Luz y oscuridad.

DIECINUEVE

— ¿Tortitas? ¿Cómo mierda se hace eso?—Me pregunta Maximiliano con el ceño fruncido.

Intento no reírme, no quiero hacerle sentir mal. Peeeero, ¿Adivinen quien si se ha burlado con risas escandalosas? Así es, Dylan.

—Joder. Maximiliano parece que se salto lo más básico de la vida solo para entrar en la adrenalina.

Demián y Lesly tambien han estado riéndose de Maximiliano, aunque disimuladamente, el no los ha visto, pero yo sí.

—Tienes que mezclar en el agua, harina de trigo, azúcar, huevos y leche. —Le indico. Él lo hace, ignoramos a Dylan para centrarnos. —Ahora, solo tienes que moverlo con cuidado hasta hacer la mezcla.

El me hace caso; miro al grupo que nos ve con atención. Dylan esta rojo por contener la risa, Lesly y Demián solo sonríen divertidos.

La mezcla queda perfecta y enciendo la hornilla, coloco el sartén encima de ella y espero que el aceite se caliente para prepararlas.

— ¿Eso es todo?

—Básicamente. Ahora solo tienes que estar pendiente a que no se quemen y colocarle sirope de chocolate cuando estén listas. —Le sonrío. El pestañea varias veces.

— ¿Es así de fácil?

— ¿Probaste la mezcla para saber si está bien de sabor?

El me mira fijamente, y luego suspira.

—La cocina no es para mí.

— ¿Y cómo sabes eso?

—Es un…

Se detiene y frunce el ceño. Yo sonrío ampliamente.

—Apenas lo estas intentando, no puedes rendirte tan fácil. —Le digo suavemente, dando una pequeña palmada en su hombro.

El sonríe un poco y me da un beso en la coronilla.

—Ohh…—Escucho decir Dylan, mirando a Demián y Maximiliano. —Es taaaaan bonito el amor ¿eh? Tanto que hasta a los matones les llega, menos a los que arriesgan su vida por ellos.

Sonrío un poco, ignorando la palabra “matones”.

Maximiliano coloca un poco de mezcla en el sartén y este empieza a cocinarse. Él parece admirar su obra como lo más maravilloso que ha hecho en su vida.

Max y yo nos quedamos en la cocina para evitar que las tortitas se quemen en cualquier descuido de ambos. Dylan está metido en su móvil, Demián y Lesly hablan entre ellos con risitas y miraditas. Sonrío ligeramente cuando veo lo feliz que se ve mi mejor amiga.

— ¡Mierda! —Masculla Max detrás de mí. Volteo a verlo para saber cuál fue el motivo de que este chico diga malas palabras.

Tal motivo fue, que se había quemado. Ahogo una risa cuando se mete el dedo índice que ha sido afecto a la boca.

— ¿Qué?—Me pregunta cuando ve que quiero burlarme de él.

—Nada, solo superviso. ¿Cómo vas?

—Si estas supervisando, tú deberías saberlo.

Me le quedo mirando cuando con la espátula, voltea hacia la otra cara de la tortita. Él suspira y me mira con una sonrisa orgullosa.

***

—No nos enveneno. —Dice Dylan. Mirando a Maximiliano con sorpresa fingida. —No sé cómo sentirme al respecto.

— ¿Agradecido?—Sugiere Lesly.

—No, yo creo que tiene que tener más miedo. —Bromea Demián.

Maximiliano los ignora, como siempre.

Yo solo los escucho, de vez en cuando me río, pero hasta ahí, no llego a opinar ni nada, y menos si se trata de burlarse del pelinegro.

Que cursi y patética.

—Yo...creo que debo ir a casa. —Digo, poniéndome de pies.

Estoy desde las ocho de la mañana aquí porque me sentía muy mal. Maximiliano se ofreció hacer las tortitas más que todo para distraerme y mira que le funcionó. Ya son las doce, es domingo y tengo ir a casa para estar con mi familia, ya que mi padre tiene un viaje del cual me enteré hoy a las siete de la mañana.

Maximiliano no parece enterarse de nada, por lo que con los pies, lo piso un poco. El parpadea varias veces, centrándose en mí.

Desde que durmió en casa de Lesly lo he notado demasiado extraño, y ya ha pasado una semana de eso.

— ¿Decías algo?—Frunzo el ceño al ver que no me estaba prestando ni un poco de atención.

Los demás también se dan cuenta de eso. ¿Hace cuanto que él no me pone atención en lo que digo? Creo que nunca desde que nos conocemos.

No siempre serás su centro de atención.

—Que me iré a casa. —Repito, mirando con una media sonrisa que no me llega a los ojos.

El aun me mira sin comprender, parpadea varias veces y se centra en mí.

—Oh...Vale, si. Te llevo. —Me dice, poniéndose de pies. Guardándose el móvil en el bolsillo.

Decido no preguntar, después de todo, eso no es mi problema.

Me despido de mi mejor amiga, quien me dice que nos veremos mañana en la Universidad.

Mañana es lunes, no puede ser...

Ya estando el coche, noto que Max tensa los nudillos en el volante cuando enciende el coche para estar en marcha, sin embargo, no nos movemos.

— ¿Pasa algo?—Pregunto suavemente, poniendo mis manos en su hombro tenso.

El me mira de reojo, relajándose un poco, solo un poco.

—No pasa nada. Estoy bien. —Me dice simplemente, saliendo del estacionamiento para ir en dirección a mi casa.

Sé que me miente, pero si no quiere decírmelo no seré yo quien lo obligue, aunque me muero de curiosidad por saber.

El resto del viaje no deja de echarme ojeadas, hago que no me doy cuenta, mirando por la ventanilla.

Siento una mano descansando en mi rodilla, acto que hace que mi corazón se acelere y mi cuerpo se erice. Alargo mi mano y acaricio sus nudillos.

Aprieta los labios y me siento mal por no haber ayudado al chico con lo que siente ahora, quizá tiene un caos interno.

No quisiera irme justo ahora, pero debo despedirme de mi padre antes de que se vaya de viaje.

Unos minutos más tarde, el me deja delante de mi puerta.

—Si me necesitas, puedes llamarme.—Le aseguro, mirándolo.

—Lo tendré en cuenta, enana. —Me dice, sonriendo un poco, aunque su sonrisa no llega a sus ojos.




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