La Montaña de Alpiredes.
El llamado ha sido suficiente para que la multitud que fue expectante de la confrontación anterior cambie su atención, es casi penoso ver cómo la gente se desinteresa tan rápido de una imagen tan perturbadora como lo es esta, dejando al pobre hombre retorcerse en su sufrimiento combinado con una impotencia palpable. Todo se mantiene en relativa calma hasta que ocurre un cruce muy inesperado.
—Espera un momento —Zenón y Jessica detienen su avance cuando escuchan una relajada voz femenina cerca de ellos. Captando que esas palabras han sido dirigidas al hombre que fue el centro de atención segundos atrás, quien aún está guardando su espada recién limpiada de la sangre, consiguiendo su mirada—, después de tal acontecimiento, ¿no crees que al menos deberías hacer una presentación? Algunos espectadores como yo podemos quedar con la duda sobre tu identidad, ¿no te parece?
Los ojos rojos del espadachín se fruncen ante unos brillosos ojos grises. Una mujer adulta se posa detrás suyo, con los brazos cruzados debajo de su pecho, con un cabello sorpresivamente anaranjado envuelto en una rizada cola de caballo tan larga como para llegar hasta sus rodillas, quedando sueltos un mechón en cada lado de sus hombros, su rostro refleja una sensación perturbadora tras esa sonrisa atrevida. Esa amable petición ha logrado atraer el interés de unos pocos que aún se mantienen cerca de la escena.
—Lamento olvidarme de ese pequeño detalle, me dejé llevar por la situación. —tras su explicación se voltea para quedar frente a ella, mostrándose con un aspecto firme—. Soy Edur, provengo del clan Jaleaní.
Con una reverencia en señal de respeto, logra sacarle una risita a la mujer frente suyo.
—Así que es de los Jaleaní, eso lo explica —Jessica por fin comprende la respuesta sobre el misterio de su identidad, eso le saca muchas preguntas de encima.
—¿Clan Jaleaní? ¿Quiénes son? —el chico junto a ella, por el contrario queda aún en duda, no tiene la menor idea de qué se está hablando ahora mismo. Necesita contexto.
—Los Jaleaní son un clan que viven en el estado de Vancor, son de los pocos clanes que quedan en el mundo y que todavía practican las artes samuráis. —dando esa pequeña explicación sobre el asunto, Jessica le echa un vistazo al recién presentado Edur—. Jamás había visto a uno de ellos en mi vida, su aldea se encuentra en lo más profundo de un bosque por lo que no se la pasan interactuando con la civilización muy seguido.
Toda palabra, acción o sensación es frenada de golpe cuando un mar de peligro arrasa sin piedad en todo lo que les rodea. Como si se tratara del inicio de una catástrofe cuyas posibilidades de evitar son inexistentes, esa es la manera con la que ellos pueden identificar este cambio tan agresivo en el entorno. Una oscuridad llena de intensiones puramente malignas ha reducido considerablemente la presencia de la luz lunar, casi llenando la atmosfera de negro.
Ambos jóvenes se quedan tiesos al sentir esta energía viajando a través de sus pieles, por un momento el estómago de Zenón se revuelve, causándole nauseas.
«Maldición, qué significa esto…¿por qué me siento tan mal?», erizándole los pelos, jamás ha experimentado una situación de tal magnitud. Se puede considerar realmente un milagro que esas ansias de vomitar son contenidas, dejándole el mal sabor de boca como efecto secundario.
«Esta presión…», por su parte, Jessica no siente ningún síntoma en su estómago, desafortunadamente no es lo mismo para su cabeza. Es como si le doliera el cerebro, pero gracias a este dolor ella comprende el origen de este mal en forma de ``esencia´´
«¿Lo está generando ella?»
Sin formar oración alguna los dos devuelven su atención al frente, encontrándose con la mala sorpresa de que la dama se acerca a Edur. Rebosando de tranquilidad y confianza.
—Un Jaleaní ¿Eh? Un placer por fin conocer uno —Edur, quien no se deja intimidar por la cercanía. Siente como lo analiza de pies a cabeza—. He escuchado muy poco sobre los tuyos, así que déjame decirte que me has dejado una buena impresión.
—Gracias por el cumplido señorita, me agrada saber eso. —con una última reverencia, Edur procede a retirarse de la manera más caballerosa para no faltarle el respecto. Es muy sorprendente la manera en que ha ignorado el brusco cambio a su alrededor, parece que fuera cosa de todos los días para él.
Una carcajada es el resultado de sus acciones, girándose de espaldas para entender la razón de tal expresión por parte de la mujer.
—Eso fue muy impresionante de tu parte, eres alguien con quien debería ser precavida en tratar —El ambiente se ha calmado, la inquietud que gobernó sin competencia alguna desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Poniendo su mano encima de su pecho le guiña el ojo—. Me llamo Lisbeth, lamento haber tardado tanto en presentarme a ti y a estos jóvenes presentes.
Los dos mencionados se quedan quietos en sus lugares, sin abrir la boca en respuesta debido a la incertidumbre sobre su papel aquí. No quieren formar parte de la conversación para nada.
—Supongo que es todo lo que necesitan saber de mi por el momento, deberíamos ir con los demás si no nos queremos quedar aquí parados. Espero con ansias encontrarme con ustedes en un futuro cercano.
Con tal expresión de sus deseos personales la mujer del cabello anaranjado que se hace llamar Lisbeth pasa al lado de Edur para dirigirse hacia la multitud. El samurái se queda unos segundos sin decir nada, hasta que tras un gruñido inesperado se dirige a la misma dirección, dejando a los dos testigos del encuentro ahí. Silencio es lo único que tienen, pero ya no hay tiempo para quedarse como estatuas.
—¡Vamos! Nos perderemos las indicaciones si seguimos aquí con la boca abierta. —un ligero forcejeo de movimiento es sentido en el brazo derecho de Zenón, entendiendo que resulta ser Jessica quien lo jala del brazo para seguir.