4 años después...
Miré a Jake desde la distancia mientras la alabanza sonaba y los jóvenes danzaban para Dios. Él se encontraba en una esquina cerca de la puerta casi sin ser visto. Estaba muy nerviosa porque sabía que en el momento en que terminara la alabanza tendría que pararme frente a todos los jóvenes para hacer mi primera predicación. Jake me sonrió desde la distancia y aquello me bastó para sentir su apoyo.
Finalmente pasé al frente para pararme en el púlpito y desde aquella posición todo era demasiado grande para una persona tan pequeña. No obstante, tomé aire, dirigí mi mirada hacia arriba y en un rápido movimiento fijé mis ojos en la palabra.
—Buenos días, hermanos. —Fueron mi primera frase en un intento de aplicar mis nervios—. Les invito a buscar en nuestras Biblias la palabra en Isaías 2: 5 "Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová" —añadí.
Seguidamente oré para que la palabra fuera eficaz y llegara a los corazones de todos los presentes. Al principio comencé un poco más apoyándome de la guía que había hecho, pero a medida que avanzaba en mis palabras iba tomando confianza.
—Jóvenes, quiero enfocar este mensaje de dos formas distintas. Primero, en el mundo hay muchos pecados y no me refiero solamente a lo que sucede de esa puerta para fuera —dije señalando la entrada de la Iglesia—, porque podemos estar sentados aquí, pero tener el mundo dentro. A veces estamos luchando con la envidia, el amor por un no creyente, adicciones de cosas que no son precisamente drogas o que pueden serlo, y muchas veces queremos luchar, pero no podemos y hoy yo te digo: ¡Ven, joven, caminemos a la luz de Jehová! ¡Está es la única forma en que puedes ser libre del mundo que existe en tu interior!
» En segundo, lugar, quiero decirte, que, si te has librado del mundo, ayudes a un no creyente o a alguien que esté descarriado a que venga a la luz, porque la única forma de salir de la oscuridad es su luz —continué con mayor seguridad mientras señalaba la cruz—, que nos ha sido dada para que iluminemos a otros, así que, levántate joven que hoy estas aquí y se la luz que guía hasta la que quita toda oscuridad, porque si no haces esto, de nada te sirve estar sentado aquí.
Continué con mi predicación, que no fue muy larga, aunque me pareció eficaz, aquellas palabras formaban parte de mi vida y de quien había decidido ser. Finalmente llamé al frente a quienes venían por primera vez a la Iglesia y quisiese aceptar a Cristo, aunque la mayoría de los rostros me parecían conocidos. Caminé entre los bancos de la Iglesia en busca de rostros desconocidos hasta que me topé con uno que sí me era conocido, no obstante, no era de la Iglesia. Katherine estaba sentada en uno de los bancos con una figura muy diferente a como la había conocido, sabía que debíamos hablar, que sus ojos cansados no significaban nada bueno, pero también pude ver una súplica para que no la revelara frente a todos. Miré a Jake para saber si se había dado cuenta y este me observaba asombrado.
Finalmente continué con el culto, y una vez este terminó, me acerqué a Katherine, quien había permanecido en el banco.
—Hola, Allison —saludó ella con una voz trémula.
—Hola, Katherine —respondí intentando sonreír— ¿Cómo has estado?
Ella guardó silencio mientras su mirada se enfocaba en sus zapatos de tacón. Katherine no había perdido su estilo sofisticado, pero sí su modo altivo.
—No he estado para nada bien —respondió levantando la mirada—. Me casé con un hombre para escapar de casa, parecía bueno y me hizo miles de promesas, que pronto se convirtieron en promesas vanas, aún vivo con él porque no tengo a dónde ir, pero estoy cansada de que me engañe y sea un alcohólico que llega a casa cada noche borracho —añadió con la voz quebrada.
—Katherine...
—Si estoy aquí es porque ya no puedo más —respondió con los ojos al punto de las lágrimas. La abracé fuerte para darle apoyo y sentí como comenzó a llorar desconsoladamente— Ya no tengo las fuerzas para seguir viviendo, estoy aquí en busca de una esperanza, porque he pensado en quitarme la vida muchas veces —susurró ella entre sollozos.
—Viniste al lugar correcto para recargar fuerza —respondí al tiempo que le daba unas palmaditas en la espalda.
Cuando nos separamos, Jake se acercó a nosotras. Katherine decidió aceptar a Jesús como Salvador, aunque sabía que más que aquellas palabras, valía más las acciones que hiciera a partir del momento, aquella era la única forma en que la oración de fe sería real. Jake, le ofreció un hospedaje en el centro de acogida que él había creado junto a su madre, y aunque al principio se negó, después aceptó. Jake mismo se encargó de llevar a Katherine al lugar donde se quedaría.
Yo, por mi parte, marché a mi casa, pues tenía un proyecto que entregar en la universidad. No podía creer que después de horas sin dormir haciendo dibujos y del estrés sufrido por tanto tiempo, al fin estuviera a punto de graduarme. Un rato más tarde, Jake llegó a la casa, después de todo, mamá le había cocinado su comida mexicana, tenía demasiado consentido a su yerno, y él se la había ganado cada día. A mi padre también se lo había ganado, aunque él mantenía su fachada de padre celoso.
—¿Todo bien con Katherine? —inquirí cuando lo vi entrar en mi habitación.
—Sí, la dejé en el lugar de acogida —respondió Jake con un asentimiento—. Es extraño ver a Katherine de esta forma, deprimida, sin fuerzas.
—Sí, es muy raro —Asentí con la cabeza. Katherine siempre había sido una chica muy fuerte, que escondía toda su tristeza debajo de una fachada de indiferencia, y verla así era demasiado extraño—. Solo espero que se recupere de lo que ha pasado hasta ahora.
—Dios tiene el poder de hacer que ella sane, como me sanó a mí —dijo Jake colocando sus manos cálidas en mis mejillas, para mirarme dulcemente con esos ojos que tanto me gustaban.