En un pueblo olvidado por el tiempo, donde el sol apenas se asomaba y las sombras eran dueñas, vivía un hombre conocido como el Pactante.
Nadie sabía de dónde venía, ni qué ofrecía a cambio de su silencio.
Los aldeanos lo miraban con respeto y temor, porque aquel hombre tenía el don de cumplir deseos… pero siempre a un precio que nadie quería pagar.
Una noche, una joven llamada Ameli se acercó a él. Su padre moría y ella estaba dispuesta a todo para salvarlo.
El Pactante le susurró una promesa: “Tu padre vivirá, pero dejarás algo tuyo conmigo.”
Ameli aceptó sin preguntar.
A la mañana siguiente, su padre respiraba, pero Ameli ya no recordaba su nombre. El pacto había funcionado, su padre estaba sano y fuerte, pero la joven ahora vagaba por el pueblo, mirando a todos con ojos vacíos y sin reconocimiento.
El Pactante, observándola desde la ventana de su lúgubre cabaña, sonreía. Había tomado lo que más amaba de ella: su memoria. Su padre, al verla, sintió un dolor más profundo que la misma muerte, porque había recuperado su vida a costa de la esencia de su hija. El pacto había cumplido su promesa, pero el precio fue un vacío en el corazón de ambos, un vacío que ninguna vida podría llenar.
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Editado: 24.08.2025