Nunca creí en las leyendas hasta que empecé a perder el ganado.
Al principio fueron unas cuantas ovejas, luego cabras, y una noche desapareció el perro de don Carlos.
Los vecinos decían que era el Acechador, una criatura que se mueve entre las sombras, más rápido que cualquier animal, con ojos que arden como brasas y garras afiladas como cuchillas.
Una noche, me quedé despierto esperando atraparlo.
El viento era frío y el silencio, absoluto.
De pronto, escuché un susurro detrás de mí.
Me giré, pero no había nada.
Sentí un aliento caliente en mi nuca, y vi dos luces rojas que se acercaban rápidamente.
Intenté correr, pero mis piernas no respondían.
La criatura saltó sobre mí, su piel era áspera, cubierta de escamas negras y espinas que parecían crecer de su espalda.
Sus garras se clavaron en mi brazo, y el dolor fue insoportable.
Sentí que me arrancaba la sangre, pero no podía gritar.
Cuando desperté, estaba solo en el campo, con marcas profundas y la ropa hecha jirones.
Desde entonces, cada noche siento que algo me observa.
Que el Acechador está esperando el momento para volver.
No le deseo a nadie encontrarse con esa sombra viviente.
Porque cuando el Acechador te elige… no hay escapatoria.
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Editado: 24.08.2025