Corro por el pasillo de la universidad. No puede ser que esté llegando tarde en mi primer día.
Mi maratón se ve interrumpido cuando choco con una chica que guardaba sus cosas en los casilleros.
- Demonios, lo siento. Voy tarde - me disculpo ayudándola a recoger las cosas que le tiré - de verdad lo siento tanto - estoy muy agitada y nerviosa
- No te preocupes, entiendo - me sonríe cuando la volteo a ver. Es linda y amable - ¿Eres de primero?
- Emm... si - respondo apenada
- Yo igual - nos levantamos
- Cool. Oye no quiero ser grosera, pero enserio voy tarde a mi clase - trato de sonar mal educada
- No te preocupes. Yo igual voy tarde - se ríe - que te vaya bien - se despide y las dos salimos hacia el mismo lado.
Caminamos/trotamos a la par durante unos minutos. Me parece tan extraño que la idea de que quiera secuestrarme para vender mis órganos se pasea por mi cerebro. Trato de olvidarme de mi pensamiento mientras sigo con mi camino. Una vez llego, me doy cuenta de que ella también se ha detenido en la misma puerta que yo.
- Al parecer vamos en la misma clase - bromea y pasamos al aula
El lugar es como un salón de conferencias, los asientos inician abajo y terminan arriba para tener mejor visión de la clase. Tomo lugar por la zona media con una pelinegra muy sonriente detrás mío. Enserio comienzo asustarme, me sigue a todos lados, incluso se sienta a un lado mío.
Trato de ignorarla cuando el profesor de la clase entra e inicia lo que se convertirá en mi próxima tortura; La clase de Introducción al Estudio del Derecho
Por suerte tengo a una muy parlanchina compañera que hace más amenas las horas o quizá más tediosas.
- Por cierto, no me he presentado - interrumpe uno de sus tantos relatos - Mucho gusto, Emily Spears - extiende su mano y la tomo
- Madison Jones – me presento
Ok ¿Cómo es que terminé hablando con esta pelinegra de un país que apenas conozco mientras estudio la peor carrera del mundo?
Bueno para la primera parte de esa pregunta no tengo respuesta, pero sí sé cómo terminé estudiando derecho en Estados Unidos.
Recapitulemos a un par de semanas atrás...
Medellín, Colombia
- ¿QUÉ? NO PUEDEN HACERME ESO. YO TENGO UNA VIDA AQUÍ – le reclamo a mi madre
- Madi... - reprocha
- No pueden tomar ese tipo de decisiones sin consultarme antes
- Basta – me manda a callar – Usted no tiene ningún derecho de hablarme así jovencita. Soy su madre y me respeta ¿entendió?
- Pero...
- Pero nada. A su padre le ofrecieron un mejor puesto allá y usted va a aplicar a esa escuela. La decisión ya está tomada – sentencia – váyase a su habitación y recoja todo lo que quiera llevarse, que en menos de dos meses nos vamos
- Agggh – gruño y a regañadientes obedezco
Azoto mi puerta al cerrarla y me hecho en mi cama boca arriba. Bien, quizá no estoy perdiendo nada al irme de aquí, realmente no tengo una vida como le dije a mi madre. No tengo amigos, no tengo novio, ni si quiera tengo un gato o un perro. Estoy realmente sola.
Suspiro con frustración y me levanto hasta quedar sentada.
Talvez mi madre tenga razón. Supongo que no están mala idea irnos, pero ¿Por qué obligarme a estudiar algo que no quiero en una universidad que no quiero?
Me levanto de la cama y comienzo a guardar mis cosas más importantes y a eso me refiero a guardar todos mis discos tanto CD'S como vinilos, y mis posters de mis grupos y cantantes favoritos. En otra maleta meto toda mi ropa y zapatos. Creo que eso sería todo, lo demás lo donaré o lo venderé por Amazon.
Me echo de nuevo en mi cama para descansar. Cierro mis ojos y justo cuando estoy en mi estado de paz interna, me levanto de golpe.
- ¡Oh! Marta, casi te olvido – corro a mi armario – perdóname preciosa. Sabes que te amo más que nada en este mundo.
Marta es mi guitarra eléctrica. Es lo más preciado que tengo en la vida, sin ella me muero. No puedo creer que casi olvido al amor de mi vida. Tomo a Marta entre mis manos y le doy un beso demasiado sonoro disculpándome una y otra vez por casi olvidarla.
Pongo al amor de mi vida junto con el resto de las cosas que me llevaré y ahora si me dispongo a descansar.
Presente
Los Ángeles, California
- Mad – susurra la chica a un lado mío - ¿Te puedo llamar Mad, cierto? – asiento en respuesta mientras tomo notas.
Al parecer a la parlanchina le toco en casi todas mis clases, solo me puedo librar de ella dos veces a la semana, y hoy no es precisamente uno de esos días por lo que me ha tocado soportarla toda la mañana. Para mi suerte, las clases ya casi terminan.
- Bueno Mad solo quería confirmar esto, solo para no hacerte sentir incomoda más adelante – Demonios chica, me has acosado todo el día y te preocupa ¿incomodarme? Que irónico – A partir de hoy somos amigas ¿cierto? De esas que comen en el descanso, platican de chicos y esas cosas
Por un momento la ignoro hasta que sus palabras hacen peso y volteo a verla con desconcierto.
- ¿Te incomodé cierto? ¡Oh! Lo lamento tanto, yo nunca se cuando cerrar la boca – ya veo – suelo incomodar a la gente muy seguido - ¿por qué será? – pero no se como controlarlo. Sabes, nunca he tenido amigos por esa razón. Todos me categorizan de rara y es muy frustrante no poder hacer nada para poder cerrar la boca por una maldita vez – ok, eso ultimo me hizo sentir lastima. La verdad yo tampoco he tenido amigos, pero fue porque así yo lo quise, no porque me apartaran – no digo eso para que te sientas obligada a ser mi amiga, pero...
- Si – corto su vomito verbal
- ¿Sí? ¿Si soy muy pesada? ¿Si te incomodé?
- Amigas... emm... si podemos ser amigas – ella se queda callada de inmediato, como si tratara de procesar el hecho de que por primera vez alguien quiera ser su amigo. Eso es muy triste – Yo... tampoco he tenido amigos, supongo que... que tenemos algo en común – trato de sonreír, pero seguro ha salido más como una mueca