Tres años atrás…
El ruido de los estudiantes hablando todos a la vez me desconcentró de mi dibujo, con un bufido cerré mi cuaderno, ya había comenzado el receso, lo que se traducía en conversaciones en tonos de voz elevados y bromas pesadas. Antes de poder ponerme en pie, me vi acorralada por dos chicas, siempre eran unas insoportables; les molestaba que no me gustara ser como ellas y su hipocresía, que se apuñalaban unas a otra con sus lenguas afiladas como cuchillos.
—Buenas días, santita Allison —saludó una de ellas con burla, ambas sabían cuánto me molestaba aquel apodo.
Ignoré sus palabras y me puse en pie, pero ambas hicieron lo mismo bloqueándome el paso.
—Déjenme pasar —dije entre dientes mientras miraba a la chica que tenía frente a mí.
Las chicas rieron falsamente, pero antes de que alguna de ellas pudiera hablar se escuchó una voz masculina.
—Dejen en paz a la chica —dijo un chico a mi lado.
Las chicas pusieron cara de fastidio, intercambiaron una mirada y se marcharon a continuación. Fijé mi vista en el chico que me había rescatado era de cabellos negros cual azabache, ojos cafés oscuro y piel pálida, además de ser algo flacucho.
—Gracias —dije dedicándole una sonrisa.
—De nada, soy Aiden.
—Un placer, yo soy Allison —respondí extendiendo mi mano hacia él, quien, en vez de estrecharla, la tomó con delicadeza y la besó.
*****
Pasar tiempo con Aiden se había vuelto lo mejor para mí. Pasábamos casi todo el día juntos, le encantaba el arte como a mí y sentía que teníamos demasiadas cosas en común. Mi corazón se aceleraba cada vez que besaba mi mejilla.
—Aiden no me parece la gran cosa —comentó Heydi cerrando su casillero y sonreí segura de sus celos hacia él—. Es un chico común y corriente, que saca malas notas y a veces llega a ser engreído —añadió.
—Heydi, no dejes que tus celos te consuman y te hagan decir esas palabras —respondí apoyando mi mano en su hombro. Mi amiga estaba celosa de que pasara más tiempo con él—. Aiden saca malas notas igual que yo, pero no es un mal chico.
—Se reunió el otro día con los pesados del equipo de fútbol, pero no es un mal chico, solo son mis celos ¿verdad? —dijo ella con enojo antes de marcharse.
No podía creer que él se estuviera relacionando con ellos, lo más probable era que esos pesados lo hubieran llamado para molestarlo, Aiden no era así.
*******
Me acerqué a Aiden al verlo sentado en un banco del parque bastante alejado del resto. Tenía un libro en la mano, del cual no apartaba la mirada, y, mientras, fumaba un cigarro, era algo que nunca antes le había visto hacer.
—Buenas tardes, Aiden —saludé al llegar hasta él.
Aiden soltó una nueva bocanada de humo y seguidamente levantó la cabeza hacia mí con una sonrisa. El humo del cigarro me envolvió con un olor que me recordó el vinagre, y aunque no me gustaba ese olor, me pareció embriagador.
—Hola, Alli, siéntate —saludó haciendo un hueco en el banco para que me pudiera sentar.
Miré mi reloj, aún era temprano, podía tomarme algunos minutos antes de ir a casa.
—No sabía que te gustaba fumar —comenté tomando asiento a su lado.
—Solo lo hago de vez en cuando —respondió dando una nueva calada al cigarro y de nuevo ese olor extraño, pero embriagador me envolvió, haciendo que me sintiera algo desconectada de la realidad —. Pruébalo, te gustará —dijo Aiden ofreciéndome un cigarrillo, el cual miré con recelo, pues nunca antes había fumado.
Enseguida me negué. Nunca me había cercado a un cigarro, mi madre me mataría si lo hacía y tampoco había llamado mi atención fumar. Aiden insistió varias veces, pero volví a negarme.
—Si lo pruebas, me complacerás mucho —insistió Aiden con una media sonrisa.
Por un momento estuve a punto de caer en la tentación, solo para complacerlo, pero recapacité, fumar nunca había sido bueno, recordaba cada campaña en contra del cigarro. Con una excusa me puse en pie y me marché hacia mi casa.
Los días siguientes fueron raros, me sentía muy ansiosa y con la necesidad de algo que aún no comprendía. Aiden ni había vuelto a tocar el tema del cigarrillo, sin embargo, cada vez lo veía más extraño y disociado, pero también parecía contento, más de lo que nunca antes había visto una persona.
—Te veo muy feliz últimamente —comenté mientras caminábamos juntos por los pasillos de la escuela.
—Es un secreto profesional —dijo poniendo su dedo índice sobre sus labios—, pero lo puedo compartir contigo. Es el cigarrillo que rechazaste la otra vez, es mágico, te transporta a un planeta de colores en el que eres feliz.
Aquella descripción me atrajo como la luz a los insectos, pero me negué a seguir esa atracción, sentía que era mala idea. No quería volverme una adicta al cigarro por un poco más de felicidad.
En la tarde, salí de la escuela más tarde de lo que había previsto cuando había pensado en hacer mi tarea en la biblioteca. Atravesé el estacionamiento casi vacío, lista para ir a casa, pero, al pasar cerca de un auto, un olor me hizo detenerme. Mis sentidos se activaron y clamaron todos a la vez por aquel olor tan embriagador y absorbente. Supe que mi cuerpo había estado pidiendo aquello desde hacía días, así que, sin más preámbulo, toqué la puerta del auto abriendo un nuevo mundo para mí.
Ese día todo cambió y mi mundo se volvió de colores, o eso creía en mi interior. Me alejé de todos los que amaba y me convertí en una adicta, que hacía todo lo que Aiden pedía. Lo amaba demasiado para dejarlo ir, él era mi mayor droga.
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Revisé como una psiquiátrica cada armario de mi cuarto en busca de dinero, ya no quedaba nada. Me llevé las manos a mi cabello sintiendo que la ansiedad nuevamente invadía mi ser, necesitaba dinero, no podía seguir así.