Madre por Contrato

Capítulo 9

Narrado por Alexander

El sonido del despertador interrumpe mis pensamientos y me recuerda que hoy es lunes. Tengo reuniones importantes, decisiones que tomar, contratos que cerrar. Pero en vez de concentrarme en eso, mi mente se aferra a la noche anterior.

A Sophie.

Maldición.

Me siento en la cama y paso una mano por mi rostro, intentando disipar su imagen. Recuerdo cómo su cabello caía sobre sus hombros, la forma en la que su pijama—casi inocente—se ajustaba a su cuerpo. Y su risa...

Aprieto los dientes.

¿Hermosa?

¿Acabo de pensar eso?

No. No puedo fijarme en ella. Es la niñera de mi hijo. No es una mujer con la que pueda involucrarme. Y lo más importante: yo no me enamoro. Nunca lo he hecho y no empezaré ahora.

Me levanto con fastidio y me meto a la ducha con la esperanza de que el agua fría me borre cualquier pensamiento sobre ella.

Al salir, me visto rápidamente con mi traje negro y bajo a desayunar. Encuentro a Ethan comiendo con Sophie a su lado, ayudándolo a limpiar sus manitas llenas de mermelada.

Ella levanta la vista y nuestras miradas se cruzan por un segundo.

—Buenos días, señor Vance —dice con tono neutro.

Me molesta.

No sé por qué, pero su voz no tiene la misma calidez que anoche. Y eso me irrita más de lo que debería.

—Buenos días —respondo con frialdad y tomo mi café.

Ethan sonríe y me dice:

—Papi, Sophie dice que después de la escuela podemos jugar fútbol.

Carraspeo.

—¿Ah, sí? —Miro a Sophie con una ceja arqueada.

—Solo si usted lo autoriza, claro —responde con tranquilidad.

No sé por qué, pero su forma de hablarme como si no hubiera pasado nada me molesta aún más.

—Haz lo que quieras —digo antes de tomar mi café.

Me levanto de la mesa sin decir más y me dirijo a la oficina. Necesito enfocarme en mi trabajo. En cualquier otra cosa que no sean sus malditos ojos verdes.

Mientras conduzco a mi oficina, no dejo de pensar en ella.

En su voz. En la forma en la que anoche me miraba con curiosidad, sin miedo, sin la sumisión con la que la mayoría de la gente me trata.

Maldición.

Le doy un golpe al volante, frustrado.

Hace cuatro años tomé una decisión: alejarme de cualquier distracción, enfocarme solo en mi hijo y en mi empresa. No he cruzado palabra con ninguna mujer más allá de lo necesario. No ha habido citas, ni caricias, ni nada más.

Porque enamorarse es un error.

Porque el amor solo lleva al dolor y a la traición.

Apretando la mandíbula, acelero un poco más. Necesito llegar a la oficina, sumergirme en números, estrategias y reuniones. Necesito olvidar la manera en la que Sophie está empezando a meterse en mi maldita cabeza.

Llego a la oficina y, como siempre, mi asistente personal, Claire, ya tiene todo listo para la primera reunión del día. Me entrega un informe detallado mientras camino hacia la sala de conferencias.

—Su agenda está llena hoy, señor Vance. Primero, la reunión con los inversionistas de la nueva sede en Londres, luego un repaso del informe trimestral con el equipo financiero y, finalmente, una junta con el departamento de desarrollo sobre el nuevo software.

Asiento sin responder y entro a la sala.

Primera reunión: Inversionistas de Londres

Los rostros de los inversionistas aparecen en la pantalla. Son hombres mayores, fríos y calculadores, como yo. Les explico con firmeza las proyecciones de crecimiento, la estrategia de expansión y los riesgos calculados.

—Necesitamos una decisión final sobre la adquisición del edificio en el distrito financiero —dice uno de ellos.

—Ya revisé la estructura de costos —respondo—. Es una inversión inteligente. Tendremos un retorno del 18 % en menos de dos años.

Tras discutir números y garantías, la reunión concluye con su aprobación. Buen comienzo.

Segunda reunión: Finanzas

El equipo financiero expone el informe trimestral. Todo va según lo planeado, pero hay un pequeño margen de pérdida en una de nuestras filiales.

—Necesito que investiguen cada gasto innecesario y recorten lo que no sea esencial —ordeno, hojeando el informe—. No permito fugas de dinero.

El equipo asiente y toman nota de mis instrucciones.

Tercera reunión: Desarrollo de software

Mi empresa está invirtiendo en inteligencia artificial y automatización. El equipo de desarrollo presenta los avances del nuevo software de análisis predictivo para el mercado bursátil.

—Queremos hacer una prueba beta con un grupo cerrado de inversores antes del lanzamiento —dice uno de los programadores.

—¿Cuándo?

—En dos meses.

No me gusta.

—No es suficiente —respondo con frialdad—. Quiero resultados en seis semanas.

El equipo intercambia miradas nerviosas, pero no cuestionan mi decisión.

Cuando por fin termina la última reunión, exhalo con pesadez.

Normalmente, en este punto del día, mi mente estaría completamente sumergida en el trabajo. Pero no.

Sophie sigue ahí.

Sigo pensando en sus ojos verdes.

Y eso me molesta.

El día transcurre y finalmente estoy entrando a casa después de una jornada agotadora en la oficina. Suelto un suspiro mientras cierro la puerta del auto y me paso una mano por el cabello. Lo único que quiero es darme una ducha y descansar, pero entonces escucho risas provenientes del jardín.

Risas infantiles. Risas de Sophie.

Me detengo en seco. Ethan está riendo con tanta alegría que es imposible no notarlo. Algo en su risa me provoca una punzada en el pecho. Camino en dirección al sonido y, al doblar la esquina, los encuentro.

Sophie está sentada en el césped junto a Ethan, ambos rodeados de juguetes. Él está completamente sumergido en su mundo de imaginación, mientras ella lo mira con una paciencia y dulzura que no puedo ignorar. La brisa mueve su cabello, y por un momento, todo parece... diferente.




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