Manchas en las Paredes

Capitulo 14

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—¿Quien eres? —pregunto con desconfianza mientras que me siento y miro la moneda en su mano.

 

Aquel extraño chico detiene sus dedos, dejando la moneda entre su dedo medio y anular, mirándome en silencio.

 

—Eso no importa —responde de manera seca mientras que se apoya de espaldas sobre la pared.

 

En definitiva tiene un humor de mierda, lo cual me hace recordar que tengo que ir a buscar a Ariel, o al menos pedirle al universo que me de una señal de que el esta bien. Lo odio, pero mi odio no es suficiente como para desear que desaparezca así como así. No así. 

 

Frunzo el ceño mientras que lo miro, sentándome a la orilla de la cama y evitando tocar el piso mientras que estoy allí siendo acompañado por un completo extraño.

 

—¿Al menos me dirás que quieres? —inquiero mientras que lo sigo mirando, sin comprender que hacia allí.

 

—Te vigilo para que no hagas ninguna estupidez —aclara mientras que vuelve a jugar con la moneda entre sus dedos. 

 

Ruedo los ojos y me vuelvo a acostar, sintiéndome aburrido por estar allí aprisionado sin saber nada de mi maldición la cual ahora mismo me tendría que estar rompiendo las pelotas mientras que yo me estreso por el simple echo de solo existir. 

 

Nunca pensé que lo extrañaría de alguna manera, pero la costumbre de tenerlo siempre cerca, oyendo su voz en mi cabeza y ahora no tener siquiera señal de vida de su parte se me hacía muy raro e incómodo y más estando en un lugar completamente extraño y con personas completamente extrañas. 

 

—¿que hora es? —pregunto mientras que miró el techo, sin tener siquiera noción del tiempo hasta aquel momento.

 

—No tengo permitido decirte —Escucho que responde mientras que también puedo escuchar el ruido de aquella moneda de mierda con la que juega.

 

Respiro hondo y exhalo al escuchar tal estupidez salir de su boca, siendo algo ilógico, sintiendo que era necesario para mí el saber la hora. 

 

Tan solo me tomo segundos el recordar que tenía a mis abuelos en casa, a quienes no veía desde la mañana y me ponía nervioso lo que pudiera pasar si no aparecía allí, sabiendo muy bien que mi abuela es alguien que se preocupa con facilidad, lo cual más nervioso me ponía. 

 

De alguna manera me tendría que ir de allí, aunque sea en pedazos, pero tenía que si o si salir.

 

Me siento en la cama y miro la habitación con atención, buscando una manera de largarme, buscar a Ariel y tomarme el palo de allí.

 

—Ni lo pienses —dice el extraño mientras que ahora tiene la mirada puesta en mi.

 

—¿Que cosa? —inquiero mientras que lo miro.

 

—Escapar —su tono de voz se volvió más serio y frío, guardando en el bolsillo de su campera aquella moneda de mierda con la que jugaba.

 

—No quiero escapar —afirmó como mentiroso que soy mientas que lo miro fijamente, teniendo aquella expresión neutral que se había quedado en mi como sello personal.

 

—No soy estúpido —aclara —, se muy bien que quieres escapar. 

 

—¿Por que crees eso? —lo cuestiono mientas que bajo un pie al frío piso, levantandolo otra vez.

 

—No hace falta ser un genio para darse cuenta que quieres ir a buscar a tu sombra y largarte de aquí. 

 

En eso tiene razón, era imposible negarserlo, por lo que solamente me limito a cruzarme de piernas sobre la cama y mirar con desprecio a quien me custodia. 

 

Salgo de un encierro para estar en otro. Que divertida es mi vida. Me quedo allí sentado como inútil bueno para nada mientras que siento el tiempo pasar lentamente, poco a poco comenzando a escuchar el tic tak de un reloj que mi propiamente creo para molestarme un rato. Los poderes de la mente y esas mierdas.

 

—¿Cuando me dejaran ir? —pregunto ya harto del silencio que inundaba la habitación, sin estar acostumbrado a eso. 

 

—Cuando la mayor lo diga —responde de la misma fría y seca manera que solo el tiene de responder.

 

—Yyyy.. ¿Cuanto tiempo será eso? No se ustedes pero yo tengo cosas que hacer —digo ya con los nervios a tope, provocando que de mi boca salieran sólitas las palabras, sin tener yo el control de ellas. 

 

—El tiempo que sea necesario.

 

—¿Y cuando tiempo es necesario? 

 

—No lo se.

 

—¿Cómo que no sabes?

 

—Podrías callarte tan cinco puntos segundos —pide de mala gana, volteando a verme mientras que yo solo estaba sentadito como buen niño que soy.

 

¿Tan así me veo yo? Pareciera que cuando no esta Ariel yo me vuelvo el. Irritante técnicamente. ¿Será por qué el también este nervioso?¿O es natural de el? Ni idea, pero los nervios me hacen más estúpido. 

 

La puerta se abre y ambos volteamos a ver quien entraba, viendo a la mujer de tatuaje pasar con una sonrisa y en manos un par de medias y unas botas.

 

—Gracias por cuidarlo Red. —dice la mujer mientras que mira al extraño con una sonrisa —Puedes retirarte. 

 

El chico solo asiente con la cabeza y se va sin decir más nada, azotando con fuerza la puerta, como si quisiera hacerla astillas. De alguna manera me vi reflejado en el, talvez por su actitud de mierda o algo similar.

 

La mujer se voltea hacia mí, acercándose con aquella cosas y dejándolas a mi lado en la cama.

 

—Ponte esto por favor, para que puedas caminar con tranquilidad.

 

Miro las medias y las botas durante unos segundos antes de suspirar y empezar a ponerme las pedías, las cuales eran de un color blanco con dos líneas negras en el borde. Eran calentitas, hicieron que al instante de comenzará a pasar aquel frío en mis patas provocado por el piso de mierda de aquí. Las botas igual, de mi talla y cómodas sobre todo.

 

—muchas gracias —la miro y sonrió leve antes de decidir al fin si pararme, esta vez sin sentir el frío hacerme doler los pies.




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