Madre por Contrato

Capítulo 4

Me despierto temprano, aún con el cuerpo acostumbrándose a la nueva rutina. Me estiro y respiro hondo antes de levantarme de la cama. Hoy es mi primer día oficial como niñera de Ethan, y quiero hacerlo bien.

Me visto con algo cómodo pero presentable, recogiendo mi cabello en una coleta baja. Al salir de mi habitación, la casa sigue tan silenciosa y fría como la primera vez que la vi. Bajo las escaleras y me dirijo a la cocina, donde la encargada del servicio ya está preparando el desayuno.

—Buenos días, señorita Carter —dice con una leve sonrisa.

—Buenos días. ¿Ya está listo el desayuno de Ethan?

—Sí, en unos minutos estará servido.

Asiento y salgo rumbo a la habitación del pequeño. El pasillo es amplio, con alfombras gruesas que amortiguan mis pasos. Finalmente, llego a la puerta de su cuarto y la abro con suavidad.

Ethan está despierto, sentado en su cama con un peluche en las manos. Al verme, sonríe y salta de la cama con entusiasmo.

—¡Sophie!

Su emoción me arranca una sonrisa automática.

—Buenos días, campeón. ¿Dormiste bien?

Asiente y extiende los brazos para que lo ayude a vestirse. Me acerco y tomo la ropa que está doblada en una silla, comenzando a ponerle su camisa. Mientras lo visto, me doy cuenta de lo cariñoso que es.

—Eres muy lindo, Ethan —le digo, abrochando los botones de su camisa.

Él sonríe ampliamente y, sin pensarlo, suelta algo que me deja completamente descolocada.

—Ojalá fueras mi mami.

Me congelo. Miro su carita llena de inocencia, sin saber qué responder. Abro la boca, pero no logro articular palabra. Y entonces, la puerta se abre detrás de mí.

—Pero no lo es, es la niñera —dice Alexander con voz firme.

Me giro lentamente y me encuentro con su mirada gélida, imponente, como si estuviera marcando territorio. Ethan, sin comprender la tensión en la habitación, simplemente se encoge de hombros y sigue jugando con el dobladillo de su camisa.

Yo, en cambio, siento un escalofrío recorrer mi espalda.

Me esfuerzo por ignorar la forma en que Alexander me miró antes de salir de la habitación, pero sus palabras todavía resuenan en mi cabeza: "No lo es, es la niñera." Su tono fue duro, como si intentara dejar claro que yo no era más que una empleada en esta casa, alguien que no debía involucrarse más de lo necesario.

Pero Ethan es solo un niño, un niño que necesita amor y atención. Y si su padre es incapaz de dársela, entonces yo haré lo mejor que pueda mientras esté aquí.

—Vamos, Ethan. Es hora de desayunar.

El pequeño toma mi mano sin dudarlo, con una confianza que me hace sonreír. Lo guío hasta el comedor, donde la mesa ya está servida. Es grande, demasiado grande para solo dos personas. A un lado está Ethan, y al otro, Alexander, sentado con la misma postura rígida de siempre, su mirada fija en su teléfono mientras toma café.

Me siento junto a Ethan y lo ayudo a acomodarse en su silla.

—Hoy tenemos huevos revueltos y tostadas —le digo con una sonrisa—. ¿Te gusta?

Ethan asiente emocionado, pero cuando alza su cuchara para empezar a comer, Alexander lo interrumpe.

—Ethan, ¿qué te dije sobre la postura? Espalda recta.

El pequeño, que apenas estaba por tomar su primer bocado, deja la cuchara de inmediato y se endereza.

—Sí, papá —dice en voz baja.

Frunzo el ceño. Es solo un niño. ¿Por qué Alexander lo trata con tanta rigidez?

—Vamos, Ethan —intervengo suavemente—. Puedes comer tranquilo.

Pero antes de que el pequeño pueda hacer algo, Alexander deja su teléfono y me mira fijamente.

—No contradigas mis reglas, Sophie.

Me mantengo en mi lugar y le sostengo la mirada.

—Solo estoy tratando de que Ethan disfrute su desayuno. No pasa nada si no se sienta perfectamente derecho mientras come.

—Claro que pasa —su voz es fría—. Ethan debe aprender disciplina.

Aprieto los labios.

—¿Disciplina o miedo? Porque desde que llegué, lo único que veo es que temes involucrarte demasiado con tu propio hijo.

La tensión en el comedor se vuelve insoportable. Siento que hasta la encargada de la cocina, que está al otro lado, conteniendo la respiración.

Alexander me observa con una mezcla de sorpresa e incredulidad.

—No tienes idea de lo que dices —su tono es bajo, pero afilado.

—Sé perfectamente lo que digo —respondo, cruzando los brazos—. Ethan es un niño, Alexander. Necesita amor, cariño... No solo reglas estrictas y órdenes.

—Eso no es asunto tuyo.

—Sí lo es, porque ahora soy su niñera, y mi trabajo es asegurarme de que esté bien.

Alexander se pone de pie lentamente, como si estuviera midiendo su reacción.

—Si crees que porque Ethan se encariñó contigo puedes venir aquí a decirme cómo criar a mi hijo, estás equivocada.

Me quedo callada por un momento, pero no cedo.

—No te estoy diciendo cómo criarlo. Te estoy diciendo que un niño no solo necesita disciplina. También necesita un padre que lo abrace, que lo haga sentir seguro... Y no parece que él tenga eso aquí.

Su mandíbula se tensa, y por un momento, creo que va a responder con otra de sus frases tajantes. Pero entonces, simplemente toma su taza de café y sale del comedor sin decir una palabra más.

Cuando la puerta se cierra detrás de él, me doy cuenta de que Ethan me está mirando con una mezcla de confusión y curiosidad.

—Sophie... ¿estás peleando con mi papá?

Le sonrío suavemente y paso una mano por su cabello.

—No, campeón. Solo estamos hablando.

Pero en el fondo sé que eso no es cierto. He cruzado una línea con Alexander Vance. Y algo me dice que él no me lo dejará pasar fácilmente.

Después de que Alexander se va sin siquiera darle un abrazo a su hijo, me quedo mirando la puerta con una mezcla de frustración y tristeza. ¿Cómo puede ser tan frío? Ni siquiera un simple gesto de cariño para Ethan.

El pequeño se queda observando su plato vacío por unos segundos antes de levantar la vista hacia mí.




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