El Hospital San Marcos cerró hace veinte años, después de una serie de muertes inexplicables en su Pasillo 12.
Dicen que ahí se realizaban experimentos con pacientes psiquiátricos, y que aún se escuchan sus gritos.
Entré con mi cámara para grabar un video.
El olor a humedad y desinfectante viejo se mezclaba con algo más… hierro, como sangre seca.
El pasillo estaba cubierto de camillas oxidadas y sillas de ruedas volcadas.
En las paredes, mensajes escritos con algo que definitivamente no era pintura:
“NO TE QUEDES AQUÍ”
De pronto, una camilla se deslizó sola frente a mí, bloqueando la salida.
Las luces parpadearon, y en un destello vi sombras de figuras encorvadas, con batas desgarradas y la piel cosida en parches.
Uno de ellos se acercó, arrastrando los pies.
En lugar de ojos, tenía agujeros profundos, llenos de gusanos.
Retrocedí, pero algo me sujetó por el tobillo.
Era una mano fría y húmeda que salía de debajo de la camilla.
Tiró de mí con una fuerza inhumana.
Caí, y sentí una aguja oxidada clavarse en mi cuello.
Desperté horas después, con la cámara rota a mi lado.
Mi piel estaba cosida en varios lugares… y debajo de las costuras, algo se movía.
En mi grabación, lo último que se escucha es una voz susurrando:
—Ahora eres parte del Pasillo 12.
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Editado: 24.08.2025