“El mundo dice: el amor te acepta como eres, Dios dice: perfecciónate en el amor”
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Después de las clases, me dirigí hacia el estacionamiento y nuevamente Jake me esperaba allí, junto a mi bicicleta. Lucía tan demacrado que daba pena verlo, pero había algo en sus ojos, muy pequeño, pero visible, era esperanza.
—Buenas tardes —saludó Jake al verme llegar hasta él.
—Hola —contesté haciendo un saludo con la mano. A continuación, saqué una libreta de la mochila y se la extendí—. Son los apuntes de las clases de hoy, no quiero que te atrases —añadí al ver su rostro confuso.
Sabía que era difícil para Jake volver a la escuela. Concentrarse era complicado, las drogas nublaban el cerebro, además, la mirada de los estudiantes también podía llegar a ser desagradable. Miradas que juzgaban, que se compadecían o que miraban con desagrado.
—Quizás todavía no te sientas del todo capacitado para estudiar ahora, pero tendrás los apuntes listos cuando ese momento llegue—agregué.
—Gracias —dijo Jake tomando la libreta con los ojos fijos en aquel objeto, en su mirada también había un agradecimiento y asombro— ¿A dónde vamos? —inquirió levantando su mirada hacia mí.
—Es una sorpresa —respondí con cierto aire de misterio—. Es cerca de aquí, podemos ir caminando.
Hacía algún tiempo había descubierto que cerca de la escuela se encontraba un taller de alfarería y lo mejor de todo era que estaban ofreciendo cursos para principiantes. Llegamos al lugar, el cual exponía en sus estantes múltiples artesanías, desde jarrones muy complicados a figuras sencillas, pero hermosas. Jake me miró con asombro y muchas preguntas, pero no respondí, solo le ofrecí una sonrisa y abrí la puerta del lugar. Fuimos recibidos por un chico unos años mayor que nosotros, quien con gran desánimo nos informó dónde comenzaría las clases. Pasamos por una puerta junto a la recepción y nos encontrábamos con un salón sencillo con paredes azules claras y algunos estantes de madera. En el medio de la sala se encontraban varias personas sentadas en forma de círculo en unos cojines, que se hallaban frente a mesas individuales; en el centro de todo aquello se encontraba el profesor y dueño del local, con quien había hablado el día antes.
—Bienvenidos, por favor, tomen asiento —dijo el maestro señalando los puestos que se encontraban justamente frente a él.
Algunos de los presentes dirigieron su mirada curiosa hacia Jake, pero él no prestaba atención a aquellos ojos que lo observaban, sino, que su mirada estaba fija en mí.
—¿Por qué vinimos aquí? —susurró Jake sin dejar de mirarme.
—Dijiste que la cerámica te hacía feliz y por eso estamos aquí, para que seas feliz —respondí encogiéndome de hombros. Mi plan era sustituir el éxtasis que le provocaba la heroína con actividades cotidianas, que lo ayudaran a eliminar aquella droga.
Una sonrisa se asomó en los labios de Jake y aquello me hizo sentir bien, me gustaba saber que había ayudado a alguien, me causaba gran bienestar. Antes de que pudiera reaccionar, él besó mi mejilla y al reincorporarse su sonrisa se ensanchó. Llevé una mano hacia mi mejilla, que aún ardía por aquel contacto, y miré a Jake con asombro, quien no había apartado aquella sonrisa tonta de su rostro, todo dentro de mí era un mar de confusiones.
Unos minutos más tardes llegaron los últimos estudiantes y el profesor dio inicio a la clase. El profesor nos repartió a cada uno un pedazo de barro para que nos fuéramos familiarizando con este. Al principio me pareció asqueroso como este se sentía entre mis manos, pero después de unos minutos se sintió relajante.
El maestro comenzó a enseñarnos como manejar el barro y a diferencia de lo que había pensado, no había que echarle agua constantemente, solamente era necesario si se deseaba hacer un jarrón o plato.
—Uff —solté un bufido en mi cuarto intento por intentar doblar la pieza que había hecho, en manos del profesor había parecido muy sencillo, pero no lo era.
—Espera, lo estás haciendo mal —dijo Jake poniendo sus manos sobre las mías para ayudarme y ese contacto hizo que mi piel se erizara.
—Gracias —susurré sin poder dirigir mi mirada hacia él, pero finalmente mis ojos buscaron los suyos.
Entonces me di cuenta de algo que había estado intentando negar, me gustaba Jake. Había descubierto partes de él que me hacían quererlo, y aquello me asustada.
Dirigí mi mirada nuevamente al barro intentando controlar las emociones que cargaba.
«El corazón es engañoso», me dije. Después de lo sucedido con Aiden me había dado cuenta de la veracidad de aquellas palabras.
Amar era un sentimiento maravilloso, que me había hecho feliz en su momento, pero después de lo que había pasado sabía que aquella frase que tanto decía el mundo sobre seguir el corazón era totalmente falsa. Yo había seguido a mi corazón y había terminado en coma. Esta vez solo seguiría el camino que Dios trazara para mí, y en la Biblia decía claramente “No os unáis en yugo desigual”.
—Allison, ¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Jake cuando salimos de la tienda.
Dudé por un momento, pero finalmente asentí.
—¿Culpas a Aiden de lo que te pasó?
—Al principio sí lo hice, lo culpaba de todo lo que me había sucedido y pensaba que si no lo hubiese conocido nada de aquello habría pasado. Luego me di cuenta que, a pesar de su influencia en mí, él no fue el único culpable, yo decidí que deseaba consumir heroína. En vez de enfrentar mis problemas estúpidos de adolescente, preferí sumirme en un mundo oscuro, donde pensé que encontraría la solución a mis problemas —expliqué rememorando cada paso de mi pasado, había cometido muchos errores, pero sin ellos no habría llegado a ser la persona que era. El camino hacia la cima estaba lleno de obstáculos, pero rendirse no era una solución—. Además, Aiden estaba más atrapado que yo en el mundo de las drogas. Luego de mi accidente se mudó y no supe más de él, pero espero que donde estés haya dejado las drogas.