PRESENTE.
NUEVA YORK.
Jeon y yo vamos a un bar de vinos no muy lejos del teatro para nuestra "charla".
Caminar junto a él es a la vez extraño y familiar, con un toque de inminente fatalidad, al igual que la mayor parte de nuestro tiempo juntos.
La parte cautelosa de mí está susurrando que estar con él es como usar el par más cómodo de zapatos del mundo que a veces te catapulta de cabeza hacia una pared. Es como tener una alergia a los mariscos y negarse a renunciar a la langosta. Como saber que estás a punto de caer, de bruces, en un charco de hiedra venenosa, pero negarte a detener tus pasos.
Su brazo se roza contra el mío mientras caminamos.
Dios, cómo lo anhelo.
Cuando llegamos al bar de vinos, abre la puerta para mí y pide una mesa en la parte de atrás. La anfitriona folla con los ojos cada centímetro de su ser antes de sentarse.
Él no se da cuenta. Como de costumbre.
Me gustaría poder decir lo mismo. No tengo ningún derecho a estar celoso. Estoy seguro que en los años que estuvimos separados, ha perdido la cuenta de sus conquistas. Siempre se han lanzado hacia él, pero su popularidad explotó cuando estuvo de gira por Europa. Su personaje pasaba la mayor parte del espectáculo sin camisa, y cuando las sexis fotos promocionales llegaron a Internet, lo seguían de ciudad en ciudad para verlo actuar.
No los culpo.
Recuerdo cómo me sentí cuando vi las fotos en Internet. Había tratado de mirar hacia otro lado, pero fue imposible.
Sólo pensar en ello hace que mi cara arda.
Agarro el menú y me ventilo. Jeon me mira y frunce el ceño.
—¿Estás bien?
—Sí.
—Te ves sonrojado.
—Menopausia. Sofocos.
—¿No eres un poco joven para eso?
—Uno pensaría que es así, ¿eh? Apesta ser yo.
—A excepción de todo lo de tener orgasmos —dice, y levanta una ceja—. Alguien me dijo una vez que es bastante increíble.
—Bueno, sí —Si quieres decirlo en los términos más provocativos posibles—. Está
eso.
“Múltiple Jungkook” debería ser su apodo. La noche en que descubrió que podía hacerme hacer eso, lo juro, vi la entrada a los cielos.
Me ventilé otra vez.
Maldita sea, no tiene permitido hablar de estas cosas. Desde luego, no cuando estoy tratando de ignorar su atractivo sexual.
Todos los temas relacionados con el sexo están fuera de discusión.
¿Cómo es que no sepa las reglas que acabo de crear?
—¿Por qué estás frunciéndome el ceño? —pregunta con el ceño fruncido.
—¿Por qué no estamos bebiendo todavía? Vinimos aquí para beber.
—Y hablar.
—Y beber.
—¿La menopausia te hace alcohólico, también?
—Sí. Y psicótico. Ten cuidado.
—Lo intento. No es fácil con un ceño fruncido, menopáusico psicópato.
Le frunzo el ceño con seriedad.
Él ríe.
Añade reír a la lista de cosas de lo que se le prohíbe hacer cuando estoy tratando de ignorar lo atractivo que es.
Se da cuenta de que no estoy riendo y me mira con preocupación.
¿Preocupación? En la lista.
—¿Taehyung?
También, decir mi nombre.
—Estoy bien. Necesito alcohol.
—Bueno. Claro.
Me mira fijamente por unos cuantos segundos, y por supuesto, mirar va a la lista.
Mentalmente me rindo y acepto que la lista será actualizada constantemente. Trato de sacarlo de mi mente.
Por fin una camarera llega. Se presenta como Sheree, y procede a comerse con los ojos a Jungkook mientras recoge la carta de vinos. Quiero pegarle en su boca con brillo labial.
Mientras Sheree recita sus recomendaciones de vinos, Jungkook me mira. No está escuchándola. Está tratando de averiguar lo que quiero beber.
Solía ser un juego que jugábamos, y nunca perdía. Sabía lo que quería, incluso cuando yo no lo hacía. Cuándo pedir dulce, salado o picante.
Cuando la camarera termina, él mira a la lista.
—La pregunta es, Sheree... ¿mi amigo quiere rojo o blanco?
La camarera frunce el ceño.
—Uh... ¿no debería preguntarle eso?
—No hay diversión en preguntar. Necesito deducir. Al igual que lo haría Sherlock. Si me equivoco, empaño mi récord perfecto.
—¿Y si lo haces bien? —le pregunta Sheree con una ceja elevada.
Niego con la cabeza. Cuando solía hacer las cosas bien, lo recompensaba con mi boca. No hay posibilidad de que ocurra esta noche.
—Si lo hago bien —dijo Jungkook—, tal vez verá que, a pesar de todas mis meteduras de pata, todavía lo conozco mejor de lo que nadie lo hará.
Me mira, y cuando el calor se extiende a través de la mesa, tengo que apartar la mirada.
Sheree cambia de posición mientras agarro el borde del mantel.
Si buscaras la palabra “raro” en un diccionario, habría una imagen de este momento.
Antes de que pueda ir más lejos, Jungkook se aclara la garganta y ordena el Duckhorn Vineyards Merlot con absoluta confianza.
Es la elección perfecta. No sé por qué estoy tan sorprendido.
Cuando la camarera se va, se reclina en su silla y entrelaza los dedos sobre la mesa frente a él.
—Acerté, ¿no?
Me encojo de hombros. —Puede ser.
Parece contento. —No estaba seguro de si todavía podía hacerlo. Ha pasado un tiempo.
—Sí.
Me mira fijamente durante unos segundos, antes de decir: —Demasiado tiempo, Taehyung.
Un silencio espeso se instala entre nosotros.
Los dos sabemos que ésta es la última oportunidad para nosotros. Nuestra última oportunidad para salvar algo bueno de lo desastrosa que fue nuestra relación.
La presión es asfixiante. Me aclaro la garganta. Mi boca está más seca que el Sahara.
¿Cuánto tiempo es necesario para conseguir una botella de vino y dos copas? ¿Sheree pisoteaba las malditas uvas ella misma?
Los nervios se retuercen en mi vientre. Me vendría bien un cigarrillo, pero no hay aquí.
Jeon resuena sus nudillos, y puedo verlo elaborando frases en su cerebro.