Luz Entre Los Pinos

¿ESTO ES UN CAMPAMENTO O UNA EMBOSCADA DIVINA?

Yo no quería venir a este campamento.
No porque odiara a Dios, ni nada. ¡Al contrario!
Dios y yo estábamos bien, en buenos términos…
…pero, sinceramente, ¿cuatro días sin internet, sin mi cama, sin mi shampoo de coco y con gente cantando alabanzas a las 6 de la mañana?

¿Esto era un retiro espiritual o una penitencia medieval?
Literalmente Moisés tenía más comodidades en el desierto. Y al menos él hablaba con Dios cara a cara… yo solo hablaba con el ventilador por las noches.

Nada más bajar del microbús, me golpeó una ráfaga de aire caliente mezclado con olor a tierra, repelente y entusiasmo juvenil. Un combo peligroso.

Estaba en eso de buscar mi maleta cuando, de la nada, apareció una chica con dos trenzas, una sonrisa desbordada y una camiseta que decía: Team Jesús 24/7.

—¡Hola! ¡Soy Natali! ¿Tú eres la otra nueva?

Antes de que pudiera responder, me estaba abrazando como si hubiéramos sobrevivido juntas a una guerra espiritual.

—Ehhh… sí. Soy Mariana. No, no soy famosa ni nada, pero gracias por el recibimiento de alfombra roja.

Ella soltó una risa aguda, tipo ardilla feliz.

—¡Me encantas! Vas a ver que este campamento te va a cambiar la vida. Literal. Yo vine el año pasado y terminé llorando bajo un árbol de lo hermoso que fue todo.

Ah, perfecto. Mi sueño hecho realidad: llorar bajo vegetación con extraños alrededor.

Me tomó de la mano con más fe que delicadeza y me arrastró hacia las cabañas mientras hablaba como locutora de radio cristiana.

—Mira, por allá está la fogata, allá jugamos “Guerra de versículos”, y en esa esquina se hace la oración al amanecer con las hermanas guerreras.

Hermana guerrera suena a personaje de anime… pero versión con Biblia y trenza doble.

Entramos a la cabaña y conocí a tres chicas más, todas sonriendo como si estuviéramos en un campamento de Disney. Me sonreían mientras desempacaba mi maleta como si estuviera en una audición para Santa Mónica del Espíritu Santo.

Unas horas después, fue la bienvenida oficial en el campo central. Había gente por todas partes: chicos jugando fútbol, chicas practicando una danza con banderas, y algunos adultos con cara de “¿por qué acepté ser líder de jóvenes otra vez?”

Y entonces, lo conocí a él…

Bueno, más bien lo vi.
A la distancia.
Como quien ve a un ángel y no sabe si gritar “¡aleluya!” o fingir desmayo.

Un chico con el cabello algo alborotado, una camiseta negra con la palabra Worship y una guitarra colgada al hombro como si fuera parte de su cuerpo.
Y cantaba.
Cantaba con los ojos cerrados, como si estuviera teniendo una llamada directa con el cielo.
Yo lo miré y pensé: ay no… no puede ser él.

Porque ese tipo de chicos solo existen en películas cristianas de bajo presupuesto… ¿no?

En eso, Natali me empujó un poco con el codo.

—Ese es uno de los líderes del grupo de alabanza. Canta, predica, ora por ti, te hace reír y toca la guitarra. O sea, completo. —Y me guiñó un ojo como si estuviéramos en una conspiración de romance espiritual.

—¿Cómo se llama? —le pregunté.

—Ah, no sé… Steve, creo. O Esteban. Algo así. Nunca se presenta bien, solo dice: “Hola, soy siervo”.
—¿Siervo? —repetí con una ceja levantada—. ¿Qué sigue? ¿Me va a lavar los pies?

Nos reímos. Bueno, más ella que yo. Yo todavía no procesaba el hecho de que estaba comenzando a hiperventilar por un guitarrista devoto.

Minutos después, mientras trataba de esconder mi cara detrás de una carpeta de alabanzas, se acercaron dos chicos. Uno venía con una hamburguesa en la mano y el otro con una expresión de “te analizo en 5 segundos”.

—¡Ey, nueva! —gritó el de la hamburguesa, que no tardó en engullir el último bocado como si fuera maná—. Soy Percy. Bienvenida al campo de batalla espiritual.

—¿Campo de batalla? —le respondí—. ¿Eso incluye mosquitos y canciones a capela?

—¡Obvio! —dijo con entusiasmo mientras se ponía una servilleta en la cabeza como si fuera una corona—. Esta es mi unción. El “manto profético de la hamburguesa”.

Señor, si esto es una prueba, dame paciencia. Y si no, dame wifi.

El otro chico me miró con media sonrisa. Era más serio, con ese aire de “me sé todos los versículos de memoria pero también podría ganar un debate de sarcasmo”.

—Tú debes ser Mariana. Te imaginaba más alta —dijo sin anestesia.

—Y yo te imaginaba más amable —repliqué, sonriendo con los ojos.

—Me gusta —dijo él, sin ofenderse—. Soy Javier.

Ay, Jesús… uno que predica con servilletas y otro que flirtea como si estuviera en una película de Netflix versión bíblica.

Después del saludo incómodo y divertido, sonó la campana para la fogata de bienvenida. Todos se movieron en dirección al círculo de madera y brasas mientras las estrellas ya se asomaban en el cielo.



#5250 en Novela romántica

En el texto hay: 13 capitulos

Editado: 31.05.2025

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