Lira se despertó temprano, como siempre, en el orfanato de San Gabriel en Murcia. La rutina del día comenzaba con el sonido de la campana matutina, seguido del bullicio de las niñas preparándose para el desayuno. Sin embargo, esta mañana había algo diferente en el aire, una sensación inquietante que Lira no podía identificar.
Después de vestirse, se dirigió al comedor, donde las mesas estaban llenas de platos con gachas humeantes. Lira tomó su asiento habitual junto a la ventana, donde podía ver el jardín del orfanato, un pequeño rincón de tranquilidad en su ajetreada vida.
"¿Has oído los rumores?" susurró Sofía, su mejor amiga en el orfanato. "Dicen que algo extraño está ocurriendo en la ciudad. Las aves están actuando raro y las plantas... parece que están creciendo más rápido de lo normal."
Lira frunció el ceño, recordando las flores del jardín, que habían florecido de manera inusualmente exuberante en los últimos días. Antes de que pudiera responder, la directora del orfanato, la severa señora Álvarez, entró en el comedor con una carta en la mano.
"Lira," llamó, y el comedor se quedó en silencio. "Esta carta es para ti."
Lira se levantó lentamente, sintiendo las miradas curiosas de sus compañeras. Tomó la carta, notando el sello dorado y el papel de alta calidad. Su corazón latía con fuerza mientras rompía el sello y abría el sobre.
"Querida Lira," comenzó a leer en voz baja, "Eres invitada a asistir a la Academia de Magia de Eldoria. Tus habilidades especiales han sido detectadas, y creemos que tienes un gran potencial como hechicera. La existencia de los magos debe permanecer en secreto para proteger nuestro mundo y el tuyo."
Lira alzó la vista, sus ojos encontrándose con los de la señora Álvarez, quien la observaba con una mezcla de sorpresa y desaprobación.
"Es una broma, ¿verdad?" murmuró Lira, pero la directora negó con la cabeza.
"Al parecer, no lo es," respondió la señora Álvarez. "Deberás partir de inmediato. Tus cosas ya están empaquetadas."
La confusión y la emoción se mezclaron en el interior de Lira. La idea de dejar el orfanato, su hogar durante tantos años, era abrumadora. Sin embargo, la promesa de descubrir más sobre sí misma y su potencial como hechicera la llenaba de una determinación renovada.
Después del desayuno, Lira se despidió de sus amigas. Sofía le dio un fuerte abrazo y le susurró al oído: "Sé valiente, Lira. Descubre quién eres realmente."
Con la carta en la mano y una pequeña maleta con sus pertenencias, Lira salió del orfanato. Un taxi la esperaba en la entrada. El conductor, un hombre de aspecto misterioso, la ayudó a subir y se pusieron en marcha hacia lo desconocido.
Mientras el taxi avanzaba por las calles de Murcia, Lira observó el paisaje familiar desvanecerse. La ciudad que conocía tan bien quedaba atrás, y con ella, su vida anterior. El camino hacia la Academia de Magia de Eldoria estaba lleno de incertidumbre, pero también de posibilidades infinitas.
El trayecto fue largo y sinuoso, llevándolos por carreteras estrechas y paisajes pintorescos. Lira no podía dejar de maravillarse ante la belleza del mundo exterior, un contraste marcado con la rutina monótona del orfanato. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el taxi se detuvo frente a un edificio antiguo y oculto entre callejones.
"Estamos aquí," dijo el conductor, abriendo la puerta para que Lira pudiera bajar. "Bienvenida a la Academia de Magia de Eldoria."
Lira salió del taxi y observó el edificio con asombro. Era un castillo de piedra con torres altas y ventanales de colores, decorado con símbolos arcanos que brillaban suavemente. La entrada estaba custodiada por dos estatuas de dragones, que parecían cobrar vida bajo la luz del sol.
Con el corazón latiendo con fuerza, Lira cruzó el umbral del castillo, sintiendo una vibración mágica en el aire. Era como si el edificio mismo estuviera vivo, susurrando secretos y misterios antiguos. El pasillo principal estaba iluminado por candelabros flotantes, y las paredes estaban cubiertas de tapices que representaban escenas de batallas épicas y hechiceros poderosos.
"Bienvenida, Lira," dijo una voz profunda detrás de ella. Lira se giró y vio a un hombre mayor con cabello gris y barba larga, vestido con una túnica de mago adornada con símbolos arcanos. "Soy el Maestro Alaric, y seré tu mentor durante tu estancia aquí."
"Es un honor conocerlo, Maestro Alaric," dijo Lira, inclinando la cabeza en señal de respeto.
"El honor es mío," respondió Alaric con una sonrisa cálida. "Ven, te mostraré tu dormitorio y te presentaré a tus compañeros de clase."
Lira siguió al Maestro Alaric por los pasillos del castillo, maravillándose ante la grandeza y el misterio del lugar. Finalmente, llegaron a una torre donde se encontraban los dormitorios de los estudiantes de primer año. El cuarto de Lira era acogedor, con una cama grande, un escritorio de madera y un ventanal que ofrecía una vista espectacular del paisaje mágico.
"Descansa un poco y deshaz tu equipaje," dijo Alaric. "La cena se servirá en el Gran Salón, donde conocerás a tus compañeros y empezarás a familiarizarte con la academia."
"Gracias, Maestro Alaric," dijo Lira, sintiéndose abrumada por la amabilidad del hechicero.
Después de deshacer su equipaje, Lira se permitió unos momentos para reflexionar sobre los eventos del día. La academia era todo lo que había soñado y más, un lugar lleno de maravillas y promesas de aventuras. Con el corazón lleno de esperanza y determinación, se dirigió al Gran Salón para la cena.
El Gran Salón era un lugar impresionante, con estandartes de colores decorando las paredes y un techo encantado que mostraba un cielo estrellado. Las mesas largas estaban llenas de estudiantes de diferentes edades, todos charlando y riendo mientras disfrutaban de una variedad de platos deliciosos.
Lira se unió a la mesa de primer año, donde conoció a otros estudiantes como ella. Entre ellos estaba Liora, una joven de cabello rubio rizado y ojos azules, que rápidamente se convirtió en su amiga. Liora era amable y extrovertida, y le explicó a Lira todo sobre la academia y sus tradiciones.