¿Soy responsable de lo que ha pasado?
Yo le daba dinero a Lucía, no era mucho, pero sí cuanto podía y estaba a mi alcance, nunca me consideré un padre completamente ausente. De hecho, quería conseguir la venta de un libreto para mostrarme ante mis hijos como un padre exitoso, del cual puedan estar orgullosos, con los medios económicos para darles cuanto se merecen y capaz de compensar todas sus necesidades.
Por mientras, ella se hacía cargo completamente de los chicos y cada mañana trabajaba en una cafetería.
Lo de sentirme responsable de esta situación lo digo a raíz de que ella no tendría que haber renunciado a sus planes de estudio, a su carrera como actriz o a sus planes de crecer por mi culpa. Para que yo saque adelante los míos.
Pero su sentido por la condescendencia siempre fue una joya magnífica de su parte. No muy encantado con toda la situación, decidí alguna vez llevar adelante mis planes de seguir con mi carrera ya que ella señalaba “con dos hijos cualquier papel que pueda tomar será imposible, aún compartiendo las cargas con otras personas no puedo seguir adelante con mi carrera incierta, no puedo seguir postulando a papeles, no me puedo costear lo que significa una capacitación o relegar un paquete de pañales a cambio de mis estudios, ¿entiendes? Mis prioridades cambian, pero no las tuyas, no puedes cambiar tus sueños, Vito. Sal adelante con todo lo que significa esta realidad, con tu carrera escribiendo y no olvides que los niños necesitan que lo hagas porque tienes un talento enorme, no me perdonaría jamás si lo desperdicias”.
Esas palabras me vienen a la cabeza de repente, mientras intento caer en lo que me acaba de decir mi supuesta suegra y me siento pensando en todo lo que ha pasado, mirando la situación en retrospectiva.
¿Es posible que haya escuchado bien? ¿Hay un error? ¿Quizá me está jugando una suerte de broma?
La angustia y el llanto que me presentan se me vuelve demasiado real, no puede estar bromeando con esto.
Me ha explicado al situación del accidente, las acciones legales que se están haciendo y de sus pocas ganas por seguir adelante con unos planes que verdaderamente son lastimosos ante lo que viene sucediendo.
No tolero sentirme así, por un segundo se me había olviddo lo del viaje, lo de Ana, lo del guion.
No podré hacerlo.
No…
Me sorprendo a mí mismo encontrando que hay lágrimas en mis mejillas, pero intento contener el llanto porque si ambos nos derrumbamos, entonces no podremos hacer las cosas bien.
–He quedado…perplejo–admito–. Toda esta situación me deja realmente desconcertado, no sabría qué decir al respecto. Lo siento.
–¿En serio lo sientes? ¿En serio?
Cierro los ojos e intento que el dolor que rompe con todo en mi pecho no siga haciendo daño ahí dentro.
–Tú nunca la amaste. No te hiciste cargo de los niños. Sigues persiguiendo un sueño estúpido al cual ella te apañó desde el primer minuto porque ella sí te amaba a ti, Vito. Pero nunca tuviste el coraje de afrontar la situación y renunciar a ti mismo como ella lo hizo con su vida.
–No lo entendería, señora–murmuro, sabiendo que el cariño que nos teníamos con Lucía no era una relación de pareja, era un entendimiento mutuo que alguna vez significó una pareja que resultó en una hija como fue la situación con Fatma, pero no podíamos seguir, no había un amor de parjea, fue cuestión de tiempo.
Nos seguimos viendo, seguíamos frecuentando encuentros y así fue como llegó totalmente por error, fue un accidente el hecho de que quedas eembarazada posteriormente de Lucas. Aún así hicimos frente a todo, ella mucho más que yo; la promesa seguía intacta: seguir adelante más allá de todo pronóstico respecto de lo laboral. Ella en la cafetería, yo encontré alternativas laborales menores en productoras y finalmente llegamos al objetiivo principal que resultó ser nada menos que la venta del libreto.
Si Ana realmente lo consiguió, Lucía nunca estará acá para verlo con sus propios ojos, no estará para conocer la situación a fondo.
Ella sí que estaría orgullosa de mí.
–Vito–insiste ella, sacándome de mis propios recuerdos que divagan entre promesas y emociones recargadas–: No he venido hasta acá solo para darte la noticia de Lucía. Vine porque ya pasaron días de eso y yo no puedo hacerme cargo de los niños.
–Debo… Debo…–”viajar” es lo que me surge decirle, pero por mucho que le explique cuán importante es la venta de este libreto, ella no lo podría captar realmente porque solo su hija sabría la importancia que llevaría que una entidad como Globo compre los derechos de la historia.
–Sí, Vito. DEBES hacer algo y es responsabilizarte de los niños. Están ahora mismo en la cafetería de Lucía donde mi hija trabaja…
Se detiene en cuanto lo dice en presente.
No, no lo ha procesado aún.
Y yo menos.
–Llevar adelante el duelo de mi hija es un dolor inmenso, tengo un hijo con discapacidad que me necesita también, soy una mujer viuda de edad avanzada y no tengo a nadie más que me ayude con esto.
–Señora, qué me está queriendo…
–Los niños están en la cafetería aguardando por ti, Vito. Es hora de que te hagas cargo de ellos. Te esperan con sus cosas ya empacadas.