Capítulo 52

El dolor de cabeza se había esfumado por completo, pero el dolor en mi corazón seguía estancado y se movía como la hoja de un cuchillo afilado.

Mis maletas estaban hechas sobre la cama, la habitación había quedado tal y cual la había encontrado cuando llegué. Iban a ser las seis de la tarde, pero el tiempo ya no importaba, a mí se me había acabado la estancia allí y cada movimiento de la manecilla del reloj me lo recordaba.

Tomé mi morral y fui con Hani, al menos ella tendría qué saber que me iba.

Caminé con paso apesadumbrado, era como si los pies me pesaran toneladas, las manos se me congelaban sin siquiera haber tanto frío.

Llegué hasta el laboratorio de los Lee, pero esta vez no había fotografías que imprimir, sino, una triste noticia que dar. Crucé la calle, tratando de respirar, no sabía que tan difícil podría ser decirle adiós a las personas que aprecias y más, si sabes que para volver a verlas pasará mucho tiempo, si es que sucede.

El rechinido de la puerta de entrada se escuchó cuando la abrí y la delicada figura de Hani se posó en mis ojos. Me dieron ganas de llorar en cuanto la vi sonreírme.

—¡Xiumin, hola! –me saludó, con esa alegría tan angelical en ella.

Quise sonreír pero una traicionera lágrima fue lo único que salió. Me dolía bastante decirle adiós a una persona fantástica.

—Oh, Xiumin, ¿Qué sucede? –llegó hasta mí en un rápido andar y me abrazó.

—Vengo a despedirme –musité.

—¿Qué? ¿A dónde vas?

—Vuelvo a Hongdae –confesé.

—¿Qué? –la expresión se le contrajo de desconcierto.

—Tengo que irme, Hani. Ya no tengo nada más qué hacer aquí.

—Pero... ¿Por qué?

Respiré hondo, allí iba otra vez la historia, la dolorosa y triste historia del por qué me iba.

—Anoche me embriagué y besé a Jongdae –dije, no quería darle mucho detalle al asunto.

—¿Hiciste qué? –sus ojos se abrieron desmesuradamente y llevó sus manos a su boca para contener el grito de sorpresa.

—No me hagas recordarlo, soy el peor mejor amigo del planeta –sollocé.

—Vaya –murmuró—. No puedo creerlo –se quedó en silencio—. Y... ¿Cómo estuvo?

—¿Qué cosa? –inquirí, confundido.

—El beso.

—¡Hani! –farfullé, escandalizado.

—Lo siento, pero es que... en serio no puedo creerlo. Quiero decir, me sorprende que haya sucedido algo así, Jongdae tiene novio, ¿no? y tú... bueno tú jamás hubieras querido herir a tu mejor amigo, ¿Verdad?

—Es lo único que me duele, Hani. Que lo traicioné.

—Sí pero... ¿seguro que es eso lo único?

—¿Qué quieres decir? –pregunté.

—No lo sé –se encogió de hombros—. ¿No te duele dejar a...? Tú sabes.

—Jongdae –me tembló la voz y Hani asintió.

—Si te digo que no, te mentiría. Lo amo, Hani –confesé.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Tú crees que irte arreglará las cosas?

Me reí.

—Sabía que intentarías hacerme cambiar de opinión, pero ya no hay vuelta atrás, Hani. Me voy.

—No puedes escapar siempre –me reprochó.

—No, pero ahora sí. De todos modos volvería, no me iba a quedar para siempre aquí.

Ella suspiró, sabiendo que por supuesto, no iba a cambiar de opinión.

—Te extrañaré tanto –murmuró.

—Yo también. Escucha, podemos escribirnos por Internet –dije, tratando de evitar el melodrama, pensar en despedirme de una persona como Hani me dolía en serio en lo más profundo de mi alma.

—No será lo mismo –dijo triste.

—Ya lo sé, pero agradezcamos la oportunidad de conocernos –musité, a punto de dejar salir las lágrimas.

—No es justo –murmuró y luego volvió a abrazarme. Ella no pudo contener las lágrimas y verla llorar me terminó a mí por derrumbar.

—Nunca voy a olvidarte, ¿De acuerdo? –musité.

—¿Y prometes que te cuidarás?

—Lo prometo.

—¿Cuándo sale tu avión? –me preguntó.

—Mañana a las once de la mañana.

—Le pediré permiso a mis papás y cerraré para...

—No –la interrumpí—. Escucha, no te lo tomes a mal, pero mañana no quiero que nadie me acompañe al aeropuerto. No me gustan las despedidas, Hani.

Y si puedo huir de ellas, mejor.

—¡Pero ya no voy a volver a verte!

—Claro que nos volveremos a ver, algún día... Pero no me hagas dura la partida, ¿sí?

—Te voy a extrañar demasiado.

—Ya somos dos –traté de deshacer el nudo en mi garganta—. Te quiero, Hani. Gracias por todo.