le había pedido para la constructora.
No demoré mucho en quedarme dormida, pero lo que no esperé fue que los sueños regresaran, pero, esta vez, no se trataba de Alan.
Todo lo que veía era oscuridad y la sombra de árboles, sin embargo, escuchaba pasos. Tuve que darme la vuelta para ver a una chica, pero sus ropas eran… viejas, antiguas y casi no podía caminar.
Su vestido estaba lleno de barro o sangre, las calles eran de roca, así que tuve que ubicarme en un tiempo que no era el mío.
Un hombre salió a su encuentro, alguien que se me hacía muy conocido, aunque estaba segura de no haberlo visto nunca. Cuando el hombre ayudó a la mujer, vi que ella estaba embarazada, y él, comprendí que la razón por la cual no la había ayudado antes era porque llevaba consigo varias cosas.
—¡Madre! —gritó él con desespero, mirando cada cierto tiempo hacia atrás. Gritaba a la nada aparentemente—. ¡Madre! —volvió a gritar, ayudando a la mujer—. ¡Por favor ayuda a tu nieto, no permitas que muera!
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Editado: 08.06.2021