Miré a Jake, quien observaba nervioso la puerta de entrada a la escuela, era de las pocas veces que lo observaba tan nervioso. Acerqué mi mano a su hombro para llamar su atención.
—Estará todo bien —susurré cuando sus ojos se dirigieron a mi rostro.
Jake me observó con gran inseguridad y miedo. Solo había pasado una semana desde que había asistido a la Iglesia, y él había decidido que deseaba recuperar su vida normal, pero no era tan sencillo como decirlo. Hasta el momento no había existido un nuevo episodio, pero aún se mantenía las inseguridades de Jake y era normal
—¿Y si recaigo? —Cuestionó Jake con preocupación.
—¿No tienes fe? —inquirí.
Jake observó el suelo sin responder y cuando levantó la cabeza dijo: —Quiero tener fe.
Era una respuesta comprensible y esperanzadora.
Tomé sus manos haciendo que él se girara hacia mí.
—Cierra los ojos, voy orar conmigo —le pedí con una pequeña sonrisa.
Agradecía a mis padres por hacerme capaz de saber que hacer en esta situación, ellos habían hecho lo mismo por mí, principalmente mi padre, mi segundo héroe.
"Padre, te agradezco que nos hayas permitido llegar hasta aquí. Te pido en esta hora que llenes nuestro corazón de tu presencia para que tu palabra permanezca en nosotros. En el nombre de Jesús. Amén y amén"
Abrí los ojos y encontré los de Jake, que me observaba con un toque de admiración.
—Gracias, lucesita —dijo Jake con una pequeña sonrisa.
—¿Lucesita? —inquirí sin comprender a qué venía aquel apodo.
—Dijiste que solo eras una parte de la luz de Cristo, eres una lucesita —respondió acomodando uno de mis cabellos tras la oreja—. Eres la pequeña luz que me llevó a la salida —añadió y no pude evitar el sonrojo en mis mejilla.
Al entrar en la escuela la mayoría de los alumnos se nos quedaban mirando. Se suponía que éramos la víctima y el victimario, pero en realidad éramos dos almas en redención.
—Bienvenido a la escuela, Jake —dijo Danla durante el almuerzo, se notaba que se sentía incómoda y Alina no levantaba la mira de su comida.
—Lo siento —dijo Jake dejando a las gemelas paralizadas. Danla lo miró sin dar crédito de lo que acababa de suceder y Alina levantó la cabeza para posar su mirada en él—. Siento haberles hecho daño, no hay nada que justifique lo que les hice, solo puedo pedir perdón si eso soluciona algo.
Alina lo miró con los ojos al tope de las lágrimas, las cuales intentó disimular parpadeando rápidamente, no sabía si aquellas lágrimas eran provocadas por las disculpas de Jake o por los recuerdos de todo lo que le había sucedido.
—Jake, dejemos el pasado atrás, recordar solo nos hará daño —dijo Alina con la voz un tanto ahogada.
—Te perdonamos —añadió Danla con un corto asentimiento.
El rostro de Jake se llenó de alivio, se notaba que se había quitado de encima un gran peso con aquella disculpa, el perdón era parte de la liberación. Las gemelas parecían también algo aliviada, aunque sabía que perdonar era más sencillo que olvidar y otras veces iban de la mano.
En la tarde Jake se marchó a casa antes que yo, pues yo tenía un último turno antes de poder irme a casa. Él había insistido en quedarse a esperarme, pero era mejor que se fuera a su casa, debía de estar agotado después de su vuelta a la escuela, estaba luchando contra demasiadas cosas.
Tomé mi libro de literatura y una libreta para cerrar el casillero y al hacerlo me encontré tras él a Katherine, quien me observaba con cara de pocos amigos.
—Felicidades, al final lograste conseguir a Jake para ti —dijo Katherine con una nota de amargura en su voz.
—Esto no se trata de quién lo haya ganado o no —respondí negando con la cabeza—. Esto se trata de que Jake se estaba consumiendo.
—No es cierto, Jake ya había pasado por eso, lo superaría —respondió ella con un tono berrinchudo—. Lo alejaste de mí, era el único que me comprendía.
Katherine estaba tan vacía y desolada como Jake, ella deseaba tener a alguien a su lado, no sabía por lo que ella había pasado, pero su situación era similar a la de Jake y todos los de su alrededor eran parecidos, era por eso que estaban juntos, porque creían comprenderse los unos a los otros. No obstante comprenderse no hacía que se ayudaran a salir adelante los unos a los otros.
—Eres como Jake, no quieres reconocer que lo que te sucede no está bien —respondí.
—Mantente alejada de mí y tus estúpidos consejos —respondió después de soltar un resoplido y a continuación pasó por mi lado.
*****
—Un poco a la izquierda —ordenó mi madre mientras colocaba una estrella en el altar.
Estábamos decorando el altar para Navidad y me había ofrecido como voluntaria. Aquella era la época más hermosa del año, todo se llenaba de felicidad, milagros, reencuentros y reconciliaciones. Cada año al llegar diciembre contaba los días para aquella festividad. Mi madre también se había unido a la decoración, aunque era un poco más mandona que trabajadora.
Me senté un momento para tomar un descanso, me dolían las manos de estar tanto rato con las manos en alto, pues no se decidían de donde poner las estrellas. Tomé mi teléfono y encontré un mensaje de Jake.
Jake: Allison, necesito hablar contigo.
Esas simples palabras me alarmaron, me pensé lo peor y me alteré por un momento, pero finalmente respiré y respondí el mensaje.
Allison: Está bien, nos vemos en el café cerca de la escuela en dos horas.
Terminé las decoraciones en el Templo y me marché, no sin antes comunicarle a mi madre mi destino. Al llegar al café, Jake ya estaba allí mirando su vaso, mientras lo giraba hacia un lado y otro con inquietud. Tomé un respiro y entré con una sonrisa.
—Hola —saludé al llegar a la mesa.
—Lucesita, pensé que ya habías mejorado esa mala costumbre de llegar tarde a todos lados —dijo a modo de broma.
Aquella forma tan relajada y bromista, alivió mis peores miedos, no había vuelto a las drogas. Increíblemente Jake no había sufrido de ansiedad por la abstinencia y aquello era un gran milagro. Yo había pasado por la fase de querer morir por no poder consumir, en cambio él cada día estaba mejor y eso me hacía feliz.
—Ya vez que no —respondí ampliando mi sonrisa y a continuación tomé asiento frente a él.
De repente, Jake se puso serio nuevamente y me miró como si deseara decir algo, pero no supiera como hacerlo.
—Allison. —Aquel fue el primer símbolo de seriedad—. Voy a irme a Londres —añadió.
Parpadeé varias veces sin entender que decía.
—¿Viajar? ¿Por qué?
Jake tomó una bocanada de aire y soltó un suspiro luego.
—Mi padre ha insistido mucho en hablar conmigo —explicó con la mirada fija en la mesa—. Me he resistido, pero finalmente decidí que lo mejor es ir y resolver nuestras diferencias.
Esta vez fui yo quien bajó la cabeza. En ese instante miles de preguntas se aglomeraron en mi cabeza. ¿Se marchaba? ¿Era tiempo para irse? ¿Qué sucedería con su adicción?
—Quisiera que me acompañaras al aeropuerto. Me voy pasado mañana —pidió tomando mi mano y entonces levanté la mirada hacia él.
Sus ojos reflejaban nerviosismo y me suplicaba que aceptará, o por lo menos lo veía así, por lo que no pude evitar responder:
—Claro que iré a despedirte.
Tenía miedo de que se marchara y volviera atrás, que volviese a ver a Jake en aquel estado que lo había dejado las drogas. Sin embargo, me callé todas mis inseguridades y apreté el enlace de nuestras manos para darle la seguridad que él necesita en ese momento.
—¿Irás sólo? —inquirí.
—No, mi madre se ofreció a acompañarme, por lo menos los primeros días —respondió negando con la cabeza.
No sabía si aquella decisión le haría bien o mal, pero me gustaba que no estuviera solo en un momento tan duro, estaba alegre de saber que su madre hubiese recobrado su interés por ayudar a su hijo. Era triste que hubieran tenido que pasar por tantas cosas para que ella se diera cuenta del daño que le había hecho a Jake. Continuamos hablando sobre el viaje, Londres era una ciudad que sólo había conocido por revistas y vídeos que había visto, y según Jake el tampoco la había visitado, al menos que él se acordara. Aún no estaba definido cuanto tiempo se quedaría allá, pero posiblemente fuese por un largo tiempo.
Al llegar a casa fui recibida por mi padre, quien al verme cabizbaja, hizo que me sentara a su lado, él me conocía demasiado bien. Me senté a su lado y después de soltar uno de los múltiples suspiros que había estado conteniendo durante mi tiempo con Jake, le conté sobre el viaje, mis miedos e inseguridades, con él podía ser transparente en todos los sentidos.
—Hija mía, no puedes controlar la vida de una persona —respondió papá—. Tú lo llevaste a la Iglesia y él decidió cambiar, pero el resto depende de Jake. Lo único que puedes hacer es orar por él para que tome el camino correcto.
—Sí, pero...
—¿Acaso no tienes fe? —inquirió mi padre interrumpiendo mis palabras.
—Sí —respondí sin dudar—, pero...
—Cuando hay fe no hay peros que valgan y si existen debes acallarlos. —Me hizo callar nuevamente.
Esta vez no repliqué, aquellos peros no los estaba diciendo mi fe, sino las inseguridades que el enemigo plantaba en mi corazón. ¿Quién era yo para controlar la vida de Jake? Él debía buscar su camino y yo apoyarlo, no podía permitir que mis sentimientos hablarán más alto que mi fe.
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Había estado antes en el aeropuerto, pero aún así no me había acostumbrado a lo movido que este era. Estábamos sentados esperando que llamarán para el arribo del vuelo de Jake, quien a mi lado se retorcía las manos de forma nerviosa.
—Todo saldrá bien —dije colocando mi mano en su hombro.
—Tengo miedo —respondió sin dejar sus movimientos de nerviosismo.
Saqué de mi bolso una tarjeta en la que se vislumbraba mi mejor caligrafía con tinta azul. Se lo entregué a Jake y este lo leyó atentamente.
Él me miró con una sonrisa y levantó una mano para acariciar mi mejilla.
—Gracias, lucesita.
Aquel texto lo había leído en medio de mi angustia y Dios me había pedido que se lo diera a Jake. Era el mejor apoyo que podía darle.
"Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro"
1 Juan 3:3
—Espero que esta palabra te sea de bendición y que te abrace en los momentos más difíciles —respondí con una sonrisa.
Un rato más tarde anunciaron que los pasajeros del vuelo correspondiente a Londres debían abordar el avión.
—Debemos irnos —dijo la madre de Jake, que hasta el momento se había mantenido en silencio concentrada en su celular.
Ambos nos pusimos en pie y me acerqué primeramente a la madre de Jake para darle un beso de despida y desearle un buen viaje. A continuación me giré hacia Jake con una sonrisa.
—Llámame nada más llegues —dije a modo de orden, aunque sabía que cuando llegase estaría muy cansado y no me llamaría hasta estar en el hotel, pero quería dejar en claro que deseaba que me llamara para saber que estaba bien.
—Sí, señora —respondió él colocando una mano sobre su frente como un saludo militar.
—Que tengas un buen viaje —dije extendiendo una mano hacia él.
Sus ojos se posaron en mi mano extendida. Cuando su mirada volvió a mi rostro sentí el tacto de su mano en la mía, pero, en vez de darme un simple apretón, este me jaló hacia él para envolverme en un abrazo.
—Cuídate, lucesita —susurró en mi oído.
Estar entre sus brazos hizo que mi corazón se acelerase y por un instante me quedase sin aliento.
—Que Dios te proteja en tu viaje —respondí antes de separarme de él.
Finalmente lo vi marchar junto a su madre hacia el lugar por donde debían ir para embarcar. Me sentí nerviosa, pero recordé las palabras de mi padre. Tendría fe en que Jake sería un hombre mejor de lo que ya era, aún no sabía si nuestros destinos estaban unidos pero mi corazón seguía acelerado por aquel abrazo.
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Hello lucesitas, espero que hayan disfrutado del capítulo y me dejen su estrellita. Disculpen la demora en actualizar, pero como ya saben la universidad absorbe mucho de mi tiempo, espero poder publicar el próximo capítulo pronto. Besos y bendiciones.