Decían que el Libro de las Voces estaba incompleto.
Que el Verso 13 fue arrancado y quemado porque no invocaba… abría.
Pero yo lo encontré.
No en papel: grabado en la piel curtida de algo que no era humano.
El texto no se leía: se susurraba.
Y a medida que pronunciaba cada palabra, las paredes de mi cuarto se inflaban como si respiraran.
La luz de las velas se volvió negra.
El olor a carne quemada empezó antes de que terminara la primera línea.
En el último verso, sentí manos bajo el suelo, empujando desde abajo.
Un brazo emergió, pero no estaba cubierto de carne: eran huesos envueltos en tendones húmedos, que se retorcían buscando piel.
Me sujetó del tobillo y tiró con fuerza.
La cosa que salió no tenía rostro, solo una boca que se abría de oreja a oreja.
Caminaba como si tuviera demasiadas articulaciones.
Traía algo en las manos: mi propia lengua, pero cubierta de símbolos tallados a cuchillo.
—Ahora puedes hablar en mi idioma —susurró… con mi voz.
No recuerdo más.
Solo que hoy desperté en el piso, rodeado de velas apagadas, y el libro… ya no estaba.
Pero mi voz suena diferente.
Y a veces, cuando pronuncio ciertas palabras, la pared sangra.
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Editado: 24.08.2025