Estoy esperando con mis maletas frente al orfanato católico al que me enviaron hace unos años porque no pude encajar en el anterior. Todos los niños estaban en el gran ventanal mirándome con odio, no tengo buena fama aquí ya que según todos tengo un trato especial y estoy completamente segura de que no es cierto.
El auto por fin llegó y sin pensarlo dos veces me subí en el asiento trasero mientras una de las monjas subía mis maletas en el maletero del auto, las demás empiezan a despedirme con un gesto de mano, sonrio débilmente y les devuelvo el gesto.
El auto arrancó y apoyé mi frente en la ventana mientras tarareaba una canción que sonaba en la radio, sin darme cuenta me quedé dormida.
Me desperté con un sonido en la ventana y ví a una señora sonriéndome, fruncí el ceño.
—¿Qué demonios?— dije en voz baja, puse mis codos en mis rodillas y apoyé mi cabeza en mis manos, la señora volvió a tocar y formé una sonrisa forzosa, arreglé mi cabello en un moño desordenado dejando dos mechones alrededor de mi cara.
Salí del auto mientras el conductor sacaba mi equipaje —¿Cuánto tiempo duré dormida?— fue lo primero que quise decir ya que ví que ya estaba anocheciendo.
—Oh, son las...— miró su reloj y pronunció —6:49—
Alcé las cejas —Oh mierda, con razón me duele tanto el cuello— pasé mi mano por mi cuello y me quejé.
La señora frunció el ceño —¡Señorita!— exclamó llamando mi atención —En ésta institución no permitimos este tipo de vocabulario— me miró mal por un segundo, se puso frente a mí y dice rápidamente —Tome su equipaje, tenemos un largo recorrido que tomar—
Miré las dos maletas y el bolso, y me giré hacia a ella —Disculpe, pero creo que no podré con todo esto—
—Bueno, tiene razón— mira hacia adentro, hace una seña y un hombre con uniforme negro sale, tomo el bolso rápidamente, el hombre coje las maletas y se adentra al lugar —Bien, andando, no tenemos mucho tiempo—
Colgué el bolso en mi brazo, me paré frente al lugar, un sentimiento de nostalgia y de autocompasión me invadió, esta es la vida que me toca aceptar, ir de un lugar para otro, algunos lugares peores que otros, pero cuando te acostumbras y dejas de pensar en el porque de alguna manera te sientes mejor contigo mismo.
La señora ya estaba en la puerta y al ver que no estaba tras ella se giró bruscamente —¿Qué espera? Camine—
Suspiré pesadamente, caminó rápido, y me costó seguirle el paso, pasamos por unos pasillos que en los que estuviese sola de verdad me asustaría, tienen un aspecto retro, vintage y algo acogedor, habían muchas lámparas y cuadros, el color de las paredes es un verde oscuro, es inusual, siempre suelen ser colores neutros.
Pasamos por lo que creo era la cocina porque se escuchaba algo cocinándose y algunas voces agitadas.
Después de pasar por numerosas puertas nos detuvimos en una habitación algo espaciosa de color azul pastel, logré ver mis maletas al lado de una cama, hay un ventanal en un extremo de la habitación dónde se pueden ver los árboles, supongo que es un bosque porque hay demasiados.
—Esta es su cama— señaló la cama cerca del ventanal, sonreí porque desde mi punto de vista es el mejor lugar de la habitación por la buena vista, hay un sillón y un escritorio al frente mientras que la otra cama sólo tenía un escritorio —Allí está el baño— señaló una puerta en medio de la habitación, puse el bolso en la cama.
Me acerqué al baño, huele y se ve bien, podría decir que este es un orfanato muy estable, es decir, en todos los que he estado están en muy malas condiciones.
Mi mejor amiga, Allysa, ella tenía un hermano menor, a él lo adoptaron y a ella no, estaba muy molesta al respecto, después de un tiempo empezó a actuar raro, no dormía bien, apenas comía, no tenía ánimos de nada y un día la encontré desangrandose en el baño, por un tiempo no dejaba de culparme, debí de haber estado allí para ella, ella siempre fue una persona muy sensible, quizás este tipo de vida fue bastante para ella. Me atrevería a decir que tenía muchos problemas sociales, y tenía miedo al rechazo, creo que el de sus padres y el rechazo de esa pareja, simplemente no pudo confrontarlo.
Sólo pensar en eso, de nuevo, me inundó de nostalgia, tengo miedo de ser cómo ella, tengo miedo de no poder afrontar las cosas.
Me senté en la cama, suspiré y me acosté.
—¿No cree que durmió demasiado? Venga, tengo que enseñarle lo demás— me levanté de mala gana.
Empezó a caminar mirando a todos lados hasta que un hombre salió de una puerta—Sr. Williams, lo estaba buscando, aquí está la señorita Mckenzie— ambos me miraron, el hombre me miró de arriba a abajo, lo cual me puso nerviosa, sonrió con satisfacción, como si fuese alguien a quien esperara, voltee la cara levemente y froté mi mano en mi codo.
—Venga, buscaremos a alguien que se haga cargo de su orientación en el lugar— di un paso y la señora alzó las cejas.
—¿Ahora qué?— alzé mis cejas mientras cruzaba mis brazos, no estaba de humor, el miedo y la forma en que me acaba de mirar este hombre me tienen muy estresada —¿Qué mierda más quiere que haga?— hice una pausa y la interrumpí —He soportado sus regaños más de una vez, y no tengo paciencia para este tipo de mierdas— dije en un tono frustrado.
—¿Cómo se atreve a hablarme así?— dijo indignada.
—¿Cuál es su nombre?— realmente no me encontraba de humor, la forma de hablar de esta mujer realmente me altera.
—Es la Sra. Hattaway— dijo el hombre mirando con fascinación cada uno de mis movimientos, ¿Será retrasado?
—Bien, Sra. Hattaway— carraspeé —¿Podría hacernos el gran favor de hablar sin ese tono estúpido? Creo que nos llevaremos mejor si hace eso por mí— sonreí falsamente.
—Niña malcriada, espero que este tipo de comportamiento no se repita—
Imite su voz en un tono agudo y giré los ojos, sé que este comportamiento es de niños pero ¿Qué más da?