—Hay una chica… bueno, no solo es una chica, de hecho, son varias personas las que están ayudando a los vampiros, humanos que viven dentro de la protección.
Fruncí el ceño, pensando en el sueño, o recuerdo, que había tenido días atrás, con Braham y una mujer de la protección.
—Pero los humanos que viven dentro de la protección son las parejas de los lobos, nada más. —La intervención de Alan solo causó que Braham alzara una ceja.
—No según la historia de su pueblo. La protección nació por nosotros, lo sé, es el lugar sagrado de los lobos porque está oculto gracias a la hechicería. No pueden entrar los vampiros que tengan malos deseos, pero esa regla no aplica a los humanos, así que si alguien, que desde siempre ha estado dentro, quiere dañarlos, podrá hacerlo, solo por ser humano.
—Eso es imposible, Braham. La protección está para todas las personas que quieren dañarnos, incluso humanos.
—Eso es falso, Alan —repitió, inclinándose hacia él—. De ser de otra manera ¿Cómo te explicas que Amber, la chica que iba a tu casa con solo el propósito de hacerte un mal, entrara? ¿O Kirian? Era un lobo, pero estaba con los vampiros, al igual que Evoleth. Y si la protección antes era para todas las personas que querían hacerles daño, eso cambió, porque ahora pueden entrar seres de cualquier naturaleza. Y déjenme recordarles que desde hace uno o dos siglos, hay una comunidad humana al este de la protección, una comunidad que ustedes permitieron que se quedara al ser blanco de los cazadores que existía en ese tiempo…, al ser familia directa de los vampiros más antiguos de esa época.
—¿Pero qué razón tendrían los humanos para volverse contra nosotros?
—Fácil, y aunque no digo que sea lo verdadero, es una opción: Quieren volver con su familia ahora que los cazadores se extinguieron.
Alan le lanzó una mirada a su líder, ya recuperado del daño que le habían hechos los vampiros.
—Puedo ayudarlos —siguió Copito—, la mente de un humano es muy débil, se me haría fácil meterme en ellas y saber con exactitud si están involucrados en esto o no. Puedo cambiar mi imagen para todos ellos e involucrarme más. Pensarán que soy un vampiro antiguo gracias a la fuerza de mis poderes, pero necesitaría la ayuda de un hechicero experimentado para hacer que la ilusión se mantenga.
—¿Cómo sabemos que solo no usarás eso a tu favor para escapar? —preguntó Axel, y la verdad era una buena pregunta.
—Un hechicero no huiría conmigo, ahí está tu garantía. —Rich llamó la atención de todos dando un golpe seco en la mesa.
—Lo haremos, necesitamos resolver este problema lo más pronto posible, pero no puedes arriesgarte mucho, Braham, debes estar completamente seguro de que esto funcionará.
—Lo estoy —dijo con confianza, una sonrisa perversa danzando en sus labios—, y si la ilusión y la persuasión no funcionan, siempre tengo un as bajo la manga que puedo usar.
Fruncí el ceño de nuevo, analizando a mi amigo. Con solo una mirada a Alan comprendí que pensábamos lo mismo: debíamos saber qué estaba pensando hacer Braham.
—Reuniré a los hechiceros, en una hora los quiero devuelta aquí, Alan y Axel. Abril, si quieres estar estás en tu derecho. Por el momento, iré a comunicar todas las decisiones al consejo.
Se levantó de su asiento con ayuda de un bastón.
Braham y Axel nos dieron una mirada antes de salir. Me quedé sola con Alan en la enorme sala.
Mi novio tomó mi mano para besar cada dedo. Yo, con la que tenía disponible, acaricié su mejilla.
—Sabes que te amo, Alan ¿Cierto? —pregunté en voz baja sin poderlo evitar. Él detuvo sus besos, pero no alejó mi mano de sus labios—. Sabes que volvería a ti una y mil veces ¿verdad?
Luego de unos segundos asintió.
—Lo sé, yo haría lo mismo por ti. Hay… hay muchas cosas de las que tenemos que hablar —susurró, levantándose para sentar a mi lado en la mesa. Nuestras manos se buscaron sobre la madera lustrada. Apoyé mi cabeza en su hombro, esperando.
—Hablemos, entonces.
—Es difícil todo esto para mí, Abril, pero no puedo estar sabiéndolo y sin decírtelo… Sabes de la profecía, pero esto va mucho más allá de lo que pensamos y yo… puedo perderte, y eso me tiene muerto de miedo, Abril, porque no soportaría estar sin ti.
—¿A qué te refieres con perderme? —Sus ojos se quedaron prendados en los míos cuando saqué la cabeza de mi escondite. Besó mi frente, dejando sus labios por un segundo ahí.
—Eres una humana, Abril, pero en el mundo hay seres humanos que descienden de hechiceros o brujos, y tú eres una de esas personas, pero lamentablemente la hechicera de la que vienes es alguien con mucho poder y no ha muerto, a parte… es la que creó la profecía en la que estamos involucrados y te necesita para poder llevarla a cabo.
—No entiendo, Alan.
—Esa es la idea: Una profecía cambia cada que uno de los involucrados sabe algo de gran importancia. Es por eso siempre se ocultan hasta que están prontas a terminar.
—Pero ni siquiera sabemos de qué va la profecía, Alan, no le encuentro sentido a nada de esto.
—La profecía… Te contaré algo: nadie sabe la verdadera historia de nuestro nacimiento. Todos sabemos fragmentos de lo que sucedió en ese tiempo, pero no la razón de por qué estamos aquí. En eso se centra todo, pero también hay algo más profundo, que es la guerra entre los hechiceros y los brujo. No sabemos qué pasará cuando haya un ganador, pero supongo que el resultado es lo peligroso en todo eso. O es el fin de todo o el seguir el curso de la vida tal y como se conoce.
Bien, eso último era información nueva para mí, pero sentí con una fuerza casi demoledora que no me iban a quitar de su lado.
—Eso no sucederá, no voy a morirme ni a irme de tu lado. ¿Me entiendes? —Sus ojos se aguaron al mirarme. Entendía su miedo.
Me pegó a su pecho en un abrazo fuerte. Mi cuerpo se posicionó entre sus piernas.
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Editado: 08.06.2021