NOTA DE AUTOR:
Antes de que comencéis a leer, quiero que sepáis que esta historia es algo diferente a lo que suelo escribir. Si mis otras historias han sido más oscuras y profundas, esta es mucho más liviana y está llena de humor. No obstante, seguirán estando presentes mis características habituales: romance, acción, buenos personajes, y por supuesto, acción. Mí objetivo es que te diviertas, que disfrutes de la comedia, los enredos y, como siempre, un toque de misterio. ¡Espero que te guste!.
DE DIVA A ALBORADA: ¡VAYA CAMBIO! (CAPÍTULO 1)
Raquel Vargas no caminaba por el set, desfilaba. Su melena rojiza, impecable gracias a su estilista personal, y sus ojos negros parecían desafiar a cualquiera que tuviera la osadía de mirarla directamente. Su belleza era indiscutible, tanto como su temperamento. Para Raquel, el mundo giraba en torno a ella, y si alguien osaba cuestionarlo, se aseguraba de corregirlos.
—¡Ese foco está fatal! —gritó, señalando al técnico de iluminación como si hubiera cometido un delito de lesa humanidad—. ¿Tengo que hacer yo todo aquí o qué?
El chico apenas pudo balbucear una disculpa. Mientras tanto, David Torres, con su cámara al hombro, intentaba no reírse. Era su primer día en el programa, y ya veía que aquello iba a ser un espectáculo. David, con su camiseta “Han disparado primero”, sus gafas y su aire tranquilo, parecía el polo opuesto de Raquel. Él no buscaba destacar; solo quería grabar, aprender, y, con suerte, conseguir un trabajo en lo que más le apasionaba.
Cuando Raquel finalmente lo vio, lo escaneó de pies a cabeza como si fuera un insecto.
—¿Quién eres tú? —preguntó con desdén.
—David Torres. Estoy aquí para la prueba.
—Oh, genial. Otro friki con sueños. —murmuró, más para sí misma que para él.
David frunció el ceño, pero decidió dejarlo pasar. No quería problemas.
La prueba comenzó, y todo fue cuesta abajo desde el primer segundo. Raquel parecía disfrutar haciendo que David lo pasara mal.
—¡Esa toma me hace parecer bajita! —se quejó.
—Quizá si dejaras de moverte tanto… —intentó replicar él.
—¿Perdona? Esto es televisión, friki. No una boda.
David apretó los dientes. Sabía que debía mantener la calma, pero cuando Raquel tropezó con un cable que él no pudo recoger a tiempo, perdió los papeles.
—¡¿Es que quieres matarme?! —gritó ella, señalándolo como si fuera el culpable de todos sus problemas.
—Claro, porque tropezar contigo misma es culpa mía, petarda.
El silencio en el set fue tan absoluto que hasta se escuchó cómo alguien tragaba saliva al fondo. Raquel lo miró como si acabara de insultar a la reina.
—¿Cómo me has llamado?
—Petarda. ¿Algo más?
David no consiguió el trabajo, pero tampoco lo lamentó. "Demasiada diva para mi gusto", pensó mientras recogía sus cosas y salía del estudio.
Los problemas de Raquel no acabaron ahí. Apenas unas semanas después, recibió la noticia que más temía: le quitaban su programa. La reunión con los directivos fue tensa, y Raquel no tardó en demostrar su carácter.
—¿Qué quiere decir que “no conecto con la audiencia joven”? —exigió saber, cruzando los brazos.
—Raquel, es simple. Queremos algo fresco, algo nuevo.
“Algo joven”, lo llamaron. Ella lo entendió perfectamente cuando vio a su reemplazo: una jovencita de 18 años con una sonrisa perfecta y más seguidores en redes sociales de los que ella jamás había tenido.
—No me hagáis esto. He trabajado toda mi vida para esto. —Intentó mantener la compostura, pero su voz temblaba.
—Lo sentimos, Raquel. Es decisión de la junta.
Como si aquello no fuera suficiente, su “amigo con derechos” y directivo de la cadena aprovechó la ocasión para rematarla.
—Raquel, creo que también deberíamos… ya sabes… darnos un tiempo.
Raquel lo miró incrédula.
—¿Darnos un tiempo? ¿Después de usarme durante años?
—No lo veas así. Es que… bueno, creo que necesito algo más... fresco.
Raquel lo fulminó con la mirada.
—¿Algo fresco? ¿Te refieres a ella? —preguntó, señalando la pantalla donde aparecía su reemplazo. Antes de que él pudiera responder, ella lanzó su copa de vino, que se estrelló contra la pared.
Aquella misma semana, la desgracia siguió golpeándola. Le robaron el bolso en un restaurante de lujo, dejándola sin efectivo y sin tarjetas de crédito. Los paparazzi, como siempre, no perdieron oportunidad para documentarlo todo. La foto de Raquel Vargas, cabizbaja y con el maquillaje corrido, apareció en todas las revistas de cotilleo bajo titulares humillantes como: “De estrella a desastre”.
Por si fuera poco, se enteró de que su reemplazo no solo le había quitado el programa, sino también a su ex. Las redes sociales se llenaron de imágenes de ellos juntos, sonriendo y disfrutando de unas vacaciones en las Maldivas.
Una tarde, mientras se encerraba en su apartamento con las cortinas corridas para evitar a la prensa, su teléfono sonó. Era su madre.
—Raquel, ¿sigues viva?
—¿Qué quieres, mamá? —gruñó.
—Hija, tienes que levantarte. No puedes seguir así. Además, te llamo para darte una noticia. En el pueblo buscan personal para una pequeña cadena de televisión. ¿Por qué no lo intentas?
Raquel casi se atraganta con el vino que estaba bebiendo.
—¿En Alborada? Mamá, prefiero morirme antes de volver a ese agujero.
Alborada, con sus calles polvorientas, su gallo despertador y sus “paletos”, como ella los llamaba, era lo último que quería en la vida. Pero cuando su madre mencionó que no tenía muchas más opciones, empezó a considerarlo.
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En otra parte de la ciudad, David Torres revisaba un anuncio para una cadena de televisión en Alborada.
—Bueno, no será Hollywood, pero es un paso más cerca. —Se dijo a sí mismo mientras enviaba su currículum.
Raquel y David, cada uno con sus propios motivos, se preparaban para un nuevo comienzo. Sin saberlo, sus caminos estaban a punto de cruzarse de nuevo. Y esta vez, las cosas serían aún más caóticas.