–¿Está adentro?
–¡Sí!
–Rayos, rayos, tiene que ser una broma.
–¡Debes venirte ahora!
–¡Estoy un poco retardado!
–No importa, hombre, solo acaba de una vez. ¡Está adentro y puedo sentirlo! ¡Es asombroso!
–Yo aún no caigo en esto, Ana. Tú ya me conoces, somos amigos de toda la vida y que ahora suceda algo así es demasiado.
–Demasiados golpes te daré yo si no te apuras y no echas a perderlo todo, ¿estamos? Intentaré demorar las cosas todo lo posible, adiós.
Cuando Ana me cuelga, me levanto de un salto del sillón donde me he pasado todo el domingo por la tarde leyendo trabajos para tener que ir esta tarde al club donde le trabajo las redes sociales a la productora que tiene a cargo el evento de hoy.
Mi profesión es guionar series, películas probablemente, no suelo dedicarme a otros sectores de mercado ya que mi afición siempre me ha llevado a pensar en algo grande. Ana, mi socia y amiga de toda la vida quien comparte conmigo mi sueño de ser guionista remunerados y reconocidos en el sector, se ha encargado hoy de llevar un guion que venimos trabajando desde hace un año en que empezó todo a raíz de un taller que tomamos juntos en Brasil.
Hicimos un viaje a Rio de Janeiro con ahorros y préstamos que nos dejaron a ambos sobre la línea roja (aunque ella tiene una familia con buen poder adquisitivo, así que no depende mucho de sus propios ingresos) y ahí nuestro objetivo principal fue tratar de hacer contacto con diferentes productoras que nos permitiesen oportunidades laborales lo cual no decantó en el mejor de los resultados.
Veamos: dinero.
Sí, se trata de dinero.
El dinero te permite abrir puertas, conocer gente depende de tus capacidades de interacción una vez que pagaste el ticket para que se abran justamente esas puertas y ya todo lo demás queda en tu capacidad de ser constante y hacerte de una carrera.
Pero cuando vives contando los billetes a cada hora, vaya, realmente es compleja la situación.
En Rio de Janeiro, en el marco del Festival de Cine, conocimos a un productor quien puso el ojo en nuestro trabajo a raíz de un curso que hicimos con uno de sus guionistas estrella. Hicimos todo lo posible por sobresalir, aunque, en esta clase de espacios tu hambre de éxito se confronta con la desesperación de un trabajo seguro y la ambición de muchos otros que esperan también una oportunidad.
Hoy tengo casi treinta años y, aunque parece un poco incierto, las oportunidades tienden a ser más amigables con los más jóvenes.
No tuve en su momento los medios para hacer la mejor carrera de cineasta, siempre mis trabajos en el ámbito del guion fueron los que me solventaron los gastos a duras penas, escribiendo el concepto cultural de diferentes eventos o la estrategia de comunicación de redes sociales de otros espacios ya que las redes sociales son algo que se me da medianamente bien y que en estos espacios suelo tener el apoyo de otros Social Media hasta que contratan a una superagencia y deciden que el “guionista del concepto” que habían contratado, está demás.
También, el asunto del mundo de los eventos es que requiere al doscientos por ciento tu atención hasta que pasas a otro trabajo, sin embargo, esa constancia laboral hasta la fecha en cuestión es lo que imposibilita en gran parte que puedas estar participando en más de un evento por vez.
Y cuando se trata de escribir los contenidos creativos de la comunicación, madre mía, cuesta muchísimo sobrellevar los intereses de todas las direcciones que sobrevienen con el minuto a minuto y el móvil explotando dondequiera que vayas por pagos que salen siempre con dilación (luego de que se realiza el evento, luego de que han costeado los servicios esenciales hasta que se acuerdan de que eras parte fundamental de lo que se hizo) y recibes finalmente un pago por el que ruegas que la inflación no se haya comido su parte, lo cual es una realidad de todos los trabajadores freelancer de Latinoamérica.
En San Pablo, donde actualmente vivo (aunque en mis fantasías son un guionista magnífico que podría estar asentado en Los Ángeles, cuando ni siquiera tengo una visa al día que me lo permita), pagar el apartamento alto con vistas a la ciudad en una de las zonas más marginales de la capital viene siendo algo que cada vez me cuesta más y más.
Por eso, que Ana haya encontrado una oportunidad como esta con nuestro trabajo de guion para el productor inmenso de Globo, el cual mostró interés en un primer instante en nuestro trabajo, puede significar esa carta de salvación que estaba esperando.
A trompicones consigo hacerme de un atuendo que considero más o menos pertinente: pantalones de jeans azules sueltos, zapatillas blancas que encuentro medianamente limpias, una camiseta blanca con un suéter en los hombros. ¿Me veo como un artista? Admito que esa pregunta siempre está en mi cabeza.
Creo que hago algo parecido a una oración antes de armarme de valor y salir del apartamento, cuando abro la puerta y…
–¡AHH! ¡¿Y usted quién es?!
…me encuentro con una mujer que probablemente dobla mi edad, se la ve demacrada y está muy cansada.
O así se la ve.
No estoy seguro.
Ella me echa un vistazo con furia.
Debo enfocarme un poco más para finalmente reconocerla.
–¿En serio no me reconoce?
–¿Es algo de…Lucía?–el parecido que tienen es innegable, aunque la mujer está mucho más demacrada, no le hace justicia a la belleza de su hija.
Rayos, el solo hecho de pensar en Lucía me hace sentir un perdedor, no quiero que nuestros hijos me vean y sepan la clase de persona que soy, quiero que sepan de mí como un hombre exitoso y no esto.
¿Por qué su madre ha venido hasta acá?
–La madre–sus palabras son firmes, filosas.
–Señora, prometo hacerme cargo de todas las cuotas alimentarias que estoy debiendo, justo ahora tengo que salir de viaje para lo que podría significar mi mayor oportunidad de trabajo, solo…