Luz y oscuridad.

Extra I

Tengo los auriculares puestos mientras camino con Demián a mi lado, si me está hablando, no tengo ni idea de qué, tampoco es que llegue a importarme. Van aproximadamente dos canciones cuando entro a una cafetería con el moreno, que no deja de mirar a los lados como un paranoico.

Si mal no recuerdo, me había dicho algo de un encuentro con una chica que conoció no sé cuando, no preste mucha atención.

No hay tantas personas en el lugar, asi que se nos hace bastante fácil encontrar una mesa solo para nosotros dos. Demián se sienta frente a mí, mirando disimuladamente—eso cree el, es más que evidente que busca a alguien—a su alrededores.

Me quito los auriculares, pero no despego la mirada del móvil, buscando algún que otro libro digital.

— ¿Cómo es ella? ¿Ya está aquí? —Pregunto sin mirarlo.

—Me dijo que vendría con su amiga, pero no creo que haya llegado.

— ¿Y eso lo sabes porque…?

—Porque serian solo dos chicas y aquí hay parejas o personas solas. —Responde. —Y ahí está.

No le prestó atención como la mayoría de veces, me acomodo en la silla cuando encuentro un entretenimiento mientras Demián se liga a la chica desde una distancia.

—Que bien. —Murmuro.

Noto que aparta la mirada para mirar a su alrededor, supongo que dejara que se instale y luego va por ella. Nunca lo he entendido, pero siempre le ha servido para ser más “caballero”.

Enarco una ceja cuando su móvil suena y esboza una sonrisa ridícula al mirar de reojo a otra mesa que no está muy lejos de nosotros, niego con la cabeza, centrándome otra vez.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero escucho que se levanta.

—Ahora vuelvo.

Ni siquiera lo miro, no me importa lo que haga con su vida siempre y cuando no me salpique a mí. Estoy frente a la mesa en la que está él, puedo escuchar unas cosas que dicen pero intento no desconcentrarme, pero de todas maneras lo hago, me meto el móvil en el bolsillo, mirando a mí alrededor.

No hay nada interesante, la música esta baja, el lugar no es muy lujoso pero tampoco está en ruinas, de hecho tiene un ambiente hogareño.

—… a la barra. —Veo que una chica de la mesa donde esta mi amigo se levanta.

Miro a la rubia que esta con mi amigo y pongo una mueca al ver que come compulsivamente por los nervios… pero mi atención se desvía por un aroma a menta que me abruma de un momento a otro. La chica de cabello castaño que se había levantado, supongo que es la amiga que acompaña a la cita de mi amigo, ella pasa por al frente de mi mesa sin mirarme, pero yo no puedo apartar la mirada.

Aprieto los labios cuando se sienta en la barra y me contengo las ganas de volver a oler ese aroma.

Sacudo la cabeza, volviendo a sacar mi móvil para buscar una forma de distraerme. Pero no hay manera que lo haga, tengo muchas ganas de acercarme a ese aroma y a ella, que está mirando su móvil con el ceño fruncido. Sin pensar más, me dejo llevar por mis impulsos, caminando hacia ella.

Ella acaba de dejar su móvil boca abajo de mala gana, toma un sorbo de su batido, cerrando los ojos.

Inhalo cuando su aroma llega a mis fosas nasales, embobándome. Hace mucho que no olía algo asi de bien, casi siempre es gasolina, humo y otras cosas, ella hace el contraste a todo eso. No pueden juzgarme por acercarme solo para olerla, igual no se daría cuenta… Pero por alguna extraña razón, quería que ella lo viera, que le hablara y que lo notara.

— ¿Sabe bien? —Pregunto, mirándola de reojo.

Ella abre los ojos pero no me mira, tarda en responder, pareciera que se diera el lujo de responder. No sé si reír o poner los ojos en blanco, opto por llamar al mesero idiota que está atendiendo a todos rápidamente para volver a la de cabello castaño que está a mi lado.

—Sí. —Responde finalmente un poco brusca, aunque con su voz dulce tiene que esforzarse.

Y ese simple hecho no puedo evitar soltar una risa. Ella frunce el ceño, girándose a mí. Si lo que tenía hacer era reírme de ella para que me mirara, lo hubiese hecho cuando me senté a su lado. La miro de reojo y noto que me mira fijamente, tragando saliva. Luego me repara de arriba abajo, deteniéndose en mi brazo.

Yo también me doy el lujo de hacerlo, aunque lo hice mucho rato atrás y por ello estoy aquí, ahora puedo apreciarla más de cerca. Tiene los ojos de color café claro y pestañas largas pero lo que no me gusto fue las sombras oscura, sus labios rosa brillante por el labial, ya estoy sintiendo ganas de saber su color natural. Trago saliva cuando su mirada inocente se clava en la mía.

Ella parpadea varias veces, centrándose, cosa que hace que ensanche la sonrisa.

— ¿De qué te ríes? —Inquiere con el ceño ligeramente fruncido y veo que sus ojos no son solo lo inocente que tiene.

Aparto la mirada, tragando saliva de nuevo.

—Nada. No te preocupes. —Le respondo quitándole importancia.

Ella no aparta la mirada de mi, y aunque muchas personas—la mayoría chicas—lo han hecho, no me siento incomodo cuando ella lo hace.

La de ojos café vuelve la vista a su batido, pero ahora tengo su atención.

— ¿Qué leías? —Pregunta.

La pregunta me pilla desprevenido, la miro alzando una ceja. Ella parece bastante interesada en ello, pero no voy a responderle directamente dejándosela fácil.

— ¿Cómo sabes que estaba leyendo? —Pregunto de vuelta, haciendo que se sonroje un poco. —Estaba con mi móvil, no creo que lo supieras.

—Ahora lo sé. —Se encoge de hombros fingiendo indiferencia, pero su lenguaje corporal es evidente y está nerviosa. — También me embeleso en el móvil cuando leo en digital.

Hago el ademán de responder, pero su móvil suena. Ella lo mira con el ceño fruncido y una mueca en sus labios. Ella lo mira por un buen rato hasta el punto de que la llamada pasará y parece que ella no se da cuenta. Al mirarla tan dudosa, me ofrezco a responder antes de poder evitarlo.




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