Narrado por Alexander
Termino de ajustar mi Patek Philippe Grand Complications, un reloj exclusivo que pocos en el mundo pueden permitirse. Sujeto el broche con precisión y deslizo la manga de mi traje negro, hecho a la medida por un diseñador italiano de renombre.
Salgo de mi habitación y mi mirada se detiene de inmediato en Sophie.
El vestido que dejé en su habitación le queda perfecto, como si hubiera sido diseñado solo para ella. Es un vestido de seda azul noche, con un escote elegante en la espalda y detalles de pedrería que brillan sutilmente con cada movimiento. La tela se ajusta a su figura en el punto exacto entre la sofisticación y la sensualidad, y la abertura en la pierna deja entrever su piel con una elegancia hipnotizante.
Mis ojos recorren su silueta de arriba abajo, y cuando ella se gira hacia mí, sus ojos verdes parecen aún más intensos bajo la luz tenue del pasillo.
Joder.
No sé en qué momento pensé que esto era una buena idea.
Me aclaro la garganta y, sin apartar la mirada de ella, digo:
—Te ves... increíble.
Balbuceo un poco al final, y maldita sea, parezco un niño torpe viendo a su primer amor. No suelo perder la compostura, mucho menos con una mujer, pero Sophie... Sophie es diferente.
Ella sonríe con timidez y baja un poco la mirada, como si no creyera mis palabras. Eso me frustra.
—Hablo en serio —añado, con más firmeza esta vez—. Estás hermosa, Sophie.
Ella se muerde el labio y asiente, jugando con sus dedos como si no supiera qué responder.
Demonios. Esta noche va a ser un problema.
Nos montamos en mi auto y le digo que ponga música. Le paso mi celular, algo que nunca hago con nadie. No suelo prestar mi celular, pero con Sophie... no lo pienso demasiado.
Ella me mira sorprendida antes de tomarlo con cuidado, como si le hubieran entregado un objeto de alto valor.
—¿Seguro? —pregunta con duda.
—Solo pon música, Sophie.
Ella asiente y comienza a revisar mis listas de reproducción. La observo de reojo mientras conduzco. Su expresión es de curiosidad, como si estuviera descubriendo un lado de mí que no esperaba.
—¿Qué pasa? —pregunto, notando su pequeña sonrisa.
—Nada, solo... no esperaba que escucharas este tipo de música —dice mientras pone una canción pop que comienza a sonar suavemente por los altavoces.
Frunzo el ceño levemente.
—¿Y qué esperabas?
—No sé, algo más clásico, quizás ópera o jazz.
Me río bajo.
—¿Crees que porque uso trajes y voy a galas escucho Mozart todo el día?
—Tal vez —dice con una sonrisa traviesa.
Sacudo la cabeza con diversión.
—Eres un caso.
Sophie tamborilea los dedos contra su muslo al ritmo de la música, tarareando suavemente la melodía.
—No te imaginaba como alguien que escucha pop —comenta con una mirada de diversión.
—No lo hago mucho —admito—, pero algunas canciones son... agradables.
—Eso es porque el pop es bueno —dice con seguridad, aumentando el volumen.
Llegamos a la gala y coloco mi mano en su cintura para guiarla hacia la entrada. Sophie se tensa un poco al principio, pero no se aparta. Me gusta la sensación de tenerla cerca, aunque no debería pensar en eso.
Nos reciben con copas de champaña y bebemos poco a poco mientras observamos el lugar. La gala es elegante, con luces cálidas y mesas decoradas con flores blancas. La música de fondo es suave, perfecta para este tipo de eventos.
De repente, uno de mis socios, Richard Evans, se acerca con una sonrisa que nunca me ha agradado del todo. En cuanto ve a Sophie, su expresión cambia, y no me gusta para nada la forma en la que la mira.
Parece que la desviste con la mirada, recorriéndola de arriba abajo sin disimulo.
—¿Y quién es esta belleza? —pregunta con una sonrisa demasiado confiada.
Sophie baja un poco la mirada, incómoda.
Mi mandíbula se tensa. No sé por qué, pero siento una punzada de celos. No me gusta la forma en que la observa, no me gusta que piense que tiene derecho a hablarle así.
—Sophie —digo con firmeza—, mi acompañante esta noche.
Richard levanta una ceja, divertido.
—Ah, no sabía que ahora traías compañía a estos eventos, Alexander. Siempre tan reservado.
No respondo. En su tono hay una insinuación que no me agrada.
—Encantado, Sophie —dice, extendiendo su mano.
Ella la estrecha con educación, pero sin mucho entusiasmo.
—Igualmente, señor Evans.
Richard la mira un momento más antes de volver su atención a mí.
—Espero que podamos hablar de negocios más tarde —dice con una sonrisa.
—Por supuesto —respondo con frialdad.
Cuando se aleja, Sophie suelta un suspiro y me mira.
—No me agradó.
Sonrío levemente.
—A mí tampoco.
Ella ríe un poco y eso me relaja, pero en el fondo sigo sintiendo esa incomodidad.
¿Por qué diablos me dieron ganas de golpearlo?
La gala comienza oficialmente cuando Richard sube al escenario principal, tomando el micrófono con su típica sonrisa de empresario carismático. Todos los asistentes guardan silencio mientras él aclara la garganta y comienza su discurso.
—Damas y caballeros, bienvenidos a esta noche especial —dice con voz firme—. Nos hemos reunido aquí no solo para celebrar nuestros logros, sino para recordar la importancia de dar algo a quienes más lo necesitan.
Hace una pausa, dejando que sus palabras calen en la audiencia antes de continuar.
—Esta noche, todo lo recaudado será destinado a la Fundación Bright Futures, que apoya a niños en situación de vulnerabilidad, brindándoles acceso a educación, alimentación y un entorno seguro en el que puedan crecer y desarrollarse.
Algunas personas asienten con aprobación, y otras murmuran entre sí. Sophie, a mi lado, escucha atentamente, con los ojos brillantes de emoción.
—Sabemos que el futuro depende de las oportunidades que les demos a las nuevas generaciones —sigue Richard—, y es por eso que cada donación, cada aportación que hagamos esta noche, marcará la diferencia en la vida de cientos de niños.
#31 en Novela romántica
#16 en Chick lit
padre soltero, bebe amor celos millonario, ceos posecivos y amor
Editado: 07.05.2025