PRESENTE.
CIUDAD DE NUEVA YORK.
CUARTO DÍA DE ENSAYO.
La cafetería es ruidosa, pero tiene Wi-Fi gratis. Un lugar perfecto para sacar mi iPad y perderme durante mi hora de almuerzo. He estado escribiendo en mi diario la mayoría de los días. Mayormente porque Daniel sigue insistiendo en que me mantendrá cuerdo dentro de la locura de mi situación actual. Como siempre, tiene razón.
Por supuesto, en estos días uso un diario en línea con una contraseña cifrada y más seguridad que un desfile presidencial, pero no es lo mismo que escribir en papel real.
Cada día, Sana y Jungkook me piden que me una a ellos para el almuerzo, pero no hay manera de que vaya ahí.
Vengo para trabajar, hacer mi trabajo, y tratar de quedarme lo más lejos posible de Jungkook en el tiempo que estamos fuera del escenario. Sigue intentando emboscarme en una charla, pero he aprendido a esquivar y moverme mejor que un campeón mundial de boxeo.
Hablar no resolverá nada, salvo llevarnos por un carril de los recuerdos extremadamente doloroso. Ninguno de los dos necesita eso.
Estoy en medio de tipiar la última entrada de mi diario cuando una ensalada César gigante cae pesadamente junto a mí. Estoy a punto de protestar que no ordené eso cuando levanto la mirada para ver a Sana.
—Te estás poniendo flaco —dice mientras se sienta a mi lado con su propio almuerzo—. Nadie sobrevive solo con cafeína y nicotina, sabes.
—Equivocada —digo, y le doy una sonrisa—. Soy un brillante ejemplo.
—Bueno, tu director de escenario piensa que estás comenzando a verte como un muñeco, así que come. Yo invito.
Mirando la ensalada, me doy cuenta de cuán hambriento estoy.
—Sí, señora.
Mientras guardo mi tablet, noto a Jeon en la esquina lejana del café solo en una mesa.
Maldita sea. De todos los sitios de comida de todas las ciudades de todo el mundo, tenía que venir al mío. Se supone que esta debería ser una zona libre de Jeon.
Como si anticipara mi próxima pregunta, Sana dice—: Estoy almorzando contigo porque estoy enferma de su compañía. Cada vez que pregunto cómo van las cosas entre ustedes, se cierra como una almeja.
Me encojo de hombros y sigo comiendo. Me rendí de intentar descubrir las motivaciones de Jeon hace mucho tiempo.
—Apenas se hablan en los ensayos. Ni siquiera lo miras, pero él pasa todo su tiempo viéndote fijamente. ¿Quieres decirme qué sucede?
Echo un vistazo hacia Jeon, quien está leyendo y tomando ausentemente papas fritas de un bol.
—No sucede nada —digo, y tomo un sorbo de mi bebida—. Sólo trabajamos duro.
Ladea la cabeza, estudiándome por varios segundos, luego dice—: ¿Estás follando a mi hermano?
Me río y toso a la vez. Un poco de refresco gotea por mi barbilla, y agarro un fajo de servilletas para limpiarme.
Jeln parece inconsciente de nuestra conversación. Gracias a Dios.
—Por supuesto que no —susurro—. ¿Crees que no tengo instinto de auto preservación?
Mira a Jeon antes de susurrarme—: Creo que cuando se trata de mi hermano, no puedes pensar correctamente, y si te quisiera en su cama, tendrías tus piernas en el aire en tres segundos, más o menos.
—No es verdad.
—¿En serio? —dice—. Porque podría encender la mitad de Nueva York con el calor que ustedes dos generan en los ensayos. Ambos parecen culpables. Si no están follando, ¿entonces qué?
Esta, en verdad, no es una conversación que quiera tener hoy. Ni nunca.
Suspiro y sacudo la cabeza.
—Mira, estaría mintiendo si te dijera que no me siento atraído. Pero Dios, Sana, eso es todo. No tengo intención de volver a tener algo con él. Nunca.
—Pero todavía debes tener sentimientos por él. Pensé que correrías a un millón de kilómetros de distancia cuando oíste que iba a ser tu protagonista. ¿Por qué no lo hiciste?
Me encojo de hombros. —No tengo idea.
Eso no era completamente cierto. Tenía que verlo. Necesitaba que me dijera que había cometido un error y que lo sentía, pero comienzo a dudar que eso vaya a pasar alguna vez. Ahora únicamente creo que intento atravesar esto para probar que puedo continuar sin él.
—Bueno, tienes valor, eso es seguro —dice Sana—. Quiero decir, amo a mi hermano, pero si alguien me hiciera a mí lo que te hizo a ti… —Se limpia la boca con su servilleta—. Sólo digamos, que entiendo por qué dejaste de tomar mis llamadas. Cuando Jungkook me dijo que estarías en el reparto, pensé que era nuestra oportunidad de reparar puentes.
—Sana, tú nunca quemaste ningún puente. Tu hermano lo hizo.
—Lo sé. Pero me alegra que estemos hablando de nuevo. Te he extrañado.
Tomo su mano y la aprieto.
—También te extrañé. —No había notado cuánto hasta ahora.
—Así que, Marco está trabajando en el beso después del almuerzo, ¿eh? —dice a medida que agita una papa frita en un poco de salsa de tomate—. ¿Nervioso?
—No. No es la primera vez que he sido el papel opuesto de tu hermano cuando no puedo soportar su presencia.
—Cierto. Pero la última vez había menos agua bajo el puente.
—Y yo era mucho más joven y menos capaz de separar la realidad de la fantasía. —Tomo un bocado de ensalada, a pesar de que ya no estoy hambriento.
Sana termina lo último de su queso a la parrilla antes de decir—: Así que, ¿no tendrás problema con besarlo? ¿No va a provocarte antiguos sentimientos?
Me encojo de hombros.
—No hay antiguos sentimientos que provocar. Murieron hace mucho tiempo.
Me mira por unos pocos segundos, luego sacude la cabeza.
—Seguro que sí.
Continuamos la pequeña charla, sin mencionar a Jungkook de nuevo. Nuestra amistad giraba demasiado seguido a su alrededor, cuando debería haber sido sobre nosotros.
Mientras hablamos, noto que un trío de chicas se ha reunido alrededor de la mesa de Jungkook. Sus fanáticas. Siempre hay algunas de ellas esperándolo afuera del teatro. Parecen tener un sexto sentido sobre en dónde va a estar. Es irritante.