Pasaron dos días desde aquella extraña mañana, la situación de Edward y Bella había empeorado, al parecer él no quería condenar su alma convirtiéndola en un vampiro.
Cuando escuchaba a Edward hablar en la forma en la que lo hacía acerca de su chica, sólo podía imaginar que se sentiría que alguien te quisiera así, que alguien en realidad diera su vida por la tuya, sacrificara su felicidad solo por protegerte, el recuerdo de Caius vino a mi mente, yo lo había amado, muchísimo, pero si él tan sólo me hubiese querido como Edward quería a Bella a lo mejor hoy estaría contando otra historia. Si Caius hubiese sido capaz de dejar su trabajo por mí, como yo deje a mi familia por él, juro que lo hubiese amado cada día de mi vida. Claro nunca pudimos hablar de eso, tal vez yo nunca le di la oportunidad, pero él tampoco salió a buscarme.
Al fin y al cabo la suerte ya estaba echada, mi relación con Caius había terminado ya hacía muchos años, ahora mi corazón latía por alguien más, alguien completamente imposible de alcanzar, pero por el cual mi corazón no dejaba de insistir.
El 16 de septiembre los Cullen partieron de nuevo a Alaska, mamá y yo nos quedamos en Forks. Vivíamos en una pequeña casa adentrada en el bosque, algo siniestra para cualquier humano, me había inscrito en la secundaria del pueblo, ya estaba más que acostumbrada a los colegios, no se me hacía tedioso convivir con adolescentes, de hecho me gustaba e intentaba socializar, Rosalie siempre me regañaba por eso, pero en realidad solo eran tonterías, creo que llamaría más la atención si me comportara como una antisocial, extremadamente blanca y con ojos que cambian de color, tal como mis primos lo hacían así que a donde iba intentaba hacer amigos, no muchos, sólo los necesarios, eso sí, Edward me advirtió que por nada en el mundo intentara acercarme a Bella, ella no podía saber que yo era un vampiro ni mucho menos que era su familiar, él quería desaparecer y yo debía ayudarlo.
Era mi primer día, la secundaria allí era como en cualquier otra parte del mundo, estaban los grupos de los sabelotodo, las porristas, los chicos de negro que se creen malos, pero al fin y al cabo todos terminan siendo tan iguales como nadie lo hubiese pensado, con los mismos problemas, los mismos complejos, todos pidiendo atención a su manera y simultáneamente disfrutando de su juventud, de esos años que para ellos nunca iban a volver y que yo por otro lado debía repetir cada cierto tiempo.
Después de unas cuantas clases salimos al recreo, en la cafetería encontré a varios chicos que había conocido en las clases anteriores, más de uno me invito a sentarme con su grupo, tome una manzana y me senté junto a Harry Blair y sus amigos, allí no hable mucho, todos los chicos en la mesa se sentían curiosos, pero no eran lo suficientemente valientes como para interrogarme, así que se dedicaron a hablar tonterías, cada uno intentaba impresionarme a su manera, yo me dedicaba a reír, entre las risas puede ver a alguien sentada en la última mesa del último rincón de la gran cafetería, era Bella, nunca la había visto en persona pero sabía perfectamente quien era, estaba sola, tenía una bandeja con comida que simplemente desordenaba con un tenedor, estaba pensativa, cabizbaja, se veía que ya no era capaz de cargar el peso que llevaba dentro, viéndola a ella en ese estado me imaginaba como estaría Edward, peor, supe que tan pronto llegaron Alaska el decidió ir por su cuenta, sólo esperaba que estuviese bien.
Tan pronto salí de clases me dirigí a casa, allí estaba mamá buscando en el periódico algo en que ocuparse, subí a mi habitación y comencé a hacer mis deberes, era algo bastante fácil, ahora todo lo veía tan obvio, recordaba lo mucho que me costaba hacer los procedimientos algebraicos cuando cursé mi primera secundaria, ahora todo era mucho más fácil. A lo lejos escuche a mi madre decir "Mariana voy a mirar algunos empleos más tarde regreso" , "está bien" le respondí, termine con la tarea y me quede allí en silencio, sola, no había nada que me distrajera, y por ende me veía forzada a escuchar mis pensamientos, no quería que el fantasma de Jasper entrara en mi mente, sabía que no era correcto, que no podía pensar en él y que si lo hacía no sería más que una ilusión sin sentido y por la que sabía que sufriría más adelante, intenté callar mis pensamientos pero fue inútil, no pude parar de recordar la última vez que me sonrió, ni el escalofrío que me recorrió la primera vez que rozó mi mano, me reprendí al pensar en él "él es la pareja de tu prima Mariana deja de pensar estupideces".
Los días pasaron, casi nunca veía a Bella, se había puesto como un fantasma, la gente murmuraba e inventaba chismes, Edward me había pedido que estuviese alejada de ella y así lo hice. Las imágenes en mi mente dejaron de aparecer, simplemente se esfumaron, ya no había ojos, ni manos ni hombres desconocidos, nada, solo mis pensamientos, era raro. Entendía porque se habían ido las imágenes ya había descubierto el secreto, lo que no podía comprender era el final tan estúpido de tantos años de incertidumbre, si algo en mi mente me obligo a conocer a Jasper Whitlock o Jasper Cullen, como lo quieran llamar, no era para simplemente sentarnos una tarde a charlar, no digo que no fue maravilloso, pero era muy poco, yo necesitaba algo más, lo anhelaba, en otras palabras, moría de ganas de verlo de nuevo. Claro no pretendía tener algo con él, o por lo menos no conscientemente, pero deseaba tenerlo cerca cosa que parecía imposible hasta que recibí una llamada de Emmett.
—Hola tonta.
—Hola Emmett
—¿Qué te pasa? ¿Estás en tus días o algo?
—Claro que no tonto, solo pelee con mamá.
—Y ¿Por qué pelearon?
—Cosas de mujeres, no importa.
—Si como digas, te tengo una noticia.
—¡Cuéntame!
—Adivina ¿quién (el primo más atractivo del mundo) va a volver a Forks?
—No me digas… ¿Edward?
—¿Qué? ¿en serio? ¿Edward? Soy yo, yo soy tu primo más atractivo ¿No lo crees?
—Que no te escuche Rose.
—Ella no es celosa.
—¿A no?
—Bueno… un poquito.
—Hablando en serio, me alegra mucho que vengas ¿vienes tu solo?
—No, en realidad vamos todos, Edward se arregló con su chica y ahora vas a tener a todo el clan de vuelta en el pueblo.
—¿Qué? Si hasta ayer la pobre chica parecía un muerto viviente.
—Es una muy muy larga historia.
—Emmet cuéntame porfa.
—Mari todo eso de los chismes y las historias son cosa de chicas.
—Oh vamos si tú eres la mujer más chismosa de la familia.