Luz y oscuridad.

DOCE

Maratón 2/5

Cuatro días han pasado desde que estoy aquí, ya he asistido a las dos días que me toca en la universidad, Maximiliano ha cumplido su palabra y me ha llevado a mi y a Lesly.

Llevo toda la mañana callada, hoy le tocó a Lesly hacer el desayuno ya que yo hice las compras, claro, en compañía de Maximiliano.

A el no le sigue gustando la idea de ir al supermercado para hacer ese oficio, el se ofrece a pagarlo todo, menos las dulces, si yo lo pago, es mio.

Justo ahora Lesly me ha estado diciendo que la ayude con unos trabajos de matemáticas que no entendió, a lo que Demián se ofreció y que para mi es lo mejor porque yo tampoco había entendido, pero prefiero aprenderlo por mi misma y no pedir ayuda.

—A veces esta bien recibir ayuda, Hanny.—Lesly se mete un bocado de pan tostado a la boca.—No es bueno presionarte a ti misma, estará tan estancada y no terminaras haciendo nada por esforzarte y presionándote por entender una cosa.

La miro mal, porque se que tiene razón.

Maximiliano también esta callado, mucho mas que yo, cuando compramos las cosas decía pocas cosas pero no ha opinado a nada, ni siquiera nos ha mirado un segundo. Miro a Demián que me entiende con la mirada pero se encoge de hombros, el tampoco sabe lo que pasa.

Termina de comer y así mismo se va a la habitación y se encierra. Hemos quedado que puede entrar a su habitación siempre que quiera menos cuando yo duermo.

Lavo su plato y el mio, me disculpo con Lesly y Demián quienes siguen comiendo mientras hablan.

Justo cuando entro, lo encuentro a el sentado en el borde de la cama, no me mira, tiene un semblante preocupado y pensativo. Quiero preguntarle que pasa, pero estoy muy segura de que no me responderá, no me lo dirá.

Me siento a su lado, y sin pensarlo dos veces, sabiendo que en algún momento pueda arrepentirme, a pesar de que un día me saco de su vida, de su casa, me voy hacia sus brazos, regalándole mi calor corporal, el me recibe como si ya sabia que lo haría o como si lo estuviera esperando.

—Niégamelo.—Susurro, mirándolo a los ojos.—Niégamelo, bestia.

El no dice nada, simplemente me mira.

—No puedo negarlo.—Murmura, acariciándome la mejilla.

—¿Por qué me mentiste? ¿Por qué dejaste que pensara mal todo este tiempo?—Pregunto, enojada con un toque de sentimiento junto.

—Necesitaba alejarte de mi.

Un pensamiento me llega a la mente, rompiendo mi corazón. Lo bueno dura poco.

—Demián me dijo que...

—Que me había acostado con otra.—Termina de hablar por mi.

Asiento con la cabeza.

—Lo hice.—Lo vuelvo a mirar, esta vez decepcionada.—Solo quería poder romper cualquier atracción que sentía.

—¿Te funcionó?—Pregunto enojada, dolida, ofendida, decepcionada.—¿Te funcionó el puto juego?

El me mira abochornado.

—No, no me funcionó.—Responde entonces.—Lamen...

—Deja de disculparte.—Le digo, soltando su cuerpo que tenia abrazado.—¿Así fue tu manera de olvidar cualquier atracción?

—Se que no fue la mejor opción pero...

—¿Pero qué? ¡Joder, Maximiliano! ¿Sabes lo que he sentido todo este tiempo al pensar que solo me querías para jugar?—Le digo alterada.—Y usaste a otra chica para eso.

El se queda en silencio.

Vale, si que esto se ha tornado tenso de un momento a otro.

—Déjame explicar...

—¡No! ¡Estos es patético! ¡Es caer muy bajo!—Exclamo.—¿Por qué simplemente no fuiste sincero con lo que sentías así como yo?

—Hannah, escucharme antes de sacar conclusiones.

Lo miro con el ceño fruncido, cegada de la rabia.

—No soy bueno para ti, no quise que te involucraras con alguien como yo.

—Y la única manera que eso pasara es que me hablaras así, ¿cierto?—Inquiero.—¿Esa fue la solución a tu problema? Soy quien decide con quien me involucro y con quien no, ya estoy grande para saber lo que me conviene y lo que no.

—Eso lo sé perfectamente pero...—Se calla cuando las palabras no le salen.—Hannah, no estas preparada mentalmente para estar con alguien como yo.

—Claro, decirme y tratarme como lo hiciste aquella vez si fue lo mejor, ¿no?

—Se que no fue la mejor manera, pero solo quería que me odiaras.

—Pues...debiste decirme tu mismo que te acostaste con otra chica y ya.—Suelto bruscamente.—Debiste decirme eso y ni por el mínimo cariño que te tuve, te hubiese salvado.

El me mira dolido.

—¿En serio piensas de esa manera? Nadie te obligó.

—Pues tampoco me dieron opción.

¿Que estoy diciendo? Claro que si me dieran opción, igual lo salvaría.

—No quería que fueses tu la que me salvara.—Murmura.—Pudo a ver sido cualquiera, pero tu no.

—No hables de esa manera, no seas imbécil.

—He sido imbécil toda la vida, por eso no quiero hacerlo contigo.

—¡Ya has sido lo suficiente, Maximiliano!—Mis lagrimas bajan por mis mejillas.—Maldita la hora que te dije mi nombre, que acepte cada una de tus salidas y tus abrazos, maldita sea yo, que ni con lo que me dices justo ahora puedo odiarte o tenerte el mínimo asco, no puedo.

—Ódiame todo lo que quieras.—Su mirada de brilla cuando me toma de las mejillas.—Pero nunca me tengas asco, nunca lo aceptaría.

¿Estamos viviendo esto de nuevo? Y lo peor es que esta vez no es una traición y duele el doble.

Me quito sus manos y doy un paso hacia atrás.

—No lo hagas, no vuelvas hacerlo.—Pido, mirándolo a los ojos.

—Hannah, escúchame.—El da un paso hacia a mi.—Te pido que me escuches.

Niego con la cabeza, yendo hacia la puerta.

—No pude olvidar la puta atracción que tengo hacia ti, Maximiliano.—Murmuro.

Y es cierto, más bien, cada vez crece más, cuatro días aquí ha sido la puta tortura, estar casi siempre con el ha aumentado cualquier pequeño sentimiento.

Maximiliano intentan decir algo pero Demián toca la puerta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.