Madre por Contrato

Capítulo 6

Me despierto y, mientras me arreglo, decido que hoy ignoraré a Sophie. No dejaré que mi día se arruine por ella ni por la ridícula idea de Ethan de llamarla "mamá". Es sábado, y lo único que quiero es descansar.

Bajo las escaleras con la intención de tomar un café y leer el periódico en paz, pero antes de llegar a la cocina, la escucho. La risa de Ethan resuena en toda la casa. No me gusta. No porque él esté feliz, sino porque sé que no es por mí.

Al llegar al umbral de la sala, los veo.

Ethan está en el suelo, con sus juguetes desparramados alrededor, mientras Sophie le hace una torre con bloques de colores. Él aplaude emocionado cada vez que logra poner una pieza sin que todo se derrumbe. Ella sonríe. Se ve... natural con él. Como si siempre hubiera estado ahí.

Algo en mí se aprieta. Me obligo a apartar la mirada y sigo mi camino.

—Buenos días, señor Vance —dice Sophie cuando paso junto a ellos.

La ignoro.

—Papá, ven a jugar con nosotros —dice Ethan, mirándome con esos enormes ojos que tanto se parecen a los de su madre.

No. No quiero.

—Tengo cosas que hacer —respondo con frialdad, sin mirarlos.

Ethan baja la cabeza, y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy fallándole. Pero es mejor así.

Me voy a mi habitación con la intención de relajarme, pero en cuanto cierro los ojos, las malditas imágenes vuelven.

El sonido del timbre aquella noche.

El frío de la madrugada.

El peso del cansancio después de un largo día de trabajo.

Y luego, él.

Un bulto pequeño envuelto en una manta azul, con una nota arrugada sobre su pecho.

"Aquí te dejo a tu hijo."

Mi respiración se entrecorta. Puedo recordar perfectamente el vacío en mi pecho cuando leí esas palabras.

No lo creí al principio. No podía ser cierto.

Miré a ambos lados del pasillo esperando que todo fuera una broma, una trampa, o que alguien apareciera y me dijera que había sido un error.

Pero no pasó.

Solo estaba él, Ethan, con sus pequeños puños cerrados y su rostro sereno, ajeno al abandono que acababa de sufrir.

Mis manos temblaron cuando lo tomé en brazos por primera vez. No tenía idea de qué hacer con un bebé.

Había pasado de tener una aventura de una noche a sostener en mis brazos a un hijo que ni siquiera sabía que existía.

Cierro los ojos y aprieto los puños con frustración.

Su madre lo dejó como si fuera un simple paquete, como si él no importara.

Pero Ethan sí importa.

Siempre ha importado.

Sacudo la cabeza y me levanto de la cama. No puedo seguir atormentándome con esto. No voy a pensar en esa mujer ni en la manera en que destruyó mi vida aquella noche.

Lo único que importa es que yo me quedé con él. Y que yo soy su padre.

Camino con paso firme hacia el parque privado dentro de la propiedad. Estoy molesto.

Sophie no tiene derecho a tomar decisiones sobre mi hijo sin consultarme antes. Aunque el parque esté aquí mismo, ella no puede llevarlo sin mi permiso.

Cuando llego, los encuentro en una escena que me descoloca más de lo que quiero admitir.

Ethan está riendo. No una risa cualquiera, sino de esas que hacen que su pequeño cuerpo se sacuda de alegría. Corre por el césped, con los brazos abiertos como si volara, mientras Sophie lo persigue con una sonrisa en los labios.

Ella también se está riendo. Demasiado cómoda. Demasiado confiada.

Me detengo por un momento. Es una imagen extraña para mí. No porque Ethan nunca ría—porque lo hace—sino porque nunca lo había visto así de libre, así de genuinamente feliz.

Pero ese no es el punto.

Aprieto la mandíbula y camino hacia ellos con determinación. Sophie está demasiado ocupada jugando con Ethan como para notar mi presencia hasta que estoy justo frente a ella.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —mi tono es cortante, sin espacio para discusiones.

Ella parpadea, sorprendida por mi repentina aparición.

—Estamos jugando en el parque —responde con tranquilidad, como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Sin consultarme?

Sophie frunce el ceño y cruza los brazos.

—¿Desde cuándo un niño necesita permiso para jugar?

Mi mirada se endurece. No soporto la manera en que me desafía.

—Desde que ese niño es mi hijo y tú trabajas para mí. Tus decisiones deben pasar por mí primero.

Sophie suspira y baja un poco la mirada antes de responder:

—Solo quería que se divirtiera. Es un niño, Alexander. Necesita más que una casa enorme y reglas estrictas.

Mi mandíbula se tensa.

—No necesito que me digas cómo criar a mi hijo.

Se hace un silencio incómodo entre nosotros. Ethan nos mira con inocencia, sin entender del todo lo que sucede.

Entonces, Sophie sonríe con suavidad y se agacha para hablarle a Ethan.

—Parece que tu papá está molesto. Creo que será mejor que volvamos a casa, ¿te parece?

Ethan frunce el ceño y me mira.

—¿Papá?

Trago en seco. No quiero ser el villano en la historia de mi hijo. No quiero que me vea como un monstruo que le impide divertirse.

Pero tampoco puedo permitir que Sophie cruce límites.

—Vamos. —Mi voz es más dura de lo que quisiera.

Sophie suspira y toma la mano de Ethan. A pesar de todo, sigue viéndose tranquila.

Y eso me molesta aún más.

Sophie lleva a Ethan a su habitación, y apenas desaparece por la puerta, sé que esto no va a quedar así.

—Dile que venga a mi oficina. Ahora.

La encargada asiente, y yo camino con pasos firmes hasta mi oficina, sintiendo una mezcla de irritación y algo más que no quiero analizar.

Me siento detrás de mi escritorio y me paso una mano por el cabello, intentando calmarme. ¿Quién se cree ella para tomar decisiones sobre mi hijo sin consultarme?

La puerta se abre y Sophie entra con el mismo aire de tranquilidad con el que se atrevió a desafiarme allá afuera. Se cruza de brazos y me mira sin miedo.




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