Este día lo recuerdo como si fuese el último día de mi vida, era la noche del 20 de diciembre de 1978, vivíamos en Kiev, Ucrania. Ese año el invierno azotó con más fuerza que nunca, no fue un gran dilema para mi mamá y para mí, pasar de menos doce a menos veinte grados no representa mucho para un vampiro, pero para mi padre el frío era insoportable, durante todo un mes Hunzahua no salió de la casa, se la pasaba con abrigos y con la calefacción a máxima potencia, tomaba chocolate caliente a cada rato y dormía 10 horas seguidas sin problema, hasta risa daba verlo, siempre estaba temblando, y quejándose del clima como un anciano, mi mamá y yo nos limitamos a escucharlo, hacerle compañía y por supuesto reírnos.
Ya llevábamos varias semanas sin alimentarnos, así que esa noche mi madre y yo salimos al bosque mientras mi papá dormía, cazar en invierno siempre es un dilema, la mitad del bosque esta hibernando y la otra es incomestible, así que debemos sacar a los animales de sus cuevas y morderlos mientras duermen, lo que le quita la diversión al asunto, pero de igual manera alimento es alimento y hay que aprovecharlo, nos percatamos del tiempo cuando el sol comenzó a salir, dejamos nuestra caza y cogidas de gancho mi mamá y yo fuimos caminado lentamente por el bosque
—Mariana, ¿sabes que ya eres toda una mujer verdad?
—Sí, ¿por qué? —pregunte extrañada.
—Bueno, no sé, a lo mejor ya debas buscar una pareja.
—¿Qué? ¡Mamá! Tengo 18 años no necesito un novio.
—En mi tiempo las mujeres se casaban a los 13 y no era un gran dilema.
—Mamá estamos en el siglo XX, no pienso casarme.
—Ok…ok, sólo bromeo, pero hablando en serio ¿No hay ningún muchacho que te interese?
—Te refieres a ¿un humano?
—Sí.
—No mamá, no quiero un humano, no quiero enamorarme de algui.....
—Espera, huele extraño —Mamá me interrumpió.
—Es sangre.
Mamá y yo llegamos en un segundo al epicentro del aroma, era nuestra casa. Mamá abrió la puerta de un golpe, ambas estábamos espantadas, subimos las escaleras y entramos al cuarto principal, allí estaba mi padre, Hunzahua, el hombre águila, recostado en su cama tal como lo dejamos pero totalmente cubierto de sangre y con un corte en su cuello, no tenía signos vitales, su alma ya había dejado su cuerpo, no sabía que hacer estaba en un completo shock, todo se había puesto en cámara lenta, las gotas de sangre caían una a una de la cama al piso, mi madre lloraba a sollozos mientras gritaba el nombre de mi padre.
Algo llamo mi atención al otro lado de la ventana, una bruja se alejaba en su escoba mientras reía. Desplegué mis alas y salí por la ventana, quería alcanzarla, matarla, y hacerle pagar por el daño que nos hizo, mi padre de ninguna manera se merecía eso, y esa mujer, ¡esa asquerosa mujer! debía pagar. No soy una persona violenta, pero en ese momento sólo quería volverla añicos.
Antes de que mis pies atravesaran la ventana, algo me sostuvo y me entro de nuevo a la habitación, era Edward, todos se encontraban en la habitación, Alice lo había visto, trataron de advertirnos, pero llegaron demasiado tarde. En ese momento me desplome, me senté en el piso abrazando mis rodillas y llore como una niña chiquita, nunca más volvería a ver a mi papá, nunca más tendría la oportunidad de decirle que lo amaba, ya no iba a poder sentarme a su lado a que me contara historias y mitos indígenas, ya no tendría un compañero de vuelo, perdí a una de las personas más importantes en mi vida.
Padre, esa persona que siempre está ahí por más que la decepciones y le falles, que te ama sin importar lo que pase, y para la cual siempre vas a ser su niña pequeña, esa persona ya no estaba, y yo no sabía qué hacer con mi vida, perderlo significo mucho para mí, pase horas en mi habitación solo pensando y descubrí que mi vida no tenía sentido, que el hecho de vivir para siempre no tenía sentido, y que todos los poderes y dones que tenía no servían de nada, entré en depresión, sólo deseaba sacar lo que sentía decirle las últimas palabra a mi padre e hice lo que mejor se hacer, le escribí una canción.
La canté en el funeral de papá, y algo pasó, al finalizar la última palabra de mi canto sentí a mi padre abrazarme y darme un beso en la mejilla dando su último adiós. "Te amo" susurre y estoy segura que me escuchó, me dirigí junto al resto de vampiros que me miraban entristecidos y abracé a mi mamá lo más fuerte que pude, quería transmitirle esa misma sensación, no se sí lo logre, sólo sé que ella siempre estuvo más tranquila que yo, lloró por supuesto, pero nunca vi en ella ese dolor tan intenso que yo estaba sintiendo, tenía rabia, pero no era el momento de discutir, todos dijeron algunas palabras, fue muy emotivo, trate de escucharlos a todos pero mis pensamientos no me lo permitían.
Un rato después le di la última mirada al rostro de mi padre en el ataúd y nos fuimos, caminábamos lento, yo iba atrás abrazada de mi madre, antes de subirnos al auto, miré por ultima vez aquella sala de velación, la ventana que daba al exterior estaba totalmente abierta y se veía perfectamente el ataúd, pero había algo más, más bien, alguien más. Alto, fornido, muy atractivo, un vampiro, verdaderamente afligido despidiendo a mi papá, jamás lo había visto, y me sorprendió.
—¿Quién es ese mamá? —Ella giró y lo miró.